INVESTIGAR EL TEATRO. MÉXICO
 

DRAMATURGIA MEXICANA AL CAMBIO DE MILENIO

Por Guillermo Schmidhuber de la Mora

La tercera generación de dramaturgos mexicanos del siglo XX fue bautizada como Nueva Dramaturgia Mexicana, y en ella se reúne a numerosos dramaturgos de la generación que se inicia en 1984 - según el conteo generacional propuesto por el cubano José Juan Arrom -, con predominio hasta el 2013. (1) Algunos de sus nombres son: José Agustín, Leonor Azcárate, José Ramón Enríquez, Jorge Esma, Tomás Espinoza, Jesús González Dávila, Alejandro Licona, Oscar Liera, Víctor Hugo Rascón Banda, Felipe Santander, Guillermo Schmidhuber, Miguel Ángel Tenorio, Juan Tovar, Tomás Urtusástegui. Guillermo Alanís y Gerardo Velásquez. La generación de 1984 es menos numerosa en número de autoras que las anteriores; destacan Sabina Berman, Vivian Blumenthal, Carmen Boullosa, Estela Leñero, Olivia de Montelongo y varias más. La influencia de Carballido ha sido de importancia vital en algunos de los miembros de esta joven generación, como Oscar Villegas (1937-2003) y Willebaldo López (1944). Los mejores autores de esta generación han seguido la influencia benéfica y simultánea de Argüelles, Azar y Leñero.

La Nueva Dramaturgia Mexicana fue iniciada después de algunos años de desfallecimiento en la dramaturgia nacional coincidentes con el final de la segunda promoción de la generación 1954. Las nuevas plumas aparecieron al unísono. El 17 de junio de 1978 se premió un concurso nacional de dramaturgia auspiciado por la SOGEM, con diez jurados y con nombres ocultos bajo seudónimo. Los premiados fueron: Premio INBAL: Ángeles Mendieta por "Elegía 68"; Premio Teatro de la Nación: Guillermo Schmidhuber por "La catedral humana"; y Premio D.G..D.A.: Jesús González Dávila por "Polo, pelota amarilla"; hubo además varias menciones de honor. (2) Huelga decir que las instituciones involucradas nunca cumplieron la promesa de montar las obras de teatro premiadas ni la publicación de los textos, pero los medios presentaron a los nuevos dramaturgos como el advenimiento de una nueva generación.

El nombre de la generación fue acuñado como "Nueva Dramaturgia Mexicana". Pronto la Unión de Críticos y Cronistas de Teatro de México, A. C, del Distrito Federal, cuya ligereza era Ana Ofelia Bello, organizó lecturas de atril de las obras de Nueva Dramaturgia. Paralelamente la Universidad Autónoma Metropolitana auspició lecturas, puestas y publicaciones, siendo el mentor del plan el director Guillermo Serret.

Un autor perteneciente a la generación 1954, pero que por la contemporalidad de sus obras se une a la generación 1984, es Tomás Urtusástegui (1933), quien se ha hecho merecedor, sin exageración, del epíteto de "hombre de teatro", porque sus obras son montadas en todos los rincones del país y sus labores de promotor y maestro de teatro llegan a muchos lugares alejados del DF con una rara efectividad. Su pluma es la más prolífica de su generación, con más de ciento cincuenta títulos. Algunas de sus exitosas piezas son: "Y retiemble en sus centros la tierra", "Vida, estamos en paz", "Yo sólo sé que te vas. Yo sólo sé que te quedas", "Libertad de expresión", "El fabricante de nubes", "Cupo limitado" y "La duda".

