HACER TEATRO HOY. URUGUAY
SER O NO SER RIOPLATENSES

La identidad: un ámbito de construcción permanente
Ana Magnabosco

"Agosto 6 de 1903.

Querida China: Pensaba llevarte personalmente la respuesta a tu cartita, que acabo de recibir. ¡Linda cartita!

Pero quiero anticiparles una buena noticia: mi obra "M`hijo el dotor", presentada al teatro de la Comedia, y leída ante un grupo numeroso de críticos y literatos, ha sido recibida con entusiasmo enorme. Opinión unánime: en el Río de la Plata no se ha producido una obra de teatro tan bella, tan honesta, tan bien hecha. Auditores y artistas me abrazan. Fue una revelación. Nadie creía que en este saco había chicharrones. Catita está juntando los recortes de los diarios para enviárselos a mamá. En fin... enorme éxito. Se cree que habrá obra para cien representaciones, lo que a treinta pesos por noche me representa no se cuánto -el gusto de verlos a ustedes, presentándome decentemente en Montevideo-, y el de preparar mi hogar futuro. ¿Vendrías tú conmigo?

Lee fuerte esta carta, interrúmpela aquí, y dales un abrazo a los queridos viejos. ¡A ellos mi triunfo!... Mi primer triunfo: ni la caja de fósforos se ha agotado, ni creo que haya alumbrado con mi obra lo que puedo alumbrar.

El martes de la próxima, estreno. Los auspicios no pueden ser más alentadores. Irá el actor francés a conocer "una obra" del teatro regional argentino; irá lo más grande de la intelectualidad porteña; tendré jueces severos; y al triunfar pensaré en ustedes, como pensé al escribir la obra. Uno de los personajes se llama Olegario, y una de las escenas más pintorescas les recordará a ustedes, cuando la lean, cosas vividas en casa, en la intimidad de ese hogar tan bueno.

Catita, la madrecita que me recogió en mi desastrosa bohemia y que me ha hecho mirar hacia el provenir, tiene derecho a buena parte del reconocimiento de ustedes.

Iré, a fines de la semana próxima, a vivir con ustedes y para ustedes, sin hacer caso de los ladridos de los cuzcos de la familia, y de lo que no es familia.

Adiós. Florencio."

Esta carta de Florencio Sánchez que acaba de cumplir cien años de escrita, deja ya sentado un precedente que no se ha modificado en nada hasta el momento: el éxito, para un uruguayo se da en la Argentina y cuando se da es tal cual lo dice Florencio: "una obra del teatro regional argentino".

En Uruguay decimos en broma, que cuando un compatriota triunfa en Buenos Aires, deja de ser uruguayo para ser rioplatense.

Son innumerables las antologías de Teatro Argentino en donde figura Florencio Sánchez como el principal autor "del Río de la Plata". Boletín tras Boletín del propio CELCIT, se puede leer lo siguiente:

"Clásicos del Teatro Argentino: Colección de textos clásicos del teatro argentino. Obras de Florencio Sánchez, Roberto Cayol, Gregorio de Laferrere, Juan Bautista Alberdi..."

En el libro que publicó ARGENTORES (Asociación General de Autores de la Argentina) en el 2000, para conmemorar los 90 años de su fundación, se destaca especialmente entre los autores a Sánchez, dedicándole varias páginas, sin mencionar en ningún momento el lugar en que nació.

¿Somos realmente rioplatenses los uruguayos? ¿O esto se aplica solamente para los que tienen éxito? 

Lo mismo sucede con Horacio Quiroga, con Carlos Gardel y sin ir tan lejos, todavía resuenan los ecos del revuelo diplomático, que se armó cuando Argentina presentó en la Feria de Sevilla la uruguaya "Cumparsita", como el máximo exponente de su música autóctona.

Dicen los entendidos, que los uruguayos tenemos un problema de escala. Demográficamente somos tan pocos en comparación con los países vecinos, que como dice en chiste un amigo: "El plebiscito más importante todavía no lo hicimos y es votar en qué provincia Argentina queremos convertirnos".

El 80% de la televisión abierta que vemos, si no más, proviene de la Argentina. Lo mismo sucede con la música y con casi todo. Hoy, en la cartelera teatral montevideana, de treinta espectáculos para adultos, veinte son de autor extranjero y casi el 50% de estos son argentinos. Pesa además en esta realidad, el hecho de que varios países europeos están invirtiendo miles de dólares para difundir su dramaturgia, en contraposición con un Estado uruguayo que no subvenciona el arte, ni invierte en cultura.

