Por Rosalina Perales
Universidad de Puerto Rico
Del 3 al 6 de mayo de 2006 se celebró en Paraguay el Primer Simposio Internacional de Teatro en torno al tema del bilingüismo teatral paraguayo - español y guaraní -, y norteamericano - español e inglés. Hubo muchos invitados locales y del extranjero. Llegamos algunos estudiosos del teatro latino en los Estados Unidos. Entre los expositores paraguayos me llamó la atención un director, Agustín Núñez, por la contundencia de sus declaraciones; por sus experiencias teatrales, tanto en su país, como en el exterior. En una breve entrevista que tuvimos oportunidad de realizar en esos días y de ampliar en la distancia, posteriormente, Núñez habló sobre temas diversos que vale la pena compartir con los colegas latinoamericanos.
- Rosalina Perales: ¿Cuándo empezaste a hacer teatro? ¿Dónde? ¿Con qué grupo?
- Agustín Núñez: Este año cumplí 59 años (y desde los siete estoy vinculado al teatro). Me inicié en el teatro de títeres a los siete años. Por circunstancias particulares, durante varios años tuve la oportunidad de realizar funciones en colegios y centros de estudios. Ya de adolescente, cambiamos los títeres por el juego del circo. Mi casa poseía un patio inmenso y eso facilitaba las "presentaciones". Allí fueron mis primeras incursiones en elementos que más tarde emplearía en teatro, como son el trapecio, los malabares, la prestidigitación... En el año 1965, en Paraguay, fui invitado por uno de los grandes directores de la época, Víctor Prandi, para participar en mi primera experiencia profesional desarrollando un rol pequeño. De ahí en más, quedé con inmensas ganas de seguir en las tablas, pero, a la vez, muy curioso por experimentar nuevas formas escénicas. Fue así que, apenas pude, fui a Río de Janeiro (Brasil) a vincularme con el movimiento teatral carioca. En ese entonces (1969) el Conservatorio de Teatro poseía maestros influenciados por Jerzy Grotowski, Eugenio Barba y Julian Beck. Con esas ideas innovadoras, volví a Paraguay, busqué a Ricardo Migliorisi (hoy, artista plástico de prestigio internacional), convocamos a compañeros de la Facultad de Arquitectura de la Universidad nacional de Asunción, y con ellos creamos un grupo de teatro laboratorio llamado Tiempoovillo, con el cual, unos años después, recorrimos gran parte del continente americano.
- RP: Recordamos el grupo con todo y su trashumante "laboratorio teatral". Su corta trayectoria marcó una senda en Latinoamérica. ¿Podrías abundar en tu experiencia dentro del teatro paraguayo.
- AN: Por circunstancias de la vida [políticas], viví en Colombia desde 1974 hasta 1989; por lo tanto, mi trayectoria puede dividirse en antes de Colombia, Colombia, y después de Colombia. Antes, como fundador y componente del grupo Tiempoovillo, me capacité, experimenté e investigué dentro del mismo. A partir de 1974, de común acuerdo, el grupo se disuelve y me quedé en Colombia a terminar la Facultad de Arquitectura. Allí mismo fui invitado a integrarme al plantel de profesores de la Escuela Nacional de Arte Dramático, que en ese tiempo se la reabría bajo la dirección del maestro Santiago García. Con el golpe militar de 1989 y el advenimiento de la democracia, volví a Paraguay, en donde fui nombrado director de la Escuela Municipal de Arte Escénico de Asunción. Fundé, con Ricardo Migliorisi y Gloria Muñoz (ex Tiempoovillos) y con la asesoría de Augusto Roa Bastos, el Centro de Investigación y Divulgación Teatral. Como parte de este proyecto surge El Estudio, escuela de capacitación de actores y la primera escuela de directores de teatro aprobada por el Ministerio de Educación y Cultura.
- RP: Sin duda, impresionante. Cuéntanos algo sobre de tus tantas experiencias fuera de Paraguay.
- AN: En los años que permanecí en Colombia, tuve la suerte de haber estudiado y trabajado al lado de los grandes de la escena de ese país. Fui fundador del Centro de Expresión Teatral (primera escuela privada de formación de actores), trabajé como catedrático en Universidades de la talla del Externado de Colombia, Universidad del Rosario, Universidad de San Buenaventura, entre otras. También dirigí grupos de teatro de empresas, sindicatos, clubes privados y centros de estudio. Fui merecedor de varios premios nacionales e internacionales. Incursioné en televisión como actor y libretista; participé en más de cuarenta telenovelas y dramatizados para televisión. A lo largo de doce años, por mi escuela pasaron más de 2 500 estudiantes. Teniendo a Colombia como centro de actividades, dicté cursos y dirigí en Brasil, Aruba, España, Argentina, Alemania y Francia. Hasta el momento soy el primer director paraguayo que ha dirigido en Estados Unidos (en cinco oportunidades).