Tampoco Felipe Santander (1935-2000) pertenece a la generación 1984, sino a una anterior, pero su advenimiento como dramaturgo fue en los años en que también iniciaba la nueva generación. Fue un autor que supo llevar vidas paralelas. Había nacido en Monterrey, Nuevo León, pero en su lugar de origen nadie lo recuerda porque no creció allí. Fue actor, director teatral y guionista en la ciudad de México y, paralelamente, Ingeniero agrónomo egresado de una universidad de Ciudad Juárez, Chihuahua, a la vez que estudiaba teatro en la Escuela del INBA. Su obra dramática pertenece a dos períodos. Con gran éxito económico y de público presentó "Luna de miel para diez" (1959) y "Las fascinadoras", cuyo estreno en 1961 fue calificado del primer musical mexicano. Por unos años suspendió sus labores artísticas para dedicarse a otras más remuneradas, y regresó con el mayor de sus éxitos: "El extensionista" (1978), con el grupo teatro campesino y bajo la dirección de su autor; con más de 3200 representaciones en todo México, Ecuador, España, Cuba y Estados Unidos. Esta producción le mereció los Premios Xavier Villaurrutia, Sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón en 1978 y Casa de las Américas, de La Habana, en 1980. No es exageración afirmar que "El Extensionista" es un gesticulador (3) del campo mexicano. Esta pieza permanecerá en la historia del teatro mexicano como una de las mejores obras dedicadas a la tierra, comparable a la memorable "San Miguel de la Espinas", de Juan Bustillo Oro, pieza perteneciente a dos generaciones atrás. Varios éxitos siguieron, producidos con excelentes montajes: "A propósito de Ramona" (1981), "Los dos hermanos" (1983), que hizo gira por México, Estados Unidos y Canadá; y por último, "Y el milagro" (1985). Santander estuvo dedicado en sus últimos años a la promoción cultural oficial en Cuernavaca. Los argumentos cinematográficos del cine clásico mexicano, sobre todo de los filmes de Ismael Rodríguez, fueron inspiración creativa para las obras dramáticas de su segundo periodo.

Del movimiento de la nueva dramaturgia murieron tempranamente Jesús González Dávila (1940-2000) y Oscar Liera (1946-1990), pero la dramaturgia de ambos autores permanece como la más vigorosa de esta generación. González Dávila fue un autor de pluma temprana pero de popularidad tardía. Sus primeras piezas no alcanzaron la puesta ni la edición al momento de su escritura. La mayoría de sus obras crean un cosmos absurdista de niños viviendo pasiones de gente mayor. "Polo, pelota amarilla" pretende ser una obra para niños y alcanza el nivel dramático de una parábola sobre la felicidad humana que ni los niños, ni menos los grandes, pueden lograr. En el mismo tono pero dirigidas a un público adulto, son "La fábrica de juguetes" y "El jardín de las delicias"; el impacto del año 68 (4) y la pérdida de la ilusión política juvenil están presentados en "Muchacha del alma" y "Los sobrevivientes de la feria". La tragedia social de una sociedad que olvida a sus pobres da vida a "De la Calle", exitosa pieza teatral que fue llevada al cine.

Por su parte, Óscar Liera fue el enfant terrible de la generación 1984. A partir de que "Cúcara y mácara" - pieza de tema guadalupano - sufriera un atentado derechista durante una representación, con agresión física contra los actores al final de la representación, Liera se convirtió en el más célebre miembro de su generación. Su espíritu iconoclasta y su cínica porfía, le hicieron presentar en escena algunas de sus obras menores por el solo deseo de apabullar la conciencia burguesa sobrepasando a veces la capacidad de sus personajes, como sucedió en "OK". Sin embargo, algunas de sus piezas deben estar entre las mejores escritas por la generación 1984, por el uso de la imaginación dramatúrgica y la creación de un cosmos teatral que únicamente puede existir sobre el escenario, como en "Los negros pájaros del adiós" y, especialmente, "Camino rojo a la Sabaiba", compleja pieza de excelente dramaturgia. La vertiente estridente y antimoralista de Liera dio su mejor obra con "Las dulces compañías", cuya temática versa sobre el desasosiego humano para evitar la omnipresente soledad. Ningún dramaturgo de la generación 1984 posee mayor cercanía entre sus temas y su propia biografía. Murió como si su muerte pasara dentro de una de sus obras. Fue más actor que artista y más personaje que persona.

