Por Patricia Ariz
El teatro colombiano, a partir de la segunda guerra mundial del siglo XX, ha pasado por diversas etapas. La primera de ellas, que podríamos llamar fundadora, sucedió a mediados de la década de los sesenta. En esa década surgieron los primeros colectivos independientes que se conformaron como grupos estables. Estos grupos surgieron de la pasión colectiva por hacer teatro y del vínculo orgánico de los teatreros con los sectores populares más dinámicos de la época: movimientos estudiantiles, luchadores por la vivienda y campesinos. Los sesenta eran los años de las grandes utopías socialistas en América Latina. De manera que era natural que los actores y actrices se trasladaran de la asamblea estudiantil, el paro o la manifestación política a la función.
Hubo dos grandes pioneros de esta aventura: Santiago García, que fundó con otros intelectuales y estudiantes de la Universidad Nacional el teatro La Candelaria de Bogotá; (2) y Enrique Buenaventura, que con su grupo de egresados (y a la vez expulsados por razones políticas) de la Escuela de Teatro de Cali, fundó el Teatro Experimental de Cali (TEC). (3)
Posteriormente, otros directores siguieron en esa misma dirección y fundaron en esa misma década grupos y salas independientes, sobre todo en Bogotá y Cali. En muy poco tiempo, el teatro de los grupos se multiplicó y se convirtió en un formidable movimiento que llegó a conectar, desde el teatro, el país entero. Este movimiento se llamó a sí mismo del Nuevo Teatro y llegó a tener una impresionante presencia e influencia en la cultura nacional latinoamericana. (4)
Todo en esta década tenía carácter fundacional. Por primera vez y de manera colectiva se escribían y representaban decenas de las obras de la dramaturgia nacional. Las organizaciones sociales se vinculaban al movimiento y reclamaban ver representados sus conflictos en escena. La Universidad, en particular la Nacional, era el referente del debate que promovía el movimiento en torno al pensamiento independiente. Y los foros sobre las obras eran verdaderas audiencias políticas. Podría decirse que el país se puso en escena.
Hubo obras paradigmáticas, no solo porque indagaban en la Colombia profunda, sino porque los grupos recién fundados encontraron metodologías, formas, estilos y actuaciones propias. Estas obras recorrieron el país y convirtieron en escenarios galleras, plazas de toros, canchas de tejo, de fútbol y patios de colegio. Entre ellas estuvieron: "Soldados", del TEC; (5) "La agonía del difunto", del Teatro Libre, (6) y "Guadalupe años sin cuenta", del Teatro La Candelaria. Estas tres obras juntas sumaron más de cinco mil representaciones en los años que duraron en repertorio.
Los festivales internacionales de Europa y Estados Unidos comenzaron a mirar el fenómeno del teatro colombiano primero con curiosidad, luego con admiración. En el festival de Teatro de Nancy (Francia) en 1971 hubo seis grupos de teatro colombiano.
La mayor parte de las obras se creaban en grupo. La pasión de los actores y directores se dividía entre los duros y diarios entrenamientos corporales surgidos de las influencias del teatro de Grotowski y de los teatros arcaicos de Oriente, y el estudio y el trabajo sistematizado por la dramaturgia. El grupo era una especie de nueva tribu, de laboratorio experimental, centro de debate político y observatorio de la realidad y de los comportamientos sociales y personales. Los estudios sistemáticos del teatro colombiano acerca de, por ejemplo, los leguajes no verbales, fueron uno de los aportes teóricos del movimiento en general, pero en particular de las cátedras de Enrique Buenaventura en la Universidad del Valle y de Santiago García en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Los ensayos se combinaban con los estudios de las ciencias de la comunicación.
Simultáneamente funcionaba con el público el ágora, como prolongación del debate surgido de las obras, donde se debatía colectiva y apasionadamente de filosofía y de política. El país era el proyecto fundamental.
El grupo de teatro era y es, por excelencia, el lugar donde los artistas pueden reelaborar las experiencias. Los integrantes - hombres y mujeres - son dueños no solo del sentido de las obras, sino de todas y cada una de las etapas del proceso creativo. El grupo se organiza de manera autónoma para la creación y producción y también para la administración y la difusión de las obras.
Aunque los grupos del Nuevo Teatro tenían su propia identidad estética, estaban profundamente ligados a movimientos sociales y políticos. Esto hacía que cada partido o sindicato sintiera cono suyo a uno o a varios grupos, una o varias tendencias. El movimiento social, por su parte, sentía que el teatro le pertenecía y trasladaba a los foros las divergencias, pero también la pasión del debate acerca del proyecto de sociedad por el que cada sector de la izquierda luchaba.
