INVESTIGAR EL TEATRO. ESPAÑA
 

EN EL PRIMER ENSAYO

Notas para quien se encargue de la dirección escénica

Por Domingo Ortega

 

A Julio Pincheira, con toda mi cordialidad

Es importante la creación de un ambiente de ensayo, una habitación cálida, y en su ausencia, la calidez de la palabra del director que construya una chimenea de fuego controlado en el centro de la sala, una iluminación especial que se distancie del trabajo cotidiano, sobre todo la luz blanca de los neones, que puede ser utilizada como signo de entrada de nuevo a la cotidianidad, el olor, que nos atraiga a la ritualidad del inicio del trabajo, la música, con la que dé inicio a la focalización de tanta abstracción como tienes en tu imaginario, el vestuario que cambie por completo al actor, psicológica y físicamente, predisponiéndole para el tipo de ensayo que vamos a realizar (gestual, corporal, psicológico, textual).

La voz del director, junto a las notas que va indicando, deben fundamentarse en la cordialidad para con el grupo. Un director en el primer ensayo debe mostrar ante todo seguridad vocal y gestual, saber lo que quiere en cada momento. Sobre todo anidar la sospecha. Sinceramente, no sabrás que decir, cómo moverte, el temor de un fracaso te invadirá. Pero nadie tiene que saberlo, tu trabajo es la soledad.

Dice Peter Brook que el primer ensayo es siempre algo parecido a la conducción de un ciego por otro ciego. Pero que nadie aprecie que tú eres Tiresias. Debes guiar al actor o la actriz con tu voz y tu cuerpo hacia su voz y su cuerpo. Hazle consciente sus hallazgos más que sus errores, incluso los errores transfórmalos en aciertos, señalando lo excelente de hacerlo de otra forma. Si crees que existe alguna carencia, señala no el vacío, sino aquello que lo puede cubrir.

No sólo serás quien tiene los nervios a flor de piel: TODOS estarán nerviosos, excitados, animados. Hoy, seguro, que todos estrenan un cuaderno nuevo. ¿Te gusta enfrentarte a un cuaderno nuevo, recién abierto, iluminado de blanco? ¿Qué pondrás? ¿Lo dejarás en blanco el resto de tus días? Lo mejor es relajarte, el cuaderno es sólo un cuaderno y eres tú el recién iniciado, el blanco. Relájate, y haz que tu grupo se relaje. No crees una distancia ni un muro entre actores y el resto del equipo con la escena. Haz que todos estéis juntos. Es bueno comenzar con un calentamiento básico, que todos puedan hacer, y con una relajación que elimine los miedos. Una vez que se está en esa relajación, en la concentración de sí mismo, puedes hacer nacer una emoción cualquiera, un gesto indeterminado. Ya ha comenzado el primer ensayo. Ya has escrito en el cuaderno. Ya el cuaderno eres tú y tu grupo.

Prepara todos tus elementos técnicos antes, porque los actores se pueden desconcentrar. Prepara quince, veinte músicas, doscientas formas de iluminación, quinientas treinta mil propuestas. Prepara, prepara, prepara. Pero debes ser capaz de seleccionar la propuesta más útil esta tarde de ensayo. Y eso sólo lo sabrás cuando llegues a la sala y veas cómo están los actores. Si hoy ha sido un día soleado de primavera, posiblemente estén exaltados, creativos. Si por el contrario, es invierno, hace frío y no se ve el sol desde hace una semana, puede que estén depresivos, desanimados. O al contrario, porque nunca sabrás el momento en el que comienza a vislumbrarse la creación. Por eso, prepara, prepara, prepara, pero estate atento a tu oído interno siempre, porque sólo escuchando cada acción de tu grupo podrás completarte.

