HACER TEATRO HOY. URUGUAY
LO SINIESTRO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES
Mariana Percovich
"Los monstruos no mueren"
Manuel Mujica Lainez
Amo lo siniestro. La oscuridad es parte de mi imaginario. Debería
agradecerle a mis padres el haberme dejado ver, cuando era niña,
en mi tele blanco y negro una vieja serie de vampiros, donde una niñita
vestida de blanco cantaba una canción francesa, y un vampiro muy
atildado sacaba su dedo enjoyado con un anillo -que yo lo veía
rojo- del ataúd, y con su impecable capa, recorría las calles
buscando a la niñita de traje blanco con puntillas. O la serie
de Rod Serling "Dimensión desconocida" (Twilight Zone)
de la cual uno de los capítulos nunca se borró de mi cabeza:
un conductor que moría en un accidente de autos era condenado al
infierno, y el infierno era un living familiar típico americano,
donde un grupo de viejitos simpáticos lo obligaban a ver por toda
la eternidad las diapositivas de sus viajes. Creo que fue una de las primeras
veces que me reí, pensando que en el living de una casa cualquiera
podia estar el mismísmo infierno.
Cuando leía el libro de Hanna Arednt sobre "la banalidad del
mal" no dejaba de pensar que esa es la base para la construcción
de lo siniestro en teatro. Es decir, el personaje más inesperado,
mas banal y pequeño, puede esconder -o representar simbolicamente-
los secretos más terribles. El espacio de la representación
puede no decir nada al público, hasta que una luz o el texto, revelan
la verdad del lugar.
Entonces es allí donde entra esa "Inquietante extrañeza"(1)
de la que habló Freud, lo ominoso. O al decir de Derrida: "Hay
aquí un tipo de cuestión [...] de la que no podemos hoy
más que entrever la concepción, la formación, la
gestación, el trabajo. Y digo estas palabras con los ojos puestos,
ciertamente, en las operaciones del alumbramiento; pero también
en aquellos que, en una sociedad de la que no me excluyo, los desvían
ante lo aún innombrable, que se anuncia, y que sólo puede
hacerlo, como resulta necesario cada vez que un nacimiento está
en obra, bajo la especie de la no-especie, bajo la forma informe, muda,
infante y terrorífica de la monstruosidad." (2)
"Una puesta es escena es solo un juego -"to play"- dicen
los ingleses, pero ¿no estaremos banalizando la seriedad del acto
representativo? ¿Cuánto de nuestros monstruos inquietantes,
colocamos en la dramaturgia y sobre todo en la puesta en escena? ¿Y
qué esperamos que haga el espectador con eso?
Así propuesto el juego sería considerado una representación
de la realidad afectiva, o bien, una reproducción teatralizada
de la misma. Pero esta distinción entre el juego como representación
y aquello que llamamos realidad ¿es acaso natural y evidente? ¿Qué
es la realidad? ¿Qué quiere decir que la reconocemos?
Sabemos cuán inquietante es no estar demasiado seguros de ello,
qué extrañeza nos embarga cuando un acontecimiento vivido
se presenta recubierto de irrealidad o cuando uno soñado toma el
viso pesadillezco de real. Cuando el telón que delimita de qué
lado de la escena estamos no deja ver su tela y la frontera se desdibuja,
aparece lo "unheimlich", lo siniestro."
EL CASTILLO GÓTICO
Por esa razón, al montar un espectáculo en un espacio real,
edifico, galpón abandonado, frigorífico, castillo gótico,
lo siniestro está allí, la carga y la memoria que el iluminador
resalta tramposamente, coloca al espectador en un lugar donde el telón
y la frontera tranquilizadora de la cuarta pared desaparecen. Allí
lo ominoso deambula con el espectador y sus fantasmas se mezclan con los
creados por nosotros en una orgiástica danza macabra.
Porque el atractivo por el horror, el temor, lo ominoso, se remonta como
ha señalado Luis G. Abbadie en un interesante ensayo, a la serie
de Rod Serling "Dimensión desconocida" (Twilight Zone):
porque coloca a personas ordinarias en situaciones extraordinarias y nos
permite observar sus reacciones. Analizar las reacciones de las personas
normales al enfrentarse a lo
terrible. Ilustremos esto: si alguien escribe una historia acerca de un
hombre lobo, o una araña gigante, el lector o espectador con la
perspectiva de Lovecraft despreciará el texto, diciendo que se
trata sólo de cosas físicamente horribles, que dan el mismo
miedo que cualquier animal salvaje. En cambio, si un lector o espectador
que considera terrorífico al hombre lobo o a la araña gigante
lee o asiste a una historia de corte lovecraftiano, donde el horror consiste
en una entidad multidimensional que es imposible mirar directamente y
el cerebro se niega a asimilar, dirá que es ridículo, porque
hace falta algo mas cercano a su campo de experiencias para poder comprenderlo
y asustarse por ello.
