Sumario

Hacer teatro hoy

La escena
iberoamericana

Investigar el teatro

URUGUAY. Tiempos de cambio y avance

Por Jorge Pignataro Calero

 

"Señoras y señores, estos tiempos son duros, pero tienen que cambiar"
(Bertolt Brecht en "La resistible ascensión de Arturo Ui")

 

Vientos de popa están soplando para la cultura uruguaya, particularmente en Montevideo, aunque en diferentes medios existe preocupación por extender esa movida al resto del país. Pasada la tradicional "temporada veraniega" con su cuota de frivolidad, novelería y humor a todo trapo, se multiplican las novedades de enjundia y compromiso y los emprendimientos arriesgados tanto en el teatro como en las otras áreas del arte y la cultura. En la música, por ejemplo, el azar ha desencadenado en mitad del año y en pocas semanas sobre los aficionados un compacto de famosos que reunió a Il Giardino Armónico; la Filarmónica de Israel dirigida por Zubin Mehta repitiendo su éxito de veinticinco años atrás; la West Eastern Divan Orchestra con el argentino-israelí Daniel Barenboin al frente; la Filarmónica de San Petersburgo; el retorno de la ópera con "La Bohème" de Puccini, más una breve y apretada temporada del género a cargo del SODRE, presentando "Il signor Bruschino", "Las bodas de Fígaro" y "Don Pasquale"; y otros etcéteras de variado calibre.
A ese azar no es ajena, sin duda, la reincorporación del venerable Teatro Solís al magro circuito de salas de gran porte, que las nuevas autoridades del SODRE están decididamente dispuestas -así lo han declarado- a incrementar con la terminación de las obras del nuevo edificio. Pero el Solís no solamente ha albergado la música sino también el teatro y la danza, y viene multiplicando el uso de sus espacios con actividades docentes que han obtenido nutrida respuesta. Y en materia de teatro la Comedia Nacional -ya no como dueña de casa sino como lo que se ha dado en llamar "elenco residente"- retornó con la segunda y tercera partes de "Las mil y una noches", ambicioso espectáculo cuya primera entrega se había estrenado en 2004 celebrando la reapertura de la reciclada sala. Pero la nueva situación del elenco oficial fruto de la descentralización dispuesta por la autoridad municipal -cuyos detalles sería tedioso enumerar- le han obligado a repartir sus desempeños en otras salas como el Verdi y el Victoria, esta última inteligentemente rescatada de su casi ruinoso estado anterior, que permite imaginativas puestas en escena no tradicionales, y en ocasiones audaces usos del espacio escénico llevados a extremos sorprendentes, como lo hizo la propia Comedia Nacional temporadas atrás con "Pericles, príncipe de Tiro" de Shakespeare y el año pasado con "Caníbales" de Georges Tabori, que viene de reponerse; o como acaba de hacerlo Fernando Toja adaptando la novela de Nikos Kazantzakis "La última tentación" sobre tema bíblico.
Eludir los criterios tradicionales de puestas en escena da lugar, con frecuencia, al uso de espacios no convencionales, una práctica cada vez más extendida en Montevideo principalmente por la escasez de salas. Pero que ha encontrado en los teatristas de las últimas generaciones entusiastas y talentosos cultores, como Mariana Percovich, María Dodera, Roberto Suárez, Rubén Coletto y Alberto Rivero. Mariana tiene en preparación una versión de "Tito a la tártara" del joven dramaturgo germano Albert Ostermeier -demorada por problemas de salud de la directora que le han impedido asumir su flamante designación como directora de la Escuela Municipal de Arte Dramático-, que está propuesta para lo que se ha dado en llamar "Parque Tecnológico Industrial", en realidad las abandonadas instalaciones del ex Frigorífico del Cerro.