Los grupos se agremiaron y se convirtieron en una poderosa fuerza que logró intervenir de manera importante en las políticas y presupuestos de la cultura; durante casi dos décadas, de los años setenta a los noventa, era el movimiento del Nuevo Teatro el que organizaba los festivales y talleres nacionales regionales y locales.
En muy poco tiempo, el movimiento del Nuevo Teatro se conectó con movimientos análogos del continente, particularmente con el Movimiento Chicano de California, TENAZ (Teatro Nacional de Aztlán); con el dramaturgo Felipe Santander, quien por esos años había escrito y montado "El extensionista", una obra de gran trascendencia sobre el latifundio en México; (7) y con el grupo CLETA de México, una organización de estudiantes que hacían, sin recursos, un festival internacional.(8) Otra conexión importante del teatro colombiano fue con el teatro cubano y la Casa de la Américas, lo que contribuyó a que el teatro latinoamericano se conectará entre sí. De allí surgió el contacto con los teatros de Centroamérica. Aunque el movimiento era muy extenso, es necesario mencionar algunos grupos paradigmáticos como el Yuyachkani, del Perú (9) y algunos movimientos como el de Danza Independiente, de Ecuador liderado por Wilson Pico y posteriormente, el teatro Malayerba.
En Colombia los festivales del Nuevo Teatro posibilitaron el encuentro permanente del movimiento. En ellos la Corporación Colombiana de Teatro desempeñó un papel determinante. (10)
Igualmente es necesario reconocer el papel que desempeñó y desempeña el Festival de Teatro de Manizales, fundado en 1973, en particular cuando privilegiaba el teatro latinoamericano. Era común coincidir allí con personajes como Pablo Neruda y Jaques Lang, y con grupos como el Libre Teatro Libre de Córdoba, Argentina, dirigido por María Escudero, fallecida recientemente.(11) También como uno de los representantes más importantes de este movimiento, el Teatro Independiente de Córdoba. Dentro de estos encuentros, vale la pena destacar el celebrado con el Teatro Arena de Brasil,(12) dirigido por Augusto Boal y sus teorías acerca del Teatro del Oprimido.
Hubo algunos movimientos, personas y grupos de Europa y Estados Unidos cuyas metodologías y visiones sobre la práctica teatral tuvieron influencia en el teatro colombiano: Eugenio Barba y el Odin Teatret de Dinamarca; el Teatro 4 y los Festivales del Public Theater de Joseph Papp y Óscar Cicone, en Nueva York; el grupo la Mama y el San Francisco Mime Troupe, entre otros.
Con el derrumbe del socialismo en Europa del Este, simbolizado en la caída del muro de Berlín, las burguesías, en particular las de América Latina, emergieron con una soberbia sin límites. Europa y los Estados Unidos tenían ya grandes y sólidas reivindicaciones sociales, difíciles de desmontar con el nuevo aire que tomó el capitalismo salvaje y que se llama neoliberalismo. En América Latina y en particular en Colombia el retroceso de las conquistas sociales y políticas en los últimos quince años ha sido y es considerable.
Uno de los movimientos golpeados por esta ola macartista y reaccionaria que no termina de extinguirse, fue el movimiento cultural y teatral. No solo le quitaron al Nuevo Teatro los presupuestos, sino, lo más importante, el reconocimiento. Como revancha frente a 20 años del Nuevo Teatro, el estado, la empresa privada y los medios le dieron oxígeno y redirigieron los presupuestos al emergente teatro empresarial y comercial.
Muchos grupos desaparecieron; otros, para sobrevivir en las nuevas circunstancias, se redujeron a dos o tres integrantes. Solo se mantuvieron como grupos unos pocos que resistieron el embate económico y político contra el Nuevo Teatro colombiano.
El panorama cambió dramáticamente. La izquierda fue duramente golpeada. Más de tres mil líderes de la Unión Patriótica, una de las organizaciones políticas de la izquierda colombiana, fueron asesinados y hasta la fecha, junio de 2005, solo se encuentran nueve personas condenadas. Algunos de los grupos y dirigentes del teatro fueron también amenazados y sus casas y teatros allanados. Las armas, espadas del siglo XVI y pistolas de utilería fueron decomisadas.
Las organizaciones se resquebrajaron por falta absoluta de quórum y parecía que lo único resplandeciente era la punta del iceberg, el teatro empresarial y comercial.
Como el ave fénix, algunos sectores del movimiento se mantuvieron en estado de resistencia cultural y emergen ahora en compañía de los nuevos grupos. En algunas ciudades como Bogotá, Cali y Medellín se multiplicaron las salas independientes de teatro, en las cuales, como en las catacumbas, se oficia a diario el ritual cotidiano del teatro. Con poca publicidad, sin el reconocimiento debido pero con mucho público, con pequeños pero significativos apoyos gubernamentales a las salas, el teatro y los festivales independientes se mantienen vivos.
