Por Néstor Caballero
1 de Julio de 2006
Ya estoy por finalizar mi texto "Te quiero de gratis, Lavoe". Son 55 escenas. Sólo me falta por pulir las escenas 10 y 11 y habré terminado.
10 de Julio de 2006
La Habana, 10 de julio de 2006
Ref.:P- 806
Estimado amigo:
Nos complace invitarlo a integrar el jurado del Premio Casa de las Américas correspondiente al año 2007, lo que supone estar aquí entre el 15 y el 25 de enero próximos.
Estamos seguros de que su presencia en dicho jurado implicará un estimable y provechoso trabajo. La Casa se hará cargo de sus gastos de viaje y estancia.
Le agradeceremos que nos responda en cuanto le sea posible por nuestro fax (537) 834-4554, o los e-mails presidencia@casa.cult.cu y cil@casa.cult.cu.
Reciba un cordial saludo,
Roberto Fernández Retamar
11 de Julio de 2006
Barcelona, Estado Anzoategui
11 de Julio de 2006
Respetado y estimado amigo
Roberto Fernández Retamar
Sumamente emocionado y agradecido por escogerme para integrar el jurado Premio Casa de las Américas 2007.
Desde ya, cuenten con mi presencia y trabajo para con tan prestigioso Concurso que siempre nos ha colmado de orgullo a todos los escritores latinoamericanos.
Reciba un abrazo bolivariano y martiano
Su amigo
Néstor Caballero
República Bolivariana de Venezuela
21 de Julio de 2006
Me divorcié. ¡Otra desolación más!
24 de Julio de 2006
ESCENA 10
MIENTRAS EL CANTANTE DICE SU MONÓLOGO, EN EL FONDO Y EN DIFERENTES PARTES DEL ESCENARIO, IRÁ ENTRANDO, EN COREOGRAFÍA, EL CUERPO DE BAILE QUE LEVANTARÁ, A LA VISTA DEL ESPECTADOR, UN BARRIO MUY POBRE EN UN CERRO EMPINADO. IGUALMENTE, IRÁN ENTRANDO LOS MÚSICOS DE SALSA, COMO SI VINIERAN A UN CONCIERTO EN VIVO Y SE ESTUVIESEN PREPARANDO PARA INTERPRETAR.
EL CANTANTE: (EN PROSCENIO. AL PÚBLICO, COMO SI ESTUVIESE EN UN CONCIERTO EN VIVO) ¿Y cómo está mi gente, hoy? ¿Cómo se sienten? Preparados para salsear. Escuchen algo. Una persona dijo por ahí, que la salsa es nada más que una música para los pobres y que solo sirve para bailar. Bueno, a esa persona yo le replico que Beethoven es nada más que una música para los ricos y que sólo sirve para escucharse sentado en una poltrona. Es por eso que las mujeres de los ricos están recontragordas. Entonces las meten en un gimnasio con dietistas, para que les rebajen el mantequero de la panza. Les voy a decir algo, pero se los voy a decir decentemente, sin malas palabras porque nos pueden a llevar a todos presos si digo algo fresco. Escuchen, mi gente, ¿quieren saber una verdad? Pues la verdad es esta, las mujeres de los ricos siempre estarán enfermas y gordas como cochinas preñadas. ¿Y saben por qué? Porque Beethoven les dejó el ánimo achantado y el alma rechoncha. Les voy a dar un consejito a los ricos. Escúchenme riquillos, si ustedes quieren que sus mujeres estén bien sabrosotas como las de nosotros, pónganlas a bailar salsa. Está científicamente comprobado que la salsa es buena para la salud. Las mujeres de nosotros, las que bailan salsa, están sanísimas y buenísimas, son unos caramelotes que están como para chupárselas completitas. Es que ese meneo terrenal que es la salsa, a nuestras mujeres se les mete por la sangre y les quita la mugre de la barriga y luego la salsa les llega directo al corazón y se los limpia y de ahí la salsa les va derechito al alma y se la pone bonchona y alegre. Que escuchen todos los políticos, es de la salsa brava donde mi