En el primer ensayo, y en esta primera etapa, deja al conocimiento fuera tomándose un té. Luego hablarás en la cafetería con él. Esto no significa ni que los ensayos sean ilógicos ni faltos de inteligencia. La inteligencia va a guiar tus pasos, pero no tus amplios o cortos conocimientos, porque la inteligencia busca conocer; el conocimiento ya conoce. Tu inteligencia te permitirá oír. El conocimiento te dejará reflexionar. No prejuzgues nada de lo ocurrido en ese mismo instante. El conocimiento está fuera, y tú no andas con él. Sólo diviértete con tu grupo. ¡Es el primer ensayo! Igual que cuando entras en una discoteca vacía con la música que más te gusta. Nadie te ve. Y bailas feliz, haciendo contorsiones que nunca hubieras imaginado hacer. Quizá no es "El lago de los cisnes" - seguro que no lo será - pero el momento de expresividad y felicidad ya será tuyo para el resto de tus días. No hubo ridículo. ¿Por qué? El conocimiento quedó en casa leyendo libros, y tú te fuiste de copas con tu inteligencia. ¿A qué? Para hacer lo mismo que estaba haciendo el conocimiento: aprender. Es la regla de los ochos: la vida se reparte en ocho horas para trabajar, en ocho horas para disfrutar y ocho horas para dormir. Trabaja, disfruta y duerme durante los mismos períodos de tiempo. Y los ensayos son para disfrutar. El arte es para disfrutar. El teatro es para divertirse.

Esta primera etapa se va a caracterizar por la búsqueda de todo; pero, sobre todo, el actor o la actriz van en su búsqueda del personaje, de un cuerpo, de una voz, de una emoción. No te impacientes nunca, aunque tengas sólo diez minutos para trabajar con ellos. Mi madre siempre me dijo "No es para quien lo busca, sino para quien lo encuentra".

Deja que el tiempo sea exacto. ¿Cómo? No sé. Cuando estás cocinando nunca la comida es igual. Ningún ensayo es igual a otro. Ni el primero ni el último. Ni el primero de una obra se puede comparar con el primero de otra. Siento decirte que no hay métodos. Pero el tiempo tiene que ser exacto, porque el ensayo puede quedar inmaduro o pasado de tuerca. Si no tienes mucho tiempo, haz algo mínimo, conciso. Que creas que vas a salir contento de la sala. Nunca termines un ensayo en el que creas que los actores quedaron tristes. Pueden salir insatisfechos, pero alegres, porque sepan que en cualquier momento van a poder hacerlo. Recuerda que están ciegos, y tú también, pero tienes la vara fértil entre tus dedos.

Recuerda que el director que sabe dominar cada acción de la puesta, el tiempo en el que se desarrolla y la intensidad en la que se realiza, tiene un gran camino recorrido. Ese camino se llama ritmo. Y los ensayos deben ser rítmicos en todo momento.

Por cierto, si crees que la palabra no es acción estás muy equivocado. La palabra es la metáfora pura de la acción. Donde no llega mi mano con un cuchillo puede llegar una palabra. Ata al actor que hace Otelo en la escena del asesinato: el pañuelo se hará palabra. Si no haces de la palabra una acción, ¿qué harás?

Y para más INRI, si crees que un gesto es acción por sí mismo, harás de la escena un puerto de arrebatacapas.

He redescubierto estos días la palabra estímulo. Como en el orgasmo, un director debe estimular a sus parejas hasta el grito o el susurro con la lengua, con su cuerpo, con su energía. Un director o directora debe saber hacer el amor. Sus impulsos sexuales se traducen en estímulos orgánicos para el grupo. Ahora entiendo el concepto penetración de Jerzy Grotowski. El director es el alcahuete que muestra la manera de mejor disfrutar de la escena para cuando llegue el público. ¡Pero qué alegre es esta profesión! Es una profesión de putas. Y no cobramos por nuestro trabajo.

Hay veces que algún elemento que creíamos útil para ensayar no sirve. Sencillamente retíralo. Si una música no funciona, felicítate. Ya sabes algo más.

