ARGENTINA. Diario de una turista teatral en Londres
Por Lucila Pérez Lascano
Lunes 8 de agosto de 2005
Llegué ayer a Londres, como tantos otros turistas, o quizás no tantos, que decidieron hacer caso omiso a esa vocecita que dice "¿Justo ahora, Londres?", y que en mi cabeza suena muy parecida a la voz de mi mamá. Ayer se cumplió un mes de los atentados. Desde afuera uno se imagina una ciudad paralizada, pero aquí la gente continúa, por supuesto, con sus actividades cotidianas. Como era domingo, ayer me animé a tomar el subte. No fue un viaje muy placentero que digamos; es inevitable mirar con atención a cada pasajero que ocupa el mismo vagón que uno y preguntarse por qué algunos llevan bolsos tan abultados, o disculparse con la mejor cara de inocente si uno mismo lleva una mochila muy grande.
Esta mañana, tempranito, fui a hacer la cola para sacar "day tickets" (entradas que se guardan para vender el mismo día de la función) en el National Theatre. La boletería abre a las 10, pero la gente se adelanta y llega una o dos horas antes para asegurarse su entrada. Un típico colectivo inglés de dos pisos, para evitar tomar el "tube" (subte) en hora pico, me dejó sobre el puente Waterloo, justo arriba del Teatro. En la cola eran todos ingleses y leían un libro para pasar la espera.
Saqué entrada para "The uN Inspector", basada en "El inspector" de Gogol, adaptada y dirigida por David Farr. La función es a las 19:30, pero hay que llegar un rato antes para pasar por el guardarropa gratuito, donde es obligatorio dejar bolsos o mochilas, luego de ser revisados sus contenidos. A la sala sólo se puede entrar con una cartera pequeña o mínimo bolso de mano. El programa de la obra se puede comprar en la librería del Teatro o antes de entrar a la sala, por 3 libras, que es bastante dinero; de todos modos, también está disponible un "cast list" gratuito, es decir un papelito impreso con la lista del reparto. No hay acomodadores, pero los números de los asientos están bien visibles. En el intervalo, una grabación recuerda a los espectadores que, en vista de los acontecimientos recientes, no dejen sus pertenencias descuidadas en ningún momento para evitar alarmas innecesarias.
La acción de la obra está situada en nuestros días, en un pequeño país indeterminado que perteneció a la Unión Soviética, cuyo presidente y gabinete se alarman por la supuesta llegada sorpresiva de un inspector de la ONU, que en realidad no es más que un fracasado inglés dedicado al negocio inmobiliario, que se aprovecha del malentendido para aceptar las atenciones y coimas de los miembros de este gobierno corrupto y dictatorial que simula ser democrático. En un principio es una comedia de enredos, con momentos graciosos, gran despliegue escenográfico, muchos actores en escena, gags, chistes, músicos, etc. Sin embrago, la comedia se va cayendo y termina por estrellarse contra el piso a medida que van proliferando los momentos de denuncia de las atrocidades cometidas por el gobierno, de la persecución a periodistas que investigan sobre las irregularidades y los opositores que intentan luchar contra el régimen totalitario. Me aburre. No les creo nada. Una actriz que representa varios papeles secundarios dentro de la obra, protagoniza uno de los momentos importantes en que una "revolucionaria" aparece en escena para denunciar la opresión ante el supuesto inspector de la ONU, en tono heroico-emotivo, mostrándole las cicatrices de las torturas que sufrió. No le creo. Me irrita.
Martes 9 de agosto de 2005
Mi hermana Rocío, que se dedica al cine, me convenció de que hoy fuéramos a ver "Some girl(s)", de Neil Labute (de quien ella había visto algunas películas que le gustaron), protagonizada por David Schwimmer (Ross en la sitcom "Friends", que seguimos juntas desde nuestra adolescencia), en su debut en la escena teatral londinense. La dan en el Gielgud Theatre, un teatro del West End, es decir del más tradicional circuito comercial de Londres, como puede ser Broadway en New York o, salvando las distancias, la calle Corrientes en Buenos Aires.
También en este teatro nos revisan las mochilas, pero por lo menos se puede entrar con ellas a la sala. A partir de una cierta distancia del escenario, detrás de los asientos se encuentran disponibles unos binoculares para alquilar poniendo una moneda en una ranura. Adelante mío se sientan dos chicas norteamericanas que no paran de hablar y reírse, emocionadas, hasta que empieza la obra, por suerte.