Dos dramaturgas han descollado en la generación 1984: Leonor Azcárate (1955) y Sabina Berman (1956). La primera escribe un teatro de buena factura con temática social. Sus obras más conocidas son "Tierra Caliente"; la trilogía sobre lo político - "Trabajo sucio", "Las alas del poder" y "Zona de olvido"; la comedia "Margarita resucitó" y la pieza para niños titulada "Una nariz muy larga y un ojo saltón". Por su parte, Berman ganó el premio nacional de teatro en 1981 con "El amo del piolet", sobre el asesinato de Trotski, pieza que después fue titulada "Rompecabezas". Es una pieza de buena factura sobre la antihistoria; dentro de esa línea escribió "Herejía", sobre la persecución de judíos conversos en el tiempo de la conquista en el norte de México; la pieza adquiere el valor de metáfora sobre las constricciones que la sociedad impone en los espíritus libres. Posteriormente su dramaturgia se alejó de los grandes temas nacionales, para presentar obras de corte feminista de gran éxito de público: "Muerte súbita" (1988) y "Entre Villa y una mujer desnuda" (1992). Los grandes temas que abrieron su dramaturgia regresaron con piezas como "Molière" (2000) y "Feliz nuevo siglo, Doktor Freud" (2001).

Cuando una década después, en 1996, Leñero antologó y prologó un volumen sobre la Nueva Dramaturgia Mexicana, seleccionó nueve obras que consideró las más representativas: "Playa Azul" de Rascón Banda; "Crónica de un desayuno" de González Dávila; "Trabajo sucio" de Leonor Azcárate; "Cupo limitado" de Urtusástegui; "Muerte súbita" de Sabina Berman; "Travesía guadalupana" de Miguel Ángel Tenorio; "El jinete de la Divina Providencia" de Óscar Liera; "Por las tierras de Colón" (premio Letras de Oro de la Universidad de Miami) de G. Schmidhuber; y "Los heraldos negros" de Gerardo Velásquez. Algunas de las piezas de esta generación son testimonio de la presencia benéfica de Rodolfo Usigli, como "El extensionista" de Felipe Santander, ·El jinete de la Divina Providencia" y "El camino rojo a la Sabaiba", de Liera, "Travesía guadalupana" de Miguel Ángel Tenorio, "Rompecabezas" de Berman, y "Por las tierras de Colón" y "Obituario", de Schmidhuber.

Al paso de los años, las promesas de la Nueva Dramaturgia no fueron cumplidas, especialmente porque esta generación que había comenzado escribiendo con gran unidad grupal, pronto repitió el proceso desintegrador que nace de la envidia, mengua parecida a la que había sufrido la generación anterior. Se repitieron varios de los errores de la generación 1954. Para triunfar algunos escogieron el camino de la influencia política, por lo que dedicaron más tiempo a las labores burocráticas que a la dramaturgia; como había hecho Solana anteriormente, comportamiento que fue seguido por Rascón Banda, resultado de la seducción de puestos importantes y de apoyos para abundantes puestas, pero en perjuicio de la calidad de su creación. Por ejemplo, en aras del triunfo Rascón Banda adaptó sus obras a las necesidades directivas y actorales de las sucesivas puestas o adaptó las escenas en razón de la generosidad y matiz de los presupuestos. Un ejemplo es "Voces en el umbral", pieza que cambió de nombre y de personajes a "Walquiria tarahumara", y más tarde a "La casa del español"; este último título fue alterado para permitir que una actriz de origen español (Sonia Furió) actuara en el papel protagónico que pide a una descendiente de alemanes dueños de una mina en Chihuahua, pero que tuvo que ser trocado por la hija de un tendero peninsular para ocultar su natural ceceo. Como logro lateral habría que apuntar que ningún dramaturgo de esta generación tuvo más puestas ni mejores presupuestos. Paralelamente a su puesto de presidente de la Sociedad General de Escritores de México y de asesor personal de Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Rascón Banda ha logrado la consolidación como el dramaturgo omnipresente en los escenarios mexicanos.