Pese a todo, la calidad de nuestro teatro, la tradición de su gesta independiente es valorada en el mundo.

¿Se refleja esto en la cartelera bonaerense? No. Ojalá sucediera, aunque artistas y representados fueran tildados de rioplatenses como Florencio.

Sin embargo nuestro país recibe continuamente a elencos argentinos y venimos representando uno tras otro a sus dramaturgos, inclusive a los más nuevos.

Hace un tiempo le pregunté a Mauricio Kartun si él entendía las razones de esta desigualdad y me contestó que no le encontraba ninguna explicación. Desde principios del 900 para acá, después del éxito de Florencio, es excepcional la puesta en escena de un texto uruguayo en suelo porteño.

Si somos rioplatenses, si nuestras idiosincracias son parecidas o casi iguales, si compartimos problemáticas regionales, nuestros productos culturales tendrían que funcionar por lógica, en un permanente ida y vuelta. 

¿Será que los uruguayos nada tenemos que decir a los argentinos?

Con respecto a la calidad de los textos, no debería funcionar el argumento de la escala y sin embargo... el efecto que la gran ciudad tan próxima ejerce es fagocitarse al vecino.

Nosotros lo permitimos. Casi alegremente resignados, diríamos. 

Es sincera nuestra emoción al recibir a los artistas argentinos. ¿Podría ser de otra manera? Nuestro público, el que usualmente no asiste al teatro, decide hacerlo masivamente ante la convocatoria de Antonio Gasalla, de Norma Aleandro, de Nacha Guevara, entre tantos otros. Los conoce y quiere por la TV, desde que surgieron. 

Sin duda, en el campo audiovisual el argumento para no invertir en producción nacional es la susodicha escala. Absolutamente "tinellizados", sabemos al detalle los vaivenes amorosos de Moria Casán y desconocemos el nombre y hasta el rostro de nuestra primera actriz de la Comedia Nacional.

Es más, gracias a la TV argentina, sabemos que China Zorrilla y Natalia Oreiro se dedican a la actuación. 

Con esta realidad, es muy difícil para nosotros hablar de identidad sin caer en chauvinismos. Y sin embargo, en estos momentos en que Estados Unidos está ejerciendo una fuerte presión para incluir la cultura en los acuerdos comerciales, tanto en el ALCA como en la Organización Mundial del Comercio, "las papas queman". No hay otra opción que definir políticas culturales y tomar partido.

Si bien tenemos cifras de la industria frigorífica o automotriz, se saben costos, se conocen las demandas de los mercados y sus exigencias, nada se sabe de la industria de la cultura a la que se quiere incluir en el negocio.

Se establece que aún en épocas de crisis aguda, como ésta, los uruguayos gastamos en cultura más de seiscientos millones de dólares. Sabemos sí, que de lo que se recauda por concepto de Derechos de Autor en nuestro país, más del 60% se remite a autores no uruguayos y los pagos que se reciben del exterior en ese rubro, no llegan al 3%.

Con perversión se alude continuamente a nuestra capacidad creativa, al alto nivel de educación promedio, etc. etc., sin establecer políticas culturales que favorezcan en algo a los creadores, en la certeza de que salvo la excepción de los artistas que trabajan en el exterior, los que residen en su tierra no saldrán jamás de la indigencia. 

Si como dice la UNESCO en su Declaración Universal sobre Diversidad Cultural, aprobada por unanimidad en París en noviembre del 2001:

"Frente a los cambios económicos y tecnológicos actuales, que abren vastas perspectivas para la creación y la innovación, se debe prestar una atención particular a la diversidad de la oferta creativa, a la justa consideración de los derechos de los autores y de los artistas, así como al carácter específico de los bienes y servicios culturales que, en la medida en que son portadores de identidad, de valores y sentido, no deben ser considerados como mercancías o bienes de consumo como los demás", ¿cómo se posiciona este país con tan poca gente, frente a sus grandes vecinos? ¿Qué haremos? ¿Ir a la cola de lo que decidan Brasil y Argentina? ¿O nos sumamos a lo que Canadá y Francia -que han protestado-, establezcan? Sin duda es urgente manifestarse al respecto porque este es un tema estratégico. De acuerdo a los números, la escala, la dichosa escalerita no la podemos modificar.

La identidad es un tema de construcción permanente y estamos a tiempo de definirnos. El desafío es que nos alcancen las fuerzas para lograr identidad, en la identidad regional. 

Y si no, volviendo a mi querido Florencio: si cuando un uruguayo triunfa se torna argentino, ¿no nos convendrá de una vez por todas declararnos rioplatenses?