HACER TEATRO HOY. PERÚ
 

VICHAMA Y LA BÚSQUEDA DE LO TEATRAL

Teatralidad subversiva
Por César Escuza Norero

 

Somos Vichama, teatro de grupo. Creadores que hacemos nuestra labor desde Villa El Salvador, en Lima, Perú. (1) Y desde este espacio, en el que hace 23 años venimos trajinando, me permito meditar en voz alta, a partir de nuestra experiencia, sobre una de nuestras principales inquietudes.
¿Qué hace una acción teatral? ¿Cuál es la frontera entre teatro y realidad? El hecho de que en una cena la cocinera tome el cuchillo y corte un trozo de carne, por sí solo, no se convierte en un acto teatral.
Lo que podría transformarlo en un acto teatral sería la forma y el sentido que se le da a esta acción. El gesto realizado y el sentido dado a la acción de cortar la carne harían que esta se transformara en una presentación. Serían el porqué y el para qué del acto los que podrían darle carácter profundo y complejo y nos ayudarían a reinventar lo sagrado del teatro. El rito de la comunión de la Iglesia Católica celebra la última cena de Cristo y da al que comulga otro cuerpo, un cuerpo nuevo, el cuerpo simbólico de Cristo. Si realizáramos la acción de cortar la carne conmemorando un hecho especial, significativo y profundo, con connotaciones sagradas, a diferencia del acto normal y cotidiano de cortarlo para cocinarlo por la única necesidad de calmar el hambre, entonces sí se podría empezar a ver la primera acción como enmarcada dentro de lo que podemos llamar una práctica con carácter teatral.
Siendo el teatro transmisión de sentidos y de impulsos, estos se transmiten a la comunidad mediante un acontecimiento, un encuentro profundo con el espectador donde se expresan conocimientos esenciales sobre la vida.
Buscamos contribuir a afirmar o negar el orden establecido en sus diferentes dimensiones. Eso buscamos. Buscamos mejorar y recuperar nuestra condición humana. Transportar sabiduría, principios, valores y explicaciones sobre el mundo en que vivimos. En esencia, eso es el teatro: un proceso que involucra la producción de nueva subjetividad capaz de crear nuevos sentidos. Modifica los lazos y las relaciones entre las personas de la comunidad y se manifiesta en las actitudes, conductas, hábitos y acciones de personas y organizaciones. El teatro es transformador de vidas, ayuda a reconstruir la identidad, la enriquece y devuelve la dignidad.
El teatro, para nosotros, debe ser un relato y transporta el tiempo originario al presente. No se sitúa en una fecha determinada, sino en un lugar, donde espacio y tiempo se entrelazan. El teatro es pasado y futuro en un instante, pasado que es futuro a realizarse en un instante, en el presente. El tiempo cotidiano sufre un cambio, deja de ser sucesión de hechos para convertirse en ritmo. Nos envuelve como en una burbuja, nos eleva, nos hace salir de la cotidianeidad, sentir con conciencia. El teatro en nuestra experiencia es una forma de conexión humana diferente, superior.
Cuando acontece la presentación de "Memoria para los ausentes", donde dos jovencitos y una joven torturados, muertos y desaparecidos nos cuentan de la búsqueda de sus cuerpos para darles sepultura digna, ese acto se convierte en un espacio pasado que ocupa el presente, sitio atemporal, lenguaje poético del cuerpo. Velas encendidas le dan una atmósfera ritual, el espacio se vuelve circular. El tiempo teatral rescata lo sagrado, porque durante la presentación el espaciot iempo de la actriz, los actores y el público, al acontecer el encuentro, se hace uno, y se torna poesía. Los tiempos dejan de ser lineales y se convierten en ritmos; haciéndose un lenguaje sagrado.
El ritmo, así presentado, denso de sentidos gracias al acto escénico-poético, no deja de ofrecer analogías y metáforas.
Creo que la relación entre el ritmo y la palabra poética no es distinta a la que reina entre el cuerpo que danza y su ritmo (su partitura rítmica). No se puede decir que el ritmo es la representación sonora de la danza corporal; tampoco que la partitura corporal es la traducción corporal del ritmo. Todas las composiciones corporales son ritmos; todos los ritmos son composiciones corporales. En el ritmo está ya la partitura física; y a la inversa.
