HACER TEATRO
HOY. ARGENTINA
LAS MÁQUINAS POÉTICAS
Daniel Veronese
(Open
House es producto del trabajo de diez alumnos del último
año de la carrera de actuación de la Escuela Nacional
de Arte Dramático, bajo mi dirección. Este trabajo
se conformó como parte del plan de las residencias. Este
texto fue enviado por mí a esos diez actores, durante los
ensayos de Open House, luego de una tarde agitada del 15/5/01. D.V.)
Dice Karl Kraus respecto de la lógica: "La
lógica es enemiga del arte. Pero el arte no debe ser enemigo
de la lógica. La lógica debe haber sido saboreada
alguna vez por el arte y enteramente digerida por él. Para
afirmar que dos por dos son cinco hay que saber que dos por dos
son cuatro. Sin duda quien sabe solo esto último dirá
que aquello es falso".
Estuve pensando algo a partir de esto. Creo que se trata
de crear una máquina poética. Una máquina de
elaborar sentidos, máquinas de crear sentimientos alejados
de la lógica. Una máquina del 2 x 2 = 5
En cada uno de nosotros debe elaborarse una máquina
propia. El espectáculo podrá ser la máquina
total, la sumatoria. Siempre me gustó definir a los espectáculos
como máquinas de producir sentidos. No pensar solo en frialdad
cuando pensamos en máquinas, por favor.
¿Cómo es una máquina?
Podríamos verla como una concentración
de funciones (o disfunciones) que producen acciones teatrales. Acción
es todo lo que me permite un cambio según lo probable (no
confundir "lo probable" con "lo posible")
y según lo necesario. Lo que no es necesario para un determinado
fin dejarlo fuera por más bello que sea. La acción
debe producir desequilibrio en las fuerzas. Acción como una
cualidad que da color, impacto a lo percibido por el espectador.
Es bueno tener siempre en cuenta lo que percibe el espectador. Ponerse
en su lugar. Él todo lo tomará como algo del personaje
(aunque no estemos más que actuando nuestro propio momento
incierto, desconcertado e improvisado). Bullicio o movimiento físico
no es siempre desarrollo o crecimiento dramático. Este cambio
debe producir algo. Si nada se hace, si no se acciona el equilibrio
permanecería estático. Y nos aburrimos, así
de fácil.
Si elaboro un discurso Equis puedo entretener (o no).
Si le sumo mi secreto personal que aparece y desaparece como un
oleaje en la percepción del espectador puedo decir que estoy
comenzando a crear una máquina poética. Algo que se
vela y se devela casi al unísono, imprimirá al espectador.
Su raciocinio se alertará. Jugar con el sentido del texto
y con la aparición del secreto. Jugar quiere decir engañar,
lisa y llanamente. Cuando el espectador se ha estirado en su butaca
pensando que ya ha entendido y que comprende el juego... alterarlo.
Cambiarle las leyes del juego. Comenzar a desnudar el juego. O a
taparlo. Quizás sea también momento para mostrar esa
virtud de la cual nos sentimos tan orgullosos. O quizás se
trate de que nunca se entere de que se trata el juego que estamos
jugando frente a sus ojos. Todo el mundo espera "la idea"
o al menos "una idea clara". Romper la expectativa.
Desarmar la cebolla. Volver a armarla. Hacer desaparecer sus capas.
Encontrar los trucos de engaño para que la máquina
se ponga en funcionamiento y no se detenga. No detener la máquina
no significa que se deba siempre estar en movimiento. La máquina
tiene que ver más con la percepción del espectador
que con nuestra percepción del tiempo y del espacio. Pensemos
que el señor/a de la butaca ve, escucha, piensa, desconfía,
decodifica, trata de adelantarse a los acontecimientos, de encontrar
referencias en todo ese conjunto de expresiones que soy yo con mi
cuerpo, mi voz, mi vestuario, mis objetos, mi música, pero
con mis silencios y mis inmovilidades también. Recuerden
que el grito se escucha mejor en el silencio. Una mano apuntando
a la cara de un actor durante interminables minutos produce más
tensión que el disparo. Manejar el suspenso para que florezca
la necesidad de saber algo que aún no se sabe. Así
se lleva a un espectador de las narices hacia el final.
Pensé en el escenario y pensé en ustedes.
Ustedes están obligados a estar ahí. Es una situación
seria. La Escuela lo requiere y lo espera. Suficientemente patética
la situación. No actuar el patetismo. Dejar que fluya como
sentimiento en la mirada del que los ve. Ponerse por debajo del
público. Ser inferiores. O al menos no pretender ser más
inteligente que el público. Eso los hará a ustedes
más queribles. Recuerden que todo actor necesita solidaridad
desde el otro lado. Dejad que el público se ponga del lado
de los débiles.
