Sumario

Hacer teatro hoy

La escena
iberoamericana

Investigar el teatro

COSTA RICA. De espectadores y otros bichos

Por Ana Istarú

 

Como bien es sabido la raza humana se divide, según su ubicación en relación con el escenario, en dos: actores y espectadores.
Los primeros son gente normal, capaces de hablar en verso en media corte inglesa por la noche, cortejar a una diosa griega al día siguiente, y un par de meses después decapitar como Dios manda a sus enemigos. Los segundos, no. Los espectadores conforman, para su desdicha, esa multitud de excéntricos que sólo disponen de una vida, rarísimamente cambian de nombre y tienen el feo hábito de ser siempre la misma persona. A menos de que se trate de estafadores o delincuentes de cierto caché. Pero estos no son más que lamentables aficionados.
Los espectadores creen, la mayoría de las veces, en un Ser Supremo. Los actores creen en la Nigüenta. Estratégicamente colocada entre bambalinas, para mantener atestado el butacario. Bañan la boletería con azúcar, café y canela. Creen en San Ginés y le prenden candelas, que hacen dudar al dueño de la sala: ¿se va a ablandar el santo? ¿O se va a quemar el teatro?
Los espectadores cotizan para una pensión, toman complejos vitamínicos, revisan el líquido de frenos. Nada más alejado de los actores, quienes de todas formas sin pensión y a menudo peatones, alejan la adversidad de manera más realista: nunca se dice "Macbeth" en un teatro, no se usa el amarillo, no se dice "culebra" (sino "la que se arrastra"). Y al incauto que silba se le conmina con un cosco en la cabeza, y se le responde al punto, antes de que el desastre sea completo: "lagarto, lagarto, lagarto", haciendo una seña con la mano, que en italiano quiere decir "cornuto" y en teatrero "callate".
Los espectadores, poco avezados los pobres en lenguas que no sean la materna, ignoran que en escena "tener un blanco" es olvidar el texto, "tener un furcio", desfigurar alguna palabra del texto, y "meterse en un jardín", inventar como endemoniado cualquier cantidad de texto, en medio de las caras de terror de los colegas, cuando, precisamente, se ha olvidado el texto.
Los espectadores, para finalizar, son jóvenes los viernes y se ríen hasta quedar ebrios. Son casados los sábados y van arrastrados por sus esposas. Son intelectuales los domingos y no se ríen, pero aplauden mucho y así se hacen perdonar por los actores. Los jueves son pocos, no aplauden ni se ríen y se les denomina "los juevones".
Los actores podrían pegarle un tiro a un espectador que no apague su celular. Pero hundirían en aceite hirviente a un espectador que converse por su celular.
A veces, (ocurre), algún espectador se enamora de una actriz. A pesar de las diferencias se aparean. Y al espectador no le importa acostarse con Lisístrata y despertarse con Ofelia. Casi podría decirse que el polígamo monógamo es feliz.

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