El ritmo es significado y es también pulso. La profunda experiencia teatral muestra que es imposible disociar al sentido de su ritmo. Producir ritmo tiene una consecuencia inmediata: atraer y contener ciertas fuerzas, desenmascarar otras. Asimismo, sirve para evocar y/o celebrar, más exactamente, para reproducir nuestra memoria y visiones: la celebración de un nacimiento, o la muerte de una líder, la llegada de la violencia y los bárbaros de Atila, el reino del mercado, la búsqueda de un criminal, el entierro de la familia, el fin de un tiempo o el comienzo de otro. El espacio-tiempo en el cuerpo contiene, como una semilla en germen, la representación, el ritual y/o la celebración. La acción: memoria y/o visión y su representación son inseparables. Ambos se encuentran ya en el espacio-ritmo, que es acto y presentación, visión y representación, relato y Ceremonia. La doble realidad de la memoria/visión y del acto presente se apoyan en el espacio-tiempo que los contiene.
Para producir subjetividad diferente creadora de nuevos sentidos tenemos que alejarnos de lo conocido, extrañarnos, desprendernos de lo "objetivo" y cruzar fronteras, llegar a la otra orilla, encontrar lo esencial, lo sagrado, que viene a ser otro mundo, el posible, el verdadero, el humano.
La pregunta entonces es ¿cómo encontrarse con la "otra orilla"?, ¿cómo trascender para encontrarse con uno mismo y con el otro en una dimensión superior? El camino que hacemos con el teatro debe estar destinado a prepararnos para dar ese salto que nos permita desprendernos por unos instantes de la "realidad objetiva" y vislumbrarnos de otra manera, convertidos en otros. Volver a nacer.
Nuestro encuentro en el acontecimiento teatral debe siempre implicar un cambio de naturaleza, un morir y nacer, para que lo que antes era sucesión de hechos se convierta en "ritmo con uno mismo" que nos lanza a la creación de lo que deseábamos en lo profundo y no existía. Cuando producimos la acción profunda que se comparte con espectadores, acontece lo teatral, y quizá allí sucede también lo sagrado, entramos en ese otro mundo, es decir, en este nosotros mismos.
El signo y el objeto representado son lo mismo.
Crear es hacer nacer; y crear escénicamente es el actor y/o la actriz que se sacrifica en escena y acaba consigo en un acto ritual para renacer y, empujando lo cotidiano opresivo, conducir su propio ritmo al interior de su esencia manifiesta. La creación consiste en un sacar a la superficie, a la luz, ciertas manifestaciones inseparables de nuestro ser. Esas y no otras.
El teatro es un instante dilatado. Y cuando el tiempo cotidiano se trasmuta para transformarse en ritmo, entonces puede ocurrir la comunión con el otro. El que está en la escena y los espectadores convertidos en participantes viven la sorpresa y el asombro del encuentro mediante un entrelazamiento de actos, pues cada uno es un acto en sí. La presentación teatral, como nosotros la concebimos, solo es en la participación. El teatro que queremos hacer transforma, recrea, sana y se comparte. Es creación que se experimenta, se asienta y se verifica a sí misma. El teatro termina haciéndose uno que se transforma.

VILLA EL SALVADOR, SEPTIEMBRE DE 2006

 

NOTA

1. Villa El Salvador es un famoso asentamiento poblacional formado en 1971 en los arenales de la periferia de Lima. Entonces, centenares de migrantes de la sierra, indígenas y mestizos, tomaron estos terrenos y se dieron una singular organización democrática que les valió muchos reconocimientos como el de "Mensajero de la Paz" dado por Naciones Unidas. El Grupo de teatro del Centro de Comunicación Popular de Villa El Salvador, dirigido desde su creación por César Escuza, ha realizado espectáculos de alto mérito como "Diálogo entre zorros", en 1986, que tuve la suerte de presenciar, actuado por los propios pobladores y dirigido por el entonces muy joven autor de estas líneas. De la historia de Villa El Salvador forma parte el asesinato de su legendaria alcaldesa, María Elena Moyano, ajusticiada atrozmente por Sendero Luminoso en 1992 delante de sus hijos. Desde el año del 1993 el Grupo de teatro adopta el nombre Vichama, que significa "Dios de la vida". Es un personaje mítico de la región de Villa El Salvador y Lima, que con su muerte se hace dador de alimentos y, con su renacimiento, de vida y justicia. (N. de la R.). Volver

 

Arriba | Volver