gente saca fuerzas para resistir tanta pobreza, no de las promesas que ustedes les hacen. Oye, mi gente, a mí me meten preso porque digo malas palabras en el escenario, pero a los políticos no. Claro, ellos hablan bonito cuando suben a los cerros y van a las barriadas a buscar votos, ah, pero cuando están entre ellos, hablan con más malas palabras que el carajo. Pero eso no es lo que quiero decirles, mi gente. Vine a cantarles y a hablarles de salsa. Vean a nuestras mujeres subiendo un cerro empinadito, con una lata de agua en la cabeza y una bolsa de mercado en una mano con medio kilo de azúcar y un cuarto de kilo de café y sardinas de las baratas cuatro latas. Y esas mujeres, en la otra mano, arrastran una chorrera de hijos. ¡Y no se quejan! Sino que suben y suben escalinatas, tarareando su salsa y siguen subiendo, con su tararear, curvas y más curvas de las escalinatas de ese cerro. Y esas curvas, y esas escalinatas, les abrazan el cuerpo y se los moldean y se lo van poniendo buenote, desde los pies hasta él último pelo de la cabeza. Y con cada subida, sabrosura de pantorrillas, y con cada escalón, piernones, y con cada curva, cinturita de avispa candela. Sabrosura picante y dulce hace la salsa canturreadita en esos cuerpos de hembrón que tienen nuestras mujeres. (AL PÚBLICO.) Dígalo ahí. (SE RESPONDE.) Es así, es la purita verdad. Con la salsa, a nuestras mujeres se les imanta de esperanza el corazón y por eso no se enferman. La salsa cura todo, la salsa hace milagros. Nuestras mujeres, así, tarareando en salseadito, llegan al rancho donde les espera su varón, silbando la misma salsa que ellas tarareaban. Y ahí, encaramado sobre el rancho, está su varón montándole un nuevo techo de cartón para que no se le mojen los chamos cuando llueva. Cuando el varón la ve llegar, inmediatamente salta del techo recién puesto y, como todo un caballero, le mete sendo jamón de cariño. Luego él se marcha cerro abajo, a partirse el lomo, sol a sol, trabajando. Y regresa, vuelto un pellejo, pero eso sí, salseandito, porque sabe que lo espera su hembra con el pocillo de café tinto y la papa para comer. Papa pobre, pero sazonadita de amor. Pero... (CANTA) ¡A ese varón! (SIN CANTAR) A ese varón, cuando mira su casa más pobre cada día, por más que se parta el culo trabajando, siente como un uppercut en plena quijada al ver que, aunque trabaje y trabaje, nunca saldrá de la pobreza. (CANTA) ¡A ese varón! (SIN CANTAR) A ese varón se le estremece hasta la última entretela del alma, porque, aunque trabaje burda, la pobreza le da en plena cara un par de coñazos de amargura y... así, queda noqueado por la tristeza. (CANTA LA FRASE) ¡A ese varón! (DEJA DE CANTAR. PAUSA CORTA. TRISTE) Sí, de repente, a ese varón le entra la tristura, mientras come la sardina recién pescada de la lata. Entonces su hembra lo ve y comprende que a su varón lo va a batuquear la pesadumbre, pues sabe que él está pensando que los cuatro piches centavos que se ganó no le van a alcanzar para un coño. (SE ANIMA.) Entonces, ella le prende la radio y se oye una salsa. Y su varón levanta la cara y ve a su hembra y ella sonríe con un tumbaquetumba en la cintura y él se levanta y, con sus manos callosas, la recorre palmo a palmo en toda su sabrosura. Y, bailando la salsa de la radio, corretea las veredas sazonadotas del cuerpo de su hembra. (MÁS ANIMADO AÚN.) Y salseando la lleva al