El estilo de la dramaturgia de Rascón Banda ha variado según los directores a quienes ha dirigido sus obras: Julio Castillo logró el mejor de los principios con el estreno de "Las armas blancas"; más tarde el obligado expresionismo de Martha Luna, quien había estudiado en Praga, trastocó el realismo de "El baile de los montañeses" en una pieza brechtiana, pero logró el estreno en el Festival Cervantino y la fortuna de una gira nacional. El montaje de "La Malinche" fue simultáneo a su escritura en un experimento dirigido por el alemán Johann Kresnik, en una pieza que confronta a la heroína indígena con el México de hoy bajo la óptica de un director extranjero y no de un dramaturgo mexicano; sin embargo, la puesta fue llevada a cabo con un presupuesto espléndido para ser presentada en un festival en Berlín. Por el contrario, una de sus mejores piezas, "La maestra Teresa" (1979), ha quedado fuera de todo proyecto editorial o escénico, a pesar de ser uno de sus mejores aportes dramatúrgicos. "Voces en el umbral" (1983) y "Playa azul" son piezas en las que queda patente el arte rasconiano. Los incuestionables aciertos de este dramaturgo son su olfato para la selección de temas, la eficacia dramática de sus diálogos y sus búsquedas por alcanzar un alto nivel de realismo.

La segunda parte de la generación 1984 posee un menor número de escritores en comparación con la primera promoción, porque son pocos los que sobrepasan la creación, edición y montaje de más de dos obras. En una antología titulada "La nueva generación de dramaturgos", con la vista en el futuro, Rascón Banda y Leñero incluyeron: "Habitación en blanco" de Estela Leñero; "Dolores o la felicidad" de David Olguín; "Lobo" de Jorge Celaya; "El motel de los destinos cruzados" de Luis Mario Moncada; "El ajedrecista" de Jaime Chabaud; "Los niños mutilados" de Hugo Salcedo; "Los niños de sal" de Hernán Galindo; "Deseos" de Ricardo Pérez Quitt; "El viejo de la Condesa" de Luis Eduardo Reyes; y "Tren nocturno a Georgia" de María Luisa Medina. En opinión del antologista estos dramaturgos realizan un teatro "vivo y que reflexiona sobre el mundo que les tocó vivir". A esta lista de dramaturgos debiera sumarse Felipe Galván, Otto Minera, José Ruiz Mercado, Gabriel Bárcenas, Mario Cantú Toscano, Flavio González Mello y, particularmente, Gonzalo Valdés Medellín, autor de "A tu intocable persona", "Los caminos de la vida" y "Ecce Novo"; esta última pieza enjuicia mediante una farsa al complaciente Salvador Novo tras el infausto 1968, (5) en tanto hombre y en tanto artista. Esta última pieza pudiera ser considerada de influencia de Usigli (no de Novo); como también las piezas de Hugo Salcedo, "Arde el desierto con los aires que viajan del sur" y "El viaje de los cantores" (Premio Tirso de Molina 1989). Estos dramaturgos jóvenes y tantos otros continúan la tradición dramática mexicana, al proseguir tejiendo y destejiendo el mito y la historia para entender la realidad fugitiva del México de hoy.

En una sumatoria de influencias, la presencia del teatro usigliano fundador del teatro mexicano ha seguido presente en la pluma y en los escenarios. En algunos dramaturgos esta influencia ha sido mayormente fructífera: Elena Garro, Héctor Azar, Hugo Argüelles y Vicente Leñero. En la Nueva Dramaturgia Mexicana la influencia usigliana es patente en la obra de Oscar Liera, Felipe Santander, Sabina Berman, Guillermo Schmidhuber y algunos más; de entre los jóvenes descuella la lucidez usigliana de Gonzalo Valdés Medellín.