Sucede que han aparecido nuevos escenarios y nuevos artistas en la escena colombiana. Algunos de ellos(as) son las mujeres. Numerosas actrices y promotoras de los grupos han devenido directoras y dramaturgas. Por esa razón han buscado, como diría Virginia Wolf "un cuarto propio". En Colombia, de manera importante, se realizan muestras y festivales de mujeres, como el Festival de Mujeres en Escena que lleva ocho ediciones, el Magdalena Pacífica del Teatro, y La Máscara de Cali.
Sucede que los movimientos regionales y comunitarios se han multiplicado y diversificado. Decenas de proyectos regionales y locales de grupos sin sede, de teatro callejero y comunitario se realizan en la periferia.
Sucede que algunos y algunas artistas de la escena trabajan con sectores tradicionalmente excluidos y que estos sectores, que son la mayoría de la población colombiana, están haciendo su propio movimiento cultural. Ellos son, por ejemplo, personas en situación de desplazamiento, victimas y sobrevivientes de la violencia, jóvenes en zonas de conflicto y habitantes de los barrios periféricos.
Sucede que han egresado numerosos actores y actrices de las escuelas de teatro y están arribando a la escena colombiana. Y que, juntos, los nuevos y los que conservamos la memoria, estamos fundando el renacimiento de nuestra escena.
Sucede que al lado, de manera paralela al Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá,(13) se hace otro: el Festival de Teatro Alternativo, acontecimiento que privilegia el teatro colombiano, los grupos de las regiones y las nuevas propuestas. Este Festival empezó con seis grupos. Hoy va por los noventa y seis.
Pero también sucede que algunos actores, actrices y grupos como La Candelaria, al que pertenezco, van a cumplir en 2006 cuarenta años de vida artística.(14) Y que este grupo se mantiene con la experiencia de cuatro décadas y el entusiasmo del primer día. Que este grupo, La Candelaria, está integrado por diecisiete actores y actrices, de los cuales diez están desde los primeros doce años. Que este grupo posee un repertorio de ocho obras originales creadas en grupo o individualmente por los actores y actrices. Y que la sede de la Candelaria, con capacidad para doscientos cincuenta espectadores, casi siempre vive llena. ¡Viva el teatro!
1.Patricia Ariza: actriz, dramaturga y fundadora de la Corporación Colombiana de Teatro y del grupo La Candelaria; también personalidad de destacada trayectoria política. Tomado de la revista Paso de Gato. México, enero-marzo 2006, número 24. Volver
2. En 1966 Santiago García, Carlos José Reyes y otros artistas fundan la Casa de la Cultura. En 1971 la Casa de la Cultura adquiere una casa en el barrio de La Candelaria y adopta este nombre. Volver
3. El TEC se funda en 1956 y estrena en 1958 la primera versión de Enrique Buenaventura de "A la diestra de Dios Padre". En 1960 obtiene un éxito resonante en el IV Festival del Teatro de las Naciones en París con los montajes de "A la diestra de Dios Padre", e "Historias para ser contadas", del argentino Osvaldo Dragún. Comienza el "boom" del teatro latinoamericano en Europa. Volver
4. En 1972 la Corporación Colombiana de Teatro y Colcultura organizan el Primer Festival de Nuevo Teatro. Volver
5. Texto de Carlos José Reyes. En 1971, en el VII Festival Mundial de Teatro de Nancy, Francia, el TEC impacta a la crítica europea con esta producción. Se presentan también espectáculos de la Casa de la Cultura y La Mama. Volver
6. De Esteban Navaja Cortés, estrenada en 1977. Volver
7. Estrenada en 1978. La obra de Santander, sobre el problema agrario y montada en una carpa, ofreció más de seis mil funciones y se mantuvo durante 10 años en cartelera. Volver
8. Fundado en 1972. Volver
9. Fundado en 1971. Volver
10. Fundada en 1969, es dirigida hasta hoy por Patricia Ariza. Volver
11. Fundado en 1970. Volver
12. Fundado en Sao Paolo en 1953 por Gianfranceco Guarnieri; Boal se integra al grupo en 1956. Volver
13. Fundado en 1988 por Fanny Mickey, mantiene sus ediciones bienales hasta la actualidad. Volver
14. Son muchos los grupos colombianos fundados en los años 70 (o antes) que se mantienen vigentes en la actualidad (además del TEC y La Candelaria). Pueden mencionarse, entre otros, El Local, dirigido por Miguel Torres; Acto Latino, dirigido por Sergio González; La Mama, por Eddy Armando; el Teatro Libre de Bogotá, de Ricardo Camacho; El Teatro Taller de Colombia, dirigido por Jorge Vargas y Mario Matallana; La libélula dorada, por César e Iván Darío Álvarez y La Fanfarria (ahora ex-Fanfarria) en Medellín. Volver