Por su parte, María Dodera, habitual usuaria del polifuncional espacio del Centro Cultural Florencio Sánchez, también en el Cerro, donde poco tiempo atrás montó "Una cita con Calígula" de Roberto Suárez, y el año pasado "El hueco" del joven dramaturgo y narrador Gabriel Peveroni (nominado al premio Florencio de la Crítica, como lo fue también en 2003 por "Sarajevo esquina Montevideo"), volverá con otro texto de este último titulado "Groenlandia" (o "Abuelo era de Mussolini") a presentarse en el último piso (el 25º) de la Torre de las Comunicaciones, flamante lugar ya usado para la música pero que lo será por primera vez para el teatro.
Rubén Coletto abandonó, excepcionalmente, los espacios no convencionales (como el viejo Cervantes) y comprimió con criterio camerístico y con la milagrosa colaboración del arquitecto Alejandro Curzio en la escenografía, la obra de Rafael Spregelburd "Raspando la cruz", pieza que si bien se mira aparentemente reclamaría ámbitos más abiertos, y no precisamente las estrechas dimensiones de la segunda salita del Stella D'Italia. Otro tanto acaba de hacer Alberto Rivero -privado ahora del desaparecido espacio Puertoluna-, montando en la salita Cero de El Galpón una versión "montevideanizada" por él mismo conjuntamente con los intérpretes Jorge Temponi y Mariana Lobo, de "Postales argentinas" de Ricardo Bartis, rebautizada "Atlántida y El Dorado", dos alusiones que no necesitan explicarse. Esta pieza se dio a conocer años atrás en su versión original (y muy diferente a la actual) en una de las Muestras Internacionales de Teatro de Montevideo, con Pompeyo Audivert.
Como se puede apreciar por esta enumeración parcial, los aires de cambio y avance del título no aluden al obvio rumbo innovador que se advierte en lo sociopolítico, sino que los hacedores de la cultura, en particular del teatro, están empujando en sintonía con ello y -no es casual-, también con los renovadores del teatro argentino, de ahí que se reitere en las carteleras el nombre de Spregelburd ("Destino de dos cosas o de tres" fue la primera, dirigida por Percovich), y aparezcan Alejandro Tantanian ("Juego de damas crueles"), Daniel Veronese ("Mujeres soñaron caballos", "Conversación nocturna", "Crónica de la caída de uno de los hombres de ella"), y otros.
Naturalmente que, al mismo tiempo, otros teatristas exploran acertadamente diferentes caminos expresivos, ya sea con autores famosos (Mario Ferreira con "El último yanqui" de Arthur Miller; Héctor Guido con "Galileo Galilei" de Brecht); descubriendo nuevos nombres (el mismo Ferreira con "El viento entre los álamos" del francés Gèrald Sibleyras, y "Frozen" de la inglesa Bryony Lavery); en un tono de comedia menor (Omar Varela con "Excusas" de los catalanes Joel Joan y Jordi Sánchez); o dibujando un retrato hablado de una gran figura de las letras uruguayas ("Onetti en el espejo" de Híber Conteris sobre entrevistas de María Esther Gilio a Juan Carlos Onetti).
Entretanto, el bien servido público montevideano se apresta a asomarse a una ventana abierta hacia el teatro universal de la mano de los galponeros, que organizando el "Primer Festival Internacional de Teatro El Galpón" a realizarse entre el 16 de setiembre y el 2 de octubre, han tomado la posta que por falta de apoyos oficiales y sponsors privados dejó vacante la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay que organizara entre 1984 y 2000 las Muestras Internacionales de Teatro de Montevideo de grato recuerdo. Es de desear que El Galpón tenga mejor suerte que la ACTU, y quienes crean en la cábala advertirán que el nuevo festival se cerrará el 2 de octubre, fecha de creación de la Comedia Nacional uruguaya (en 1947) y del fallecimiento del maestro Atahualpa del Cioppo (en 1993). De todo eso habrá que seguir hablando y escribiendo en próxima edición.

Volver arriba