- RP: Respecto a mi experiencia con el teatro paraguayo, años atrás, esta vez encontré una actualidad llena de entusiasmo y de intentos múltiples, variados, en la escena nacional. Partiendo de ese vasto bagaje que nos has expuesto, ¿cómo ves la escena paraguaya de hoy? Coméntame sobre los grupos, los tipos de teatro, los dramaturgos.
- AN: Para hablar del teatro paraguayo actual debemos recordar que, hasta 1989, se vivía en el país una de las más grandes dictaduras latinoamericanas, la del Presidente [Alfredo] Stroessner. Eso marcó notoriamente el ambiente cultural del país. Paraguay, se volvió "una isla rodeada de tierra", como decía el maestro Roa Bastos. No obstante, dentro del arte, existían fuertes grupos de resistencia al régimen. Con la caída del régimen, se acaba ese arte de resistencia. Al desaparecer la censura ya se puede decir y hacer cualquier cosa, y a partir de ese momento se inicia un nuevo tiempo en las artes. Las antiguas fórmulas aplicadas por varias décadas ya no servían, y dan paso a formas nuevas para expresar nuevos contenidos. La gente se puede reunir libremente, vuelven personalidades de la cultura que se encontraban en el exterior por exilio o autoexilio y esto hace que se desarrolle una cantidad enorme de grupos, de todas las formas y modalidades. La gran carencia que aún tenemos es de directores de escena y dramaturgos. No obstante, desde hace cuestión de cinco años en adelante, surge un grupo bastante grande de jóvenes que se lanza a escribir teatro, lo cual inyecta un saludable aire de esperanza a la escena.
- RP: Sí; tuve la oportunidad de conocer, por ejemplo, a Moncho Arzuaga, que no solo es prolífico, sino que asume su contemporaneidad escénica con conciencia y responsabilidad. ¿Cómo te ubicas tú en la escena paraguaya?
- AN: En la escena paraguaya, me ubico como un luchador incansable del teatro, en lo que respecta a la labor como formador de actores, de dramaturgos o de directores, en un país de escasísimo apoyo oficial y privado. Para los gobiernos de turno la cultura sigue estando en el furgón de cola.
- RP: ¿Quiénes son tus pares aquí y ahora?
- AN: No me gustaría hablar de pares, ya que cada trabajador del teatro tiene su forma de hacerlo y sus propios méritos. Sí creo que los antiguos compañeros de Tiempoovillo [se refiere Gloria Muñoz y Ricardo Migliorisi, entre otros] siguen desarrollando sus labores a cabalidad, siempre inquietos por nuevas propuestas, preocupados por mantener la calidad y rigor en el producto.
- RP: ¿Cuál crees que ha sido tu mayor contribución?
- AN: Es difícil decirlo, pero creo que la labor realizada en la reforma y actualización de la escuela Municipal de Arte Dramático ha sido fundamental como modelo para otras instituciones. También considero que, como docente, trato de formar no solo actores y actrices, sino hombres y mujeres trabajadores/as del teatro. Plantear constantemente formas diferentes de capacitación en el trabajo escénico. La articulación, en forma viva, de otras disciplinas del arte con el hecho teatral. En el plano de puestas en escena y dirección, soy el que ha corrido los más grandes riesgos desarrollando los proyectos teatrales de mayor envergadura. Por ejemplo, hace tres años, monté una zarzuela nacional que incluía a 135 artistas, entre cantantes, bailarines, músicos y actores. En este medio eso no es frecuente.
- RP: Ya lo has hecho casi todo en el teatro, dentro y fuera de Paraguay, con mucho éxito; una trayectoria insólita. Desde aquí, ¿cuáles son tus proyecciones?
- AN: A corto plazo pienso seguir en la docencia y dirección en el país y el exterior. Concluir en octubre un taller con dramaturgos jóvenes llamado "Urbanos", que es un estudio sobre personajes de la calle en una gran ciudad. Tengo en mente dirigir la obra "Hombres en escabeche", de Ana Istarú (dramaturga costarricense), publicar un libro sobre dirección teatral y otro sobre teatro independiente en el Paraguay. A mediano plazo, incursionar nuevamente en televisión, tratando de mostrar las grandes ventajas que ofrece para todos un producto bien elaborado, y el remontaje de "Yo, El Supremo". (1) A largo plazo, llevar al cine la obra "108 y un quemado", de mi autoría.
- RP: Pensé que lo habías hecho todo, pero veo que tu imaginación y entusiasmo son inagotables y siempre se te puede ocurrir más. Te conocí por la presentación que hiciste en el Simposio, sobre "Hijo de hombre", de Augusto Roa Bastos. ¿Qué importancia le ves a esta actividad en el desarrollo del teatro paraguayo?