La obra da la impresión de estar diseñada para que el actor principal, la estrella, esté siempre en escena, acompañado, por turno, por cuatro actrices que le servirán para lucirse en distintos aspectos; el público, a su vez, festeja cada frase que él dice. Todo es muy prolijo, muy profesional, las actuaciones, la escenografía realista, la iluminación... es decir, nada se destaca, nada llama la atención. No encuentro lo teatral dentro de la obra, no termino de entender qué es lo que hace que sea una obra de teatro, además del hecho de que estamos en el teatro. Sin embargo, me entretiene lo suficiente como para quedarme hasta el final y aplaudir como todo el mundo, aunque quizás no con tanto entusiasmo como el de las dos chicas de adelante.
Jueves 11 de agosto de 2005
Esta mañana volví a hacer la cola del National Theatre, y me encontré con que había más gente que el lunes, probablemente porque hoy es día de doble función, igual que los sábados. Saqué dos entradas, una para matinée, que es a las 14:15 hs., y la otra para la función de la noche, a las 19:30 hs.: "Henry IV, part 1" y "Henry IV, part 2", respectivamente. A Shakespeare generalmente no le quitan ni una coma, y cada parte dura tres horas con intervalo. Entre una y otra hay dos horas que apenas alcanzan para ir a tomar un café y caminar un poco por la orilla sur del río Thames.
El National Theatre es un teatro oficial y, al igual que el San Martín, cuenta con tres salas: la Olivier, con forma de anfiteatro como la Casacuberta; la Lyttelton, tradicional caja a la italiana, como la Martín Coronado; y la Cottesloe, más pequeña que las otras dos, cuyo espacio se puede adaptar a las necesidades de cada obra, como es el caso de la Cunill Cabanellas. Las salas del National, sin embargo, tienen más capacidad para espectadores que las del San Martín, y cada una tiene dos (y hasta tres) obras en cartel al mismo tiempo; es decir que se van alternando, una semana o unos días cada puesta. La obra que vi el lunes se daba en esta misma sala (la Olivier), con una escenografía completamente distinta, que ahora debe estar escondida detrás del escenario, o a los costados, o debajo...
A pesar de mi espalda dolorida por tantas horas en una butaca un tanto incómoda de la primera fila, pegada al borde del escenario, y a pesar de no haber entendido una buena parte de las palabras del inglés isabelino, hoy estoy muy contenta de haber ido al teatro. Las actuaciones me resultaron deslumbrantes, sobre todo las de Michael Gambon (Falstaff), Adrian Scarborough (Ned Poins y Justice Silence), y Matthew Macfadyen (Henry, Prince of Wales).
Domingo 14 de agosto de 2005
Hoy fui por fin a ver una obra en el Shakespeare's Globe Theatre, que vendría a ser una reconstrucción lo más fiel posible de lo que fue el teatro de Shakespeare, situado en la orilla sur del Thames, muy cerca de donde estaba el original. La construcción es hermosa, tanto por fuera como por dentro. Se intenta recrear el ambiente de la época isabelina por medio de varios detalles, desde los materiales de la construcción, como en el caso de las dos columnas de madera que hay sobre el escenario, pintadas de tal manera para que parezcan de mármol (que por otro lado, ningún arquitecto en sus cabales ubicaría hoy en día en un escenario), hasta el surtido de frutos secos que venden en el intervalo, y que los espectadores comen tranquilamente durante la representación. La entrada más barata es la del yard, que es el patio central sin techo donde sólo se nos permite (a los groundlings) estar parados, por razones de seguridad.
La obra que daban hoy era "The Storm", de Peter Oswald, basada en Rudens ("La cuerda") de Plauto. A poco de comenzar el espectáculo, el personaje The Weather (el clima) entra en escena para explicar que se produce una tormenta y pide ayuda a los espectadores con los efectos especiales, cuando él dé el pie, quienes tengan cámaras fotográficas deben sacar fotos con flash para representar los relámpagos, lo cual me resultó muy divertido, y me pareció que el recurso funciona muy bien. Seguramente, la gracia del asunto está dada por Mark Rylance, un actor excepcional, que no sólo representa otros dos papeles más en esta obra, sino que también interpreta tres personajes en "The Tempest" esta temporada (incluyendo a Próspero), y además es el director artístico del teatro. Disfruté mucho de la obra, de las actuaciones y de los ritmos de la Comedia Romana.