Desde el primer momento busca una relación con el espacio y con el público. Que sepan dónde están y para quién lo hacen. La mirada del público para un actor o una actriz no es importante para que puedan ofrecer su mejor perfil: les da la presencia real de un escenario. El público es la Estrella Polar, nosotros el barco de los argonautas. Podemos navegar en su dirección o a la contra. Pero siempre la Estrella Polar estará firme en el cielo, sereno o no, del Atlántico.

¿Qué significa entrar en un escenario? Como dice Brook, para entrar al teatro hay dos puertas: la del vestíbulo y la de los camerinos. Kantor hacía entrar a sus alumnos de teatro o de plástica siempre por una puerta. ¿Qué significa atravesar esa puerta? ¿Qué dejar atrás? Entrar al escenario es entrar al ensayo. Marca pues el espacio, y su norte.

Debes saber delegar en tu grupo. Sin imponer nada, pide ayuda. Sin suplicar tampoco, pide ayuda. Normalmente todos estamos dispuestos a colaborar. Si uno coloca la luz, otro prepara el vino de la escena, otro enciende una vara de incienso, y otro se concentra en la música que se debe poner en el instante preciso: ya tienes una etapa importante en tu trabajo, porque tu grupo está predispuesto. Si consigues que eso fluya sin más, como un quehacer cotidiano y bello, no lo pierdas. Tienes lo que los más grandes directores han soñado crear: un grupo dispuesto.

No dejes de estar presente para los actores en esta etapa. Pero nunca estés con ellos si les molestas. Eres el director o la directora. Si estás constantemente con ellos indicándoles, diciéndoles qué hacer, cómo hacerlo, para qué hacerlo, etc., eres tú el actor. Indica clara y concisamente, in-di-ca, del verbo indicar. Pero no actúes, que seguro que lo estás haciendo mal. Pero tampoco dejes solo a un actor o a una actriz en escena. Tu invisibilidad estará con ellos si tu cuerpo está con cada uno de sus movimientos. Si se olvidan de ti, mucho mejor, están escribiendo en su cuaderno. Ahora te toca leer, aunque "ayes faltas de hortografia". Hay signos que te permitirán reconducir el trabajo, como un cambio de música, de luz, etc. En esos momentos tú puedes volver a introducir indicaciones, sin dejar nunca de acompañarles en su trabajo. Tu voz, tu cuerpo, tu emoción, deben estar equilibrados con cada acción de los actores. Por ejemplo, llama a los actores por el nombre de sus personajes, pero nunca sorpresivamente, porque les puede traer de nuevo al mundo fingido y doloroso de las tablas. Ahora están disfrutando en otro lugar. Ellos tienen más suerte que tú, pero no les envidies, no seas el ascensorista que sube a la gente y luego se resiente por no poder bajar del ascensor. Disfruta viéndolos, que es otra bella emoción.

¿Te das cuenta del poder que tiene el director? Es como el creador de criaturas. Siéntate sin poder; siente que lo tienes, pero que no vas a utilizarlo. Si paseas, si te sientas, piensa en la relación de tu cuerpo con los actores. No parezcas un domador de leones, no parezcas un animador sociocultural, no parezcas un juez, no parezcas un profesor. Como mucho, parécete a una madre. ¿Tiene poder el director? Si lo tiene ¿cómo es? Es una pregunta que me hago siempre, y que no puedo contestarme. ¿Por qué? ¿Qué significa poder? Este extraño puesto de tomar decisiones que afecten a un grupo ¿es poder?, ¿es responsabilidad?, ¿es tontería teatral? Cuando tengo la oportunidad de no tomar decisiones, suele resultar que el trabajo es excelente. Simplemente todo fluye. Nadie sabe más. Nada vale nada. Nada tiene significado. Todo es un significado. Nadie pregunta, pero todo contesta. Se llega a un presunto resultado que los demás observan, y nosotros, el grupo, no entendemos. Por otro lado, cuando me siento con la responsabilidad de tomar determinaciones frente a la iluminación, la música, la partitura de los actores, algo no está saliéndome bien.