- AN: El tipo de Simposio del cual participamos, creo que es de fundamental importancia para erradicar en parte nuestra "mediterraneidad" cultural. La comunidad teatral tuvo oportunidad de escuchar historias que, aunque lejanas, tienen que ver con ella. Por otro lado, se creó un espacio de encuentro, discusión y debate; primero, entre nosotros mismos (cosa poco común), luego con los invitados disertantes. Considero que es importante aprovechar cualquier minuto de encuentro, en un mundo de tantos desencuentros.
- RP: Durante nuestra estadía en Paraguay tuvimos oportunidad de ver distintos montajes de diferentes directores, tanto en español como en guaraní, y cada uno resultó muy diverso en sus niveles de realización. ¿Qué tipo de teatro crees que ha logrado un mayor público y, por lo tanto, mayor perdurabilidad?
- AN: Considero que en este momento en Paraguay hay bastante teatro, y, por supuesto, el nivel de calidad y de visiones sobre el mismo varía. Por un lado está el "experimento", que sin llegar a ser popular, da elementos y posibilidades escénicas diferentes. El teatro "comercial", como en todas partes del mundo, tiene su público masivo, ansioso de pasar un buen momento y nada más, sin profundizar en nada. Por otro lado, está el teatro popular, que la mayoría de las veces termina siendo "populachero" debido a que con ese rótulo se cree poder justificar la falta de calidad. Y existe también un grupo de personas que trabajan un repertorio de obras nacionales o universales, tratando de ubicar el producto dentro de un marco de mayor calidad artística. Por supuesto, dentro de estas casillas se encuentran espectáculos que pertenecen al "teatro" y otros que son expresiones que solo apuntan al fenómeno teatral.
Llamo "teatro" a aquellos espectáculos en los que se da "el milagro". Es decir, que todo coincide: texto, actuaciones, dirección, visualización, musicalización; es decir, que todo - por estar en su perfecto lugar - logra emocionarnos.
Respecto a qué tipo de teatro tendrá mayor perdurabilidad, pienso como Peter Brook que el teatro, como todas las cosas, es algo perecedero. Nuevos experimentos y fórmulas irán apareciendo de acuerdo con las necesidades de cada tiempo y lugar. Por ejemplo, "Yo, El Supremo" fue la obra que convocó mayor cantidad de público en la historia del teatro nacional. Sin embargo, no era una obra sencilla en su trama y su forma. Pero era un momento histórico (1991) en que el público quería ver parte de su historia en el escenario, sin censuras. Además, había regresado al país su autor, Augusto Roa Bastos, después de muchos años de exilio y ya laureado con el Premio Cervantes.
- RP: Uno de los temas del Simposio fue el bilingüismo en el teatro paraguayo. Las conclusiones fueron incongruentes. ¿Consideras que hay bilingüismo teatral en Paraguay o es solo teatro en dos idiomas, uno en español y otro en guaraní, que no se relacionan?
- AN: Considero que en Paraguay se dan básicamente tres fórmulas: Un teatro en guaraní, que por lo general toca temas rurales, semirrurales o de personajes de extracción popular. Un teatro en español, que es el más representado; y un teatro que mezcla guaraní y español, que se da de forma escasa, que por lo general ha dado muy buenos resultados, ya que el recurso consiste en que la clase dominante se expresa en español y el pueblo en guaraní.
- RP: ¿Cómo ves las relaciones del teatro paraguayo con el resto del teatro latinoamericano? ¿Con qué país hay más intercambio o comunicación? ¿De cuál se ha recibido más influencias?
- AN: Con respecto al resto de Latinoamérica la situación del teatro paraguayo es de bastante aislamiento. Exceptuando obras de Argentina o Uruguay, y algunas excepciones del Brasil, muy poco es lo que se sabe y se representa del resto de Latinoamérica. Aún las obras del repertorio universal son representadas tomando textos dramáticos adaptados por uruguayos o argentinos. Recientemente se representó "Hijo de hombre", de Augusto Roa Bastos. La adaptación de la novela al teatro la hizo un dramaturgo uruguayo, pudiéndola haber hecho perfectamente un paraguayo. A ese tipo de dependencia llegamos con Argentina y Uruguay.
- RP: ¿Alguna conclusión?
- AN: Lo único que me queda decir como conclusión es que, a pesar de todo, contra viento y marea, existe en Paraguay un grupo de personas que apuntan a que se dé "el milagro" en la escena. En los últimos quince años la cantidad de actores y actrices jóvenes, de notable talento, va en constante aumento. En la dramaturgia y la dirección, se van vislumbrando nuevos valores, armados con buenas herramientas. Siento a mi alrededor una necesidad, una efervescencia por crear y desarrollar proyectos, y visualizo en un futuro un teatro excelente, en un mejor Paraguay.
