HACER TEATRO HOY. VENEZUELA
LAS DOS CARAS DE LA MONEDA
Juan Carlos De Petre
"Acuérdate (¡pobre
memoria mía!) de las dos caras de la moneda y de su metal único".
Renè Daumal
Es del "metal único" de lo que quiero hablar.
Bien-mal, si-no, feo-hermoso, verdadero-falso...y cualquiera de las contradicciones,
de los opuestos, de los disímiles, de los enfrentados, de los enemigos,
de los contrarios, todos juegan su dominio en desconocimiento del metal
que los une.
La "tercer cara" existe y sin duda, es la más importante.
Pero también la que nunca se tiene en cuenta. Trabajo precisamente
por el teatro de esa cara ignorada.
Comprendido el conflicto, entendida la disputa, hecha la alianza en la
guerra, se abre la puerta a la real condición humana. Antes, habitamos
todavía la ferocidad de la selva, la barbarie, la despiadada lucha
por la superviviencia. Me importa el teatro que une, que "ve desde
la mirada" o "mira desde la visión".
Acaba de suceder algo llamativo, cuando escribía esto último,
Kantor entrando de repente en la memoria, gritó alterado: "¡El
teatro de la muerte!".
No abandona, sigue la coherencia con su arte, provoca, continúa
desafiando.
Pero no me encuentras descuidado, descubrí la tentación:
¡Me has puesto el antagonista! Permíteme responderte utilizando
la misma trampa: desde la muerte me estás hablando, viviendo se
muere y muriendo (como tú lo proponías) se halla la vida:
fin de la oposición. ¡El metal único!
Calló, creo que ha vuelto a su paz. Y yo también, se han
conciliado dos términos, en apariencia adversarios. Antes de despedirme
quería decirte que estuve visitándote en Cracovia, recorriendo
tu estudio (último lugar de trabajo), la sala del Cricot, buscando
tus actores, eso fue extraño... nadie sabe nada de ellos, parece
que después que te fuiste sólo quedó el recuerdo:
libretos de puño y letra, trastos de escenografías, fotos,
pinturas, vestuarios, tu historia convertida en museo. Me resisto a creer
que el teatro de la muerte, murió. ¿Murió?
La oscuridad está puesta allí para buscar la luz, y sin
las sombras, los cuerpos no tendrían peso y medida. La claridad
del alma permite ver aquellos antagonismos, visualizarlos como partes
de un mismo movimiento. Con esta mirada acaban tanto la separación
interior como la contienda externa; así se experimenta la unidad,
principio creador obligatorio.
Desde este lugar se puede mostrar el funcionamiento dialéctico
sin caer en su confusión, administrando una posibilidad trascendente.
Porque ya que hablamos del metal, lo interesante es preguntarse por la
naturaleza del mismo: tipo, calidad, especie. Existen metales viles y
metales nobles: ¿Es puro? ¿Una aleación? ¿Plomo,
hierro, plata, oro?
En relación con ellos, la graduación creadora teatral va
desde lo opaco a lo luminoso, puede alumbrar más o menos. El conocimiento
de las profundidades subterráneas, de los laberintos sicológicos,
de las fuerzas ciegas, permiten la expresividad controlada, la cual impone
desde ya, una situación de observación despejada. La objetividad
es la condición de acercamiento al objeto con limpieza, con neutralidad
y justicia.
El teatro de la tercer cara (como se me ocurre llamarlo en este artículo)
propone la transformación material, el cambio esencial para conquistar
la pertenencia y el ser pertenecido: corazón indiviso, pensamiento
acción, palabra voz, cuerpo alma.
Metal único.
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