HACER TEATRO HOY. COSTA RICA
MALDICIÓN ETERNA A LOS ACTORES
Ana Istarú
¡Ay!
del que decida ser actor, porque con él se ensañará
el infortunio. Si escoges tan bizarra profesión, tus
padres desgarrarán sus vestiduras y te darán
por perdido en el proceloso mar del desenfreno. Peor aún
si eres mujer: dirán que actriz rima con meretriz.
Perderás el sueño domeñando el grácil verbo
de Shakespeare, la métrica de Lope, las réplicas de sangre
de García Lorca. Te ofrecerán, en cambio, un papelito burdo
en una comedia chabacana.
Preguntarán por tu oficio: "Actor", responderás.
"No, quiero decir su profesión", repetirá el incrédulo.
Porque, ¿quién en su sano juicio querría dedicarse
a saltimbanqui? Ese, que hasta hace poco no poseía ni la tierra
que ocuparían sus huesos, pues la iglesia lo expulsó del
cementerio.
Si no alcanzas celebridad, serás el bochorno de los parientes.
Si la alcanzas, los ricos adornarán sus fiestas con tu presencia.
Mas ¡ay! de ti si intentas cortejar a sus hijas: te lanzarán
con todo y sonetos en la boca a media calle.
Una vez afuera no faltará quien te conozca y te pida -gratis- boletos
para el teatro, animaciones, actuaciones, locuciones -gratis-, lecturas,
recitales, clases -gratis-, como si el actor solo fuese una extensa garganta
carente de tripas, incapaz de procrear o enamorarse. ¿Quién
detiene en la calle a un médico y le muestra el pulso y la faringe
sin pagarle, o se cuadra en media ferretería y exige cuatro libras
de clavos y un martillo -gratis-?
Trabajarás mientras los otros descansan. Trabajarás en otras
cosas para redondearte un mal sueldo. Si en vez de actor eres actriz,
trabajarás el doble y en casa trabajarás tu tercera jornada.
Tus hijos, desdeñosos, reclamarán lo poco lucrativo de tu
oficio. La gente querrá que actúes en cualquier sitio: en
un bar, en una fiesta, en un autobús en marcha: "¡Actúe,
para verlo! ¿Cómo es que hace?"
Serás como la mona vestida de payaso de los circos: todos te conocen
aunque a nadie conozcas. Y si no adivinas a qué extraño
debes saludar efusivo, te detestarán por divo y pretencioso, un
"quién se cree que es" altanero y petulante.
No gozarás de pensión, vacaciones, aguinaldo. Si te quiebras
la pierna, no perderás tan solo la salud: perderás el trabajo.
Se ensañarán contigo en los aeropuertos y se reirán
de ti en los bancos.
Actor de teatro de un país pobre, eres un ser maldito.
Que te perdone Dios el desatino: apostar la existencia contra un sorbo
de aplauso, creer en la palabra hecha carne y tragedia, soñar con
otros mundos mejores y posibles.
O imposibles, poco importa, que para eso sirve la utopía. Para
nunca alcanzarla y enfermar de belleza, de hambre de belleza. Contagiar
de belleza a los conciudadanos.
Perdónenme, señores, este artículo en verso disfrazado
de prosa. He dicho, pues. Vale.
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