A la salida, me apuré porque sabía que a las 21 daban una obra gratis no muy lejos de donde yo estaba, aunque no tenía bien la dirección y ya casi era la hora. La única indicación que tenía era que quedaba al sur del río, en el tramo entre dos puentes: London Bridge y Tower Bridge. Lo encontré cuando ya estaba a punto de rendirme, porque además no había mucha gente en la calle como para preguntar. Era en una especie de anfiteatro construido hacia abajo en relación con el nivel de la calle, con gradas bastante amplias, muy cerca del río. La obra era
"Children of Hercules" (Los Heráclidas) de Eurípides, y por mala suerte para mí, ya había empezado. Me senté en una de las gradas superiores, y vi que a mi derecha habían ocupado parte de este espacio para poner los objetos que iban a ir necesitando durante la representación, donde también algunos actores esperaban su turno para entrar a escena. En distintos pasajes de la obra, varios de los actores tocaban instrumentos (incluyendo violín, clarinete, tambores, etc.), y cantaban a varias voces, creando un clima casi ritual y envolvente; sobre todo me resultó hipnótico en un momento en que bajaban por las gradas con sus rostros cubiertos por máscaras y llevando antorchas, mientras producían esa música tan hermosa.
Cuando terminó la obra, no había gorra pero vendían un programa que por supuesto compré. Ya emprendiendo la vuelta, me encontré con el Tower Bridge completamente iluminado, al igual que los otros puentes y los edificios importantes que dan al río, creando una vista nocturna muy imponente. Después de sacarle una foto, crucé el puente para tomarme el colectivo número 15 que pasa al lado de la célebre Tower of London.
Lunes 15 de agosto de 2005
Hoy volví al Globe. Como estuve paseando mucho todo el día y tenía las piernas cansadas, decidí sacar una entrada de una de las galerías, es decir, sentada. La de hoy creo que fue hasta ahora la mejor obra que vi desde que llegué: "Man falling down" (Hombre cayendo), de Jack Shepherd y Oliver Cotton. Hoy era el estreno, y lo vi a Mark Rylance en el público, parado en el yard, muy tranquilo con una lata de gaseosa en la mano. El argumento de la obra está basado en el mito de Adán y Eva, que se va degradando a medida que transcurre la acción. La obra en su totalidad está representada con el uso de máscaras, por lo que pude ver, de tres tipos: máscara entera que cubre todo el rostro; media máscara (cómica), que cubre la parte superior del rostro; y una máscara de mayor tamaño que resulta desproporcionada con respecto al cuerpo, que cubre toda la cabeza y se reserva para representar animales o divinidades. Todos los actores usan máscaras, que por supuesto cambian según los personajes, excepto Adán y Eva en la segunda parte de la obra.
La primera parte transcurre en el Jardín del Edén, donde Adán y Eva aparecen ante nosotros con medias máscaras que pueden denotar un poco de miedo y otro poco de curiosidad ante la novedad del mundo, y llevan cada uno un pantalón y una remera de tela color piel, en los que están dibujadas las partes correspondientes de los cuerpos desnudos del hombre y de la mujer, en cada caso. Quizás lo más parecido a una máscara para el cuerpo. La serpiente está representada por un actor extraordinario (Marcello Magni, que además es uno de los "masters of mask" de la obra, es decir, quienes dirigen el entrenamiento en el uso de las máscaras), y detrás de él hay varios actores en fila que se mueven hacia los costados uno detrás de otro, para reproducir la sinuosidad del movimiento. Él usa una media máscara emparentada a las de la Commedia dell'Arte y compone a la serpiente como si fuera un personaje de la Commedia, también dado esto por el estilo de la actuación, por los movimientos del cuerpo y por la picardía con que se dirige a los demás, digna de un buen Arlecchino.
Cuando Adán y Eva son echados del Paraíso, se encuentran con un hombre un tanto particular en la puerta, que no está ni afuera ni adentro. Es medio deforme, camina dificultosamente, habla mal, lleva una máscara de un rostro horrible, con los dientes medio salidos, y al igual que ellos tiene un traje color piel en el que está dibujado su cuerpo desnudo, con un seno de mujer en medio del pecho y dos penes en la entrepierna. Hablando como puede, explica que fue el primer intento de Dios para hacer un hombre, que quiso hacerlo "a su imagen y semejanza", pero que al parecer le salió mal.
La segunda parte transcurre en Londres en una época más cercana a nuestros días, y Adán y Eva son refugiados que no hablan bien el inglés, que vienen de un país llamado Edén, de donde los echaron, por un tema con una manzana...
Así delineada, la obra podría haber sido una pavada, pero estaban muy bien articulados todos los elementos, los actores eran muy buenos, la música jugaba un papel importante, y visualmente era muy interesante, no sólo por el vestuario y las máscaras, sino también por el despliegue de habilidades físicas, que le daban un toque circense.
Miércoles 17 de agosto de 2005
Me gustaría ir a ver alguna obra del circuito alternativo, que acá se le llama "Fringe", pero las obras que más ganas me dan de ir a ver están en teatros a los que no sé muy bien cómo llegar, en barrios alejados que no sé si serán peligrosos para salir sola de noche. Ya me quedan pocos días (me voy el sábado), y creo que me voy a tener que conformar con seguir yendo a teatros de las zonas más centrales de Londres.