¿Por qué llevar hacia la vejación a un actor, a una actriz? ¿Qué necesidad hay de tomar ese camino, habiendo tantos otros con los que se disfruta? ¿Por qué apelar a los malos recuerdos personales? ¿Quién eres tú para eso? Si surge, que sea porque el actor, la actriz, lo han reclamado. ¿Pero tú? ¿Director? Sí, pero director de teatro, no de vidas. La vida no es un concepto teatral, porque la vida tiene pasado y presente, y el teatro tiene presente y futuro. El teatro es una memoria del futuro de los artistas que pasa a ser una memoria del pasado en la vida del espectador. Intervenir en la vida de otra persona, por mínimo que esto sea, puede hacerle cambiar tanto su presente que no recupere su camino. Intervenir en el teatro proyecta imágenes en el futuro. Por eso, intervén siempre hacia delante, hacia la memoria futura, nunca hacia atrás, hacia el recuerdo del pasado. Para el actor, la actriz, este proceso de trabajo pertenece a su vida, y ellos sí pueden recordar, e invocar su vida cuando lo precisen. Tú no tienes derecho, ni eres juez ni eres parte.

En "El amor en los tiempos del cólera", un personaje de García Márquez, el profesor, va rellenando papelitos a cada instante, porque "el que no tiene memoria se la hace de papel". Aunque creas que te acordarás de ese instante, lo olvidarás, y si lo olvidaste es que no tenía importancia. ¿No tenía? Para ti seguro que no, pero para el actor o la actriz podría despejarle grandes dudas. Anota todo lo que creas interesante en cada momento, aprende a mirar mientras escribes, a esencializar en una sola marca lo que tanta importancia, o no, puede tener. Tú eres la memoria del ensayo, al igual que el espectador es la memoria del teatro.

Las anotaciones del director deben ser muy concisas, que ocupen el tiempo preciso entre que los actores queden saturados de información o faltos de ella. Y déjales el tiempo a ellos. No estés con ellos más de la cuenta. Ellos están buscando el tiempo perdido. No se lo hagas perder tú.

No des demasiados datos. ¿Para qué? Si quieres acogotar el conocimiento, bien. Pero si quieres que dominen todo lo que estás pidiendo, al único lugar donde los llevas es a la confusión. Y salir de la confusión es casi imposible. Si llegáis a la confusión, vuelve a empezar, haz un nuevo primer ensayo al cual amarrarte, y no te desprendas de él. La búsqueda de "El primer ensayo" es lo que más se codicia ente los mejores artistas. Como dice Raúl Ruiz en su película, parafraseando a Proust, el tiempo no se pierde, el tiempo se recobra.

El cómo hacerles saber cuándo acaba el ensayo es muy importante. El cansancio es una fuente importante de creatividad cuando el actor o la actriz no están cansados. Pero cuando los actores, por la saturación de trabajo a la que están sometidos en la sociedad actual, llegan con un cansancio no propio del trabajo actoral sino con un cansancio personal, hay que buscar el camino para el encuentro con el proceso creativo. En este caso, el mejor camino no es el más largo ni el más pedregoso. Alimenta a la imaginación con aire fresco, que las plantas de los pies tengan el tiempo de llegar a pisar la hierba fresca de un prado. Ya verás cuándo y cómo llega la creatividad.

Cuando acabe el ensayo, permíteles que se queden con un recuerdo de la emoción, que en definitiva es un recuerdo de su cuerpo. Es un tesoro para el actor o la actriz su memoria. El recuerdo del primer ensayo, si ha sido bueno, os acompañará el resto del proceso de trabajo. Siempre querréis volver al momento de esa emoción. Y mañana será otro día.

 

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