México no ha entronizado el teatro como arte nacional. En la primera generación del teatro mexicano del siglo XX hubo un balance prometedor de dramaturgia y escenificación, especialmente con la obra de Usigli; la generación siguiente pareció iluminar aún más el sendero, pero pronto diluyó su aportación por la supremacía de los directores teatrales, quienes creyeron aquello de que el texto dramático había muerto. La tercera generación fue testigo del advenimiento de nuevos dramaturgos y teatristas, pero pocos consolidaron una carrera profesional. Como máxima tentativa está la Muestra nacional de teatro que no logra hacer viajar las obras por toda la provincia, ni menos hacerlas presentar en la capital, pero que sangra al Estado anfitrión al agotar su presupuesto cultural con los gastos para patrocinar la Muestra. No hay ediciones de libros de teatro. Ni los dramaturgos consagrados han logrado la edición de sus obras completas. Multitud de teatristas están dispuestos a dar la vida por la escena, pero solo por unos años. Hay presencia de clanes mutuamente excluyentes y hay necesidad de pertenecer a uno. Falta un nutrido público de personas entrenadas para el disfrute de la escena. Como conclusión, la primera generación de dramaturgo 1924 introdujo la noción de "México en el teatro", es decir, lo mexicano se subió a los escenarios. Luego la generación 1954 fue la segunda que experimentó con el realismo y sufrió el advenimiento de la hegemonía del director. Más tarde la generación 1984 - que es analizada en el presente artículo - se aseguró simplemente de que hubiera "teatro en México". Después de Usigli, ya nadie soñó con crear otro gesticulador. Hoy México no es país teatral ni ofrece un hábitat nutriente para el teatro.
En 2014 habrá cambio de estafeta y se prevé que aparecerá una generación nueva de dramaturgos mexicanos. En el "Catálogo de obras teatrales" elaborado a iniciativa de Margarita Mendoza López, bajo el amparo del Seguro Social, están incluidos un millar de autores teatrales mexicanos del siglo XX. La biblioteca digital incorporada al CD de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), elaborado para celebrar el primer centenario de la asociación de autores, incluye obras de 132 dramaturgos (2002). (6) A pesar de que un considerable número de estas obras han llegado al escenario y al libro, el olvido ha ido dejando sus inevitables huellas. Todas las obras desfavorecidas con el éxito y la memoria conforman lo que, sin eufemismos, puede ser considerado como el "inconsciente colectivo" del teatro mexicano. Unas pocas obras han pasado de generación en generación; indudablemente "El gesticulador" encabeza el índice de estas obras mexicanas, por haber sido la piedra angular que permitió la edificación de un teatro esencialmente mexicano como movimiento artístico hegemónico. El hecho de haber logrado conservar su ejemplaridad dramática por siete décadas es una promesa de que esta obra usigliana seguirá siendo el paradigma más importante del teatro mexicano, por eslabonar lo mejor de su pasado dramatúrgico y señalar lo más prometedor de su futuro creativo.

Usigli afirmaba que un país sin teatro es un país sin verdad. En México nos hace falta tanto la Verdad, como un movimiento maduro y promisorio del teatro. México necesita hoy más que nunca hurgar en la verdad hasta lograr asirla cabalmente para lograr ponerla en práctica, sea con el teatro o mediante el proceso político, para que así los mexicanos puedan adentrarse por los senderos de las nuevas Democracias.

 

NOTA

1. José Juan Arrom, "Esquema generacional de las letras hispanoamericanas". Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1977, p. 15-24. Este esquema ha sido aceptado por la crítica internacional, especialmente por los estudios de Frank Dauster. Volver

2. Esa misma noche fue premiado el V concurso para escritores de cine: el primer lugar fue para Guillermo Murray por "Para usted, jefa"; el segundo para Sabina Berman y Delfina Careaga, por "La tía Alejandra", y el tercero para Xavier Robles Molina y Jorge Humberto Robles por "Destino manifiesto". Volver

3. Entiendo que alude a "El gesticulador", de Rodolfo Usigli. Obra emblemática del teatro mexicano escrita en 1938: por razones políticas su estreno no fue permitido hasta 1947. (N. de la R.). Volver

4. Fue el año de las grandes manifestaciones de estudiantes insurgentes que culminaron en la Matanza de Tlatelolco. Volver

5. Vuelve a referir a la matanza de Tlatelolco, que en algunos casos significó el parteaguas en las posturas políticas de determinados artistas. (N. de la R.). Volver

6. La dirección de la biblioteca virtual de los dramaturgos mexicanos es: http://sic.conaculta.gob.mx/bibdigital/teatrosogem.php. Volver

 

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