La corriente de pensamiento totalmente independiente a las anteriores,
es la que se basa en la teoría de Sigmund Freud sobre lo siniestro,
o "Unhelmllch" palabra alemana de traducción incierta
(algo así como lo no- familiar; Freud sostiene que la cúspide
de lo siniestro consiste en algo que nos es profundamente familiar y,
simultáneamente, nos es completamente extraño. Como en "El
exorcista", donde la madre sabe que Regan MacNeil es su hija, y sin
embargo no lo es.
EL FANTASMA DE LA MAESTRA LOCA Y ASESINA
Cuando decidí escribir una obra de teatro sobre un caso real acontecido
en el tranquilo Montevideo de 1935: "Extraviada. Una tragedia Montevideana"
(Ed. Escuela Lacaniana de Psicoanalisis. 1997), me acerqué en la
escritura a todas las formas antes mencionadas de "horror" de
lo ominoso, de lo fantasmático y justamente fue de mis obras la
que mÁs tiempo estuvo en cartel. Las fronteras de lo real y la
ficción se cayeron a pedazos como la propia casa de los Cabezudo,
hoy ruina abandonada: en el Teatro Circular, vi llorar a espectadoras
al final del espectáculo, casi en crisis de nervios, no se movían
de sus butacas, se vivieron escenas inquietantes en el camarin con la
actriz que protagonizaba a Iris Cabezudo (la maestra parricida y psicótica),
donde la gente le hablaba como al fantasma de la propia Iris ya muerta.
¿Por qué? Porque creo, justamente, que es el caso de una
maestra (mito nacional), de "buena familia", que a los veinte
años, mató de cuatro tiros -en frente a la casa familiar-
a su padre, frente a su madre y hermanos. Un caso policial, un caso clínico,
investigado por dos psicoanalistas lacanianos en un extenso libro, que
se puede leer como una novela de crimen y horror. La obra estaba allí.
Los personajes: Iris la jovencita parricida, la madre autoritaria, el
padre fantasmático, los hermanos que morían uno tras otro
en la casa familiar, en las que se vivían escenas de máxima
violencia pero a puertas y ventanas cerradas.
Como dice Héctor Mendoza, el suspenso y el terror exigen el juego
del velo y nada es más terrorífico que la mirada de una
mujer asustada viendo lo que no está... donde debería estar
algo.
Mi personaje, en la puesta en escena, muchas veces veía al padre
muerto una y otra vez, donde en realidad no "debería haber
nada"
Todos saben del divorcio en la familia, del tío homosexual, la
tía loca, el abuelo que se suicidó, la prima que se fugó
con el novio, el hijo del tío que en realidad es su nieto y el
hermano que en realidad no lo es porque es adoptado, etc. "Esas situaciones
pasan fácilmente de lo cómico a lo trágico, sobre
todo cuando en las reuniones familiares donde se embriagan y se alocan.
Pero al ponerolos en escena los fantasmas se manifiestan y tal pareciera
que no queda más que huir.
En la práctica clínica aparece comúnmente el "secreto
familiar". Algo resguardado por una familia, algo que la familia
entera sabe pero no se debe decir. Esta situación lo que trae consigo
es la manifestación abrupta y siniestra (¿fantasmal?) de
lo no-dicho, de lo no-sepultado "como Dios manda"." (3)
Justamente, el tema "de lo que no se debe hablar" en una sociedad
cerrada y conservadora como la montevideana, se mantiene hasta hoy, y
ese es un punto de ataque interesante para la dramaturgia ururguaya. Claro
que temas grandes como la memoria, la dictadura, la pobreza, tambien están
allí. (Basta con pensar en "Potestad" de Pavlovsky y
su perversa vuelta de tuerca). Pero lo siniestro de un parricidio "en
el barrio" que provoca esa "inquietante extrañeza"
desde los griegos hasta los montevideanos de hoy es lo que me interesa.
A lo que se suma el investigar en una estética de lo siniestro.
Su paleta de colores, sus sonoridades, los espacios. En resumen, invitar
al espectador teatral uruguayo a ingresar a nuestra propia "dimensión
desconocida".
Notas
1. Sigmund Freud. Das Unheimliche. 1919: Le mot allemand ´ unheimlich
est manifestement l'oppose de †heimlich, heimisch, vertraut (ternies
signifiant intime, de la maison, familier), et on pourrait en conclure
que quelque chose est effrayant justement parce que pas connu, pas familier.
Mais, bien entendu, n'est pas effrayant tout ce qui est nouveau, tout
ce qui n'est pas familier; le rapport ne saurait Ítre inverse.
Tout ce que l'on peut dire, c'est que ce qui est nouveau devient facilement
effrayant et Ètrangement inquietant ; telle chose nouvelle est
effrayante, toutes ne le sont certes pas. Il faut, la chose nouvelle et
non familiere, quelque chose en plus pour lui donner le caractere de l'inquietante
Ètrangete. Volver
2. Jacques Derrida, La escritura y la diferencia. Volver
3. Hector Mendoza "Los Otros". Volver
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