cuarto, que no tiene puerta sino una cortinita de flores amarillas, y ahí, hacen el amor. Sí, hacen el amor pero de tal manera, que el rancho completo se estremece como tumbadora y su vaivén resuena en todo el barrio. (RÍE, MUY ALEGRE.) Ay, válgame Dios, qué cosa más rica, mi compae. (ANIMADÍSIMO, FELIZ.) Y los chamitos que están afuera, también escuchan la salsa que satisface sus sueños desde la radio. Entonces, un chamo agarra la lata grande de agua y con sus dos manitos le da curucuprá cuprá curucuprá, y la hace sonar como tambora. Y otro chamo agarra las dos latas de sardina ya vacías, se las coloca entre las piernas y tucutún pucupún tras tras tucutún, las hace sonar como bongó. Y el chamo de más allá, agarra el rayador vacante de queso barato, y toma una chapa de refresco y ruascus, ruascus ruasruas ruascus, lo hace sonar como charraca. Y otro chamito, agarra un pocillo y con una cucharilla, y lo hace sonar como timbal. Y llega otro chamo y empuña un peine y le pone un papel encima y lo hace sonar como trompeta. Y el chamo que estaba recostado del poste de la luz, de esa luz que se robaron, se acerca y canta salsa. Y esa salsa repicotea y la rumba se arma, porque toda la gente del barrio, al escucharla, sale de los ranchos en un solo bailoteo. Sí, es así, yo lo he visto, lo he vivido. Comienzan a brotar mi gente de los ranchos y se ponen a bailar en plena calle de tierra. Y bailan y bailan y bailan y salsean y gozan y se ríen toda la noche, porque la salsa ya ha hecho el milagro de hacerlos esperar al puto día duro de mañana, con la esperanza de que será mejor. (A LOS MÚSICOS.) Vamos, ahora, denle duro a la salsa, que le voy a cantar a mi gente, a todos, a todos, porque los quiero de gratis. Vamos, denle duro ahí, y que se escuche "Mi Gente".
ESCENA 11
SE ESCUCHA LA MÚSICA DE LA SALSA "MI GENTE" Y EL CANTANTE COMIENZA A CANTARLA, RELACIONÁNDOSE CON EL PÚBLICO COMO SI ESTUVIESE EN UN CONCIERTO EN VIVO, SOBRE TODO CUANDO PIDE QUE REPITAN A CORO LA FRASE "LALALALALÁ".
28 de Julio de 2006
En estos días he leído y releído mi obra "Te quiero de gratis". Ya está lista. Hoy se la envío por mail a la Productora para que comiencen los ensayos.
Ahora, de nuevo, el vacío, la turbación de pensar si ya no me vendrán ideas, argumentos para otros textos. La espantada, el horror de sentir que quizá "Te quiero de gratis" sea mi última obra.
30 de Julio de 2006
Qué depresión me causa ver cómo va el mundo. Leer la prensa, analizar las noticias, ver los noticieros de televisión y razonar sobre lo tendencioso que pueden ser los mismos. Salir a la calle, relacionarme, observar detenidamente al ser humano, leer en ellos angustias, vilezas y penurias, a veces me deja sin aliento.
No sé, quizá hubiese sido más feliz siendo astrónomo que dramaturgo. ¡Sí astrónomo y leer con sumo gozo la perfección del universo en vez de examinar con abatimiento el alma del hombre! En mis interpretaciones del espíritu del hombre he encontrado la más de las veces miserias, egoísmo, crueldad. Claro, debo ser justo, cuando he logrado percibir en la esencia de un hombre o de una mujer la bondad, la solidaridad y el desprendimiento para con la humanidad, siento que he visto reflejados en ellos, en su corazón, la perfección del universo. Eso me hace resistir y vivir. Tener esperanzas de que quizás, algún día, el ser humano albergue en su pecho la perfección de las estrellas.