- RP: Muy agradecida por tan precisa y necesaria información.
De los cinco espectáculos paraguayos que logramos ver a lo largo del Simposio, el del grupo Nhi-Mu, que fue un ensayo, me resultó el más impactante por la energía juvenil y la fuerza de su modernidad. Modernísimo; actualizado y hasta adelantado. Un teatro corporal e imaginativo en el que las técnicas circenses (acrobacia) unidas al teatro imagen, a temas jóvenes, producen un electroshock. Han conquistado un público mayormente joven, pero a los "otros" también nos gustó mucho.
Este grupo hace un tipo de teatro diferente que se va convirtiendo en una expresión emergente entre la juventud. "Hacemos teatro con los pies en el aire", dice Patricia Masera, directora del nuevo espectáculo. Reúnen trapecismo (circo), una gran plasticidad consciente (teatro imagen), un desaforado trabajo corporal y elementos del teatro total. Parecen arácnidos en su tránsito por las paredes, acompañados de un ritmo que propone el acompañamiento de sonidos y música, extraños, casi siempre de percusión, que suelen producir ellos mismos con palitos o con cualquier instrumento o artefacto que aparezca a su alrededor. La música que usan se compone especialmente para la pieza y se va haciendo "in media res", a lo largo del desarrollo del espectáculo. Se utiliza todo tipo de recurso sensorial: lluvia (agua), sonidos extraños, sonidos guturales, lenguaje desconocido, críptico, hecho a base de invenciones; neologismos sonoros.
Necesitan espacios especiales, inmensos, porque tienen que ser amplios y sumamente altos. El público ve las obras de pie, mientras los artistas buscan la sorpresa y el asombro y se esfuerzan por crear un efecto inolvidable en su memoria. El espectáculo (porque no se le puede llamar obra; es un espectáculo total) está cargado de efectos especiales como el humo y el agua (lluvia). La escenografía es poca y útil. Plásticos, toldos, telas, gasas que caen del techo, se deslizan o cuelgan. A ellas se adhiere el cuerpo del actor como parte fundamental de esa escenografía. Las luces son esenciales para las imágenes que se crean: enfoques redondos, juegos de claroscuros y sombras. Los vestuarios los hacen parecer seres del futuro. Eso, unido a los efectos especiales de luces, humo, fuego, agua, la parafernalia que llevan sobre el cuerpo para "volar" - correas de cuero, cerraduras de metal, sogas, botas, cubiertas para rodillas y codos, y, a veces, cascos para la cabeza - los preparan para presentarnos un tipo de actor del futuro que se dirige a búsquedas performativas más cósmicas que humanas.
Los miembros del Mhu-Ni son más artísticos en sus trabajos de sala y más deportivos o corporales en los de calle. Cuentan con un gran público, estable, de gente de todas las edades, pero mayormente joven. Su popularidad ha logrado que casi todas las producciones cuenten con auspicio - algo insólito en los medios teatrales. En 1998 presentaron "Viaje"; en 2005, "Viaje II". El ensayo que vimos corresponde a "Metro cuadrado", un trabajo que se estrenaría a mediados de mayo de 2006; en él aparecen los mismos recursos, con la geometría como elemento genético para jugar con la imaginación en la tierra y en el aire.
Los textos del grupo, mínimos, se trabajan mediante búsquedas de los actores y diferentes tipos de encuentro que viven los personajes. Desde "Viaje I" la dramaturgia del grupo está concentrada en las búsquedas; la primera de estas dramaturgias "narra" la búsqueda ardua de la pareja, hasta que se encuentran. "Metro cuadrado" regresa a esa misma búsqueda en espacios que se entrecruzan sin encontrarse, hasta que el trabajo rinde el fruto del encuentro.
Trabajan también obras infantiles, que resultan muy entretenidas (por imaginativas) para sorprender a los niños de ayer y detonar la imaginación activa de los de hoy. Lo que sobresale de los trabajos del grupo Nhi-Mu (algunos vistos en video) es la inventiva y el derroche de imaginación. Estamos frente a un trabajo fundado en las imágenes, tal como se vive en el mundo moderno de los jóvenes de hoy. Igual que los hacedores, el destinatario de este teatro es en realidad el joven, pero, como ocurre con todo lo que se hace bien, el proyecto despierta la curiosidad y admiración de todos.
La información fidedigna que ofrece un teatrista integral como Agustín Núñez, junto a la confirmación de que el campo teatral paraguayo ofrece aun las más modernas expresiones teatrales, nos van preparando para un mayor aprendizaje en el próximo capítulo del Simposio Internacional de Teatro, en Paraguay.
1. Basado en la novela homónima del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005). Volver