Nuevamente en el Globe, hoy en horario de matinée vi "Pericles, prince of Tyre", de William Shakespeare. En esta puesta actúan gran parte de los actores de "Man falling down", incluido Marcello Magni (que interpreta a tres personajes y además es el "Master of physical play"). Me resultó muy interesante el trabajo corporal de los actores y las coreografías impecables para reproducir los movimientos del barco, para lo cual también utilizaban varias sogas, unas telas enormes y dos largos troncos que manipulaban entre todos.
A las siete de la tarde me encontré con mi hermana, esta vez para ir al prestigioso teatro The Old Vic (que desde 1962 funcionó como sede del National Theatre, hasta 1976, cuando se inauguró el actual edificio), para ver "The Philadelphia Story", de Philip Barry. Actuaba Kevin Spacey, que además es el director artístico del teatro.
No tengo mucho para decir de la obra, una comedia que me pareció bastante chata y obvia, aunque los actores en general estuvieran bien, prolijos dentro de todo. Kevin Spacey no aparecía mucho, y cuando lo hacía me resultaba un tanto insoportable, demasiado histriónico y poco creíble.
Jueves 18 de agosto de 2005
Otra vez fui al National Theatre, esta vez a la sala Lyttelton, para ver "Theatre of Blood", que es una adaptación de una película de terror del mismo nombre, de 1973, protagonizada por Vincent Price.
La acción de la obra transcurre en un viejo teatro abandonado, ocupado por homeless. Al tener asiento en la primera fila, antes del comienzo pude percibir un detalle que probablemente haya pasado inadvertido por la gran mayoría del público: los músicos iban entrando de a uno a la fosa, todos caracterizados como homeless a partir del maquillaje y el vestuario.
Siete críticos de teatro se encuentran reunidos en este edificio destartalado, citados bajo distintas excusas. Edward Lionheart, un viejo actor que se hizo pasar por muerto, los ha traído aquí engañados, y los va matando uno a uno, sorprendiéndolos por separado, para vengarse de quienes supuestamente arruinaron su carrera. Las muertes, exageradamente sangrientas, se van produciendo en cada caso de acuerdo a distintas célebres muertes de obras de Shakespeare. El actor va interpretando diversos personajes de este autor, recitando sus textos antes de matar a sus víctimas. Se suceden situaciones muy graciosas, por ejemplo cuando la hija, hablando con uno de los críticos, confiesa que la mayor parte del tiempo no le entiende nada a su padre, porque habla en shakespeareano; o cuando vemos que en la versión de Lionheart de "El mercader de Venecia", Shylock finalmente le arranca el corazón a Antonio.
Uno de los méritos de la puesta es el despliegue de efectos especiales para escenificar las muertes, muy espectaculares, con mucho humor negro, que remiten en un punto al truco de magia, ya que el espectador se queda preguntándose cómo lo hicieron en cada caso. También se destacaban la escenografía, el vestuario, el maquillaje y los peinados, que transportaban a los años 70, y al cine de esa época.
Viernes 19 de agosto de 2005
Hoy fui al Donmar, a ver "Mary Stuart", de Schiller, en una nueva versión de Peter Oswald. Este teatro no llega a ser exactamente del circuito más alternativo (fringe), pero en la revista Time Out está listado bajo el título "Off-West End", es decir que está dentro de la zona más central, pero no se dedica a una actividad tan puramente comercial como la de los teatros del West End que presentan mayoritariamente comedias musicales y/o grandes producciones con actores conocidos mediáticamente.
Dentro de todo, disfruté la obra, pero no tengo mucho para destacar, excepto que me gustaron las actuaciones en general, y que hubo un efecto de lluvia muy bueno en la segunda parte de la obra, con agua de verdad cayendo torrencialmente sobre el escenario, que daba por resultado una imagen muy hermosa.
Mañana me voy, con ganas de retomar mis estudios de actuación en Buenos Aires, después de estas instructivas vacaciones. De todas las obras que vi, me queda la sensación de que acá se toma muy seriamente a la actividad teatral, pero sobre todo que se le da mucha importancia a los actores, y que ellos tienen una dedicación y una profesionalidad extraordinarias por su trabajo. Se nota que tienen una preparación integral muy minuciosa y exigente. Tienen que contar con un muy buen estado físico y con mucha energía para poder hacer, en algunos casos, ocho funciones semanales, siendo que gran parte de los espectáculos se presentan por lo menos seis días a la semana, y tienen días de doble función.
Si llego a tener la oportunidad de volver, intentaría conocer más lo que pasa en los teatros del fringe (que es el tipo de teatro que más veo en Buenos Aires), pero no dejaría de ir a ver obras en el National y en el Globe.
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