Pensé en una capa de cebolla que podría
cubrir todo el espectáculo. Desde allí desnudarse.
Es la siguiente situación: Ser actores primerizos. ¿No
es conmovedor?. Que esa vez que se asoman al escenario sea vivida
como la primera vez. No son tontos, no son tímidos. Solo
que no saben como se actúa o como actuar en esa situación.
O se dan cuenta que la forma aprendida durante tantos años
en la Escuela se les borró por la fuerza del espanto. Espanto
del momento. Petrificación más o menos manejada. Casi
ni puedo respirar. Espanto y admiración por toda esa gente
que ha venido a vernos a nosotros. No puedo dejar de mirar al público
con admiración, sorpresa y respeto. Agradecimiento. Tengo
humildad ya que voy a hacer algo, y lo voy a hacer lo mejor que
puedo; tengo miedo ya que no sé si mi pasar alcanzará
a colmar tanta expectativa. Es impresionante el público,
nunca lo había sentido. Lo imaginaba de otra manera. Distinto.
¿Distinto cómo?
Entonces solo la persona, no el personaje, enfrentada
a ese público. Hago mío el discurso que leí
afuera (texto). El público no debe saber que no es mío.
Debo engañarlo. Pero para eso debo ser sincero. Cruel paradoja.
No debo actuar. No puedo actuar. No recuerdo como se hace. Pero
ellos están aquí. Debo tratar de ser aceptado. Hago
lo que sea. Pago lo que sea. El público no debe pensar que
somos un grupo de actores de provincia que han ensayado o practicado
durante años frente a un espejo y ahora por, no sé
que golpe de suerte, se encuentran aquí, en una sala céntrica,
en plena capital. Miro a mis compañeros. Intuyo que nuestros
tiempos de actuación son ilimitados, no tenemos noción
del tiempo teatral. Hemos estado solos frente a nosotros mismos
como espejos, imaginando fastuosos decorados, hermosas réplicas.
No recuerdo que es un conflicto. Solo tengo este texto en la cabeza,
por suerte tengo también mi secreto, y alguna que otra virtud
que aprendí de niño/a con la que supe hacer las delicias
de las fiestas familiares. Y tengo (lo que me mantiene) esta profunda
intención cargada de misterio y temor ante este monstruo
que parece que me devora mientras me mira con sus innumerables ojos.
Tengo ese espacio para quedarme todo el tiempo que necesite, tengo
a ese público como una nueva prótesis, solo que no
es una prótesis propia, es ajena a mí, pero es un
lugar del cual me puedo quedar colgado, me puedo apoyar. Es un paisaje
lunar, es el/la amante que supera cualquier deseo soñado.
Y no sabemos si nos va a abrazar o nos va a dar una patada en el
culo. No hablo con él, hablo para él. Soy capaz de
las más terribles confesiones. De las más inauditas
exposiciones con tal de querer y ser querido. En definitiva
de transformar mi existencia cotidiana y vulgar en una verdadera
máquina poética. Y compartirla. Pero de verdad compartirla.
Para eso estoy ahí. Si no, me voy. Pienso que las máquinas
poéticas entonces deberían estar en la categoría
celestial de las máquinas de la verdad. No puedo pensar
solo en máquinas de actuación. Se puede ser verdadero
en un escenario sin actuación. O sin encarnar un personaje.
O.K. Todo este corolario es para plantear mi humilde
y obvio pedido: Traten entonces de crear una máquina poética.
Pienso que si una máquina funciona, luego podría fusionarse
con otra y así sucesivamente. Estoy pensando, también,
en que algunos no van a entender. No importa, no es una ciencia
exacta el teatro. Nunca lo fue. Se puede no entender y ser sublime
al mismo tiempo y además, si queda resto, trascender a la
idea más acabada. Tradúzcanlo a su experiencia. Creo
que no hay nada importante que entender que no hayan entendido fuera
de estas palabras.
¿Pero... y cómo se hace todo esto? Para
eso sí que no hay receta. Las recetas dicen que la multiplicación
da 4, no 5. Tómenlo como una soga que tiro. Agárrense
de dónde puedan. ¿No es inquietante pensarse como
una máquina de sentidos profundos, bellos, extraños?
Hay que empezar por tratar de imaginárselo como lo hago yo.
Sé que hasta ahora solo está en la imaginación.
Sabremos si la máquina finalmente se pone en movimiento en
el trabajo del escenario. No podemos verificar nada afuera. Si no,
lo haría cualquiera. Y sería mucho más fácil
la vida del artista.