Un taller-montaje de Juan Carlos Gené y Verónica Oddó.
Un taller-montaje de
Juan Carlos Gené y Verónica Oddó
Elenco
Silvana Correa
Laura D'Anna
Laura Ledesma
Marcela Palazzo
Pablo Nugoli
Mario Petrosini
Carlos Romagnoli
Vestuario
Martín Pons
Operación de sonido
Silvia Lucero
Operación de luces
Fernando Díaz
Asistente:
Felicitas Luna
Musicalización:
Verónica Oddó
Espectáculo sin intervalo
Duración: 85 minutos
Teatro CELCIT. Temporada 2000
Continente, o quizá océano, Shakespeare es inmenso, tal vez inabarcable. De una u otra manera, enfrentarse a él es echarse a viajar en busca de la clave de los misterios que están detrás de cada una de sus obras. Por eso, además de grande, es también formativo, amable y tiernamente dispuesto a servir de vehículo del aprendizaje, que es también de por sí, un viaje de iniciación hacia los secretos del oficio.
Durante algunos años, maestros y talleristas hemos frecuentado juntos y a modo de sucesivas hipótesis de trabajo, los textos de los grandes dramaturgos clásicos y modernos; y Shakespeare nos acompañó más de una vez. Por eso esta vez y como cierre de esos años, hemos intentado este viaje, en el que cada tallerista eligió personajes y textos, destinados a mezclarse en un viaje de cabotaje (con las costas a la vista) por las aguas embravecidas del gran poeta de la escena.
No hemos tratado de contar ninguna historia (que siempre estaría mejor contada por cualquiera de sus obras), sino indagar en lo que a cada actor le resonaba personal e íntimamente. Siendo cada uno protagonista de su propia fantasía, el resultado no podía ser sino descentrado y, de alguna manera, cargado de muchas más preguntas que respuestas. Lo que se muestra no es entonces un resultado, sino un proceso a través del cual se construye un mosaico de sugerencias y de atmósferas que Shakespeare nos ha brindado con su inagotable generosidad.
Juan Carlos Gené
Verónica Oddó
En este nuevo encuentro con nuestros maestros, Verónica Oddó y Juan Carlos Gené, nos propusimos recorrer un mundo por dentro y aventurarnos por las creaciones de un dramaturgo inigualable.
Así nos convertimos en viajeros por Shakespeare. Y, al emprender la travesía, descubrimos caminos nuevos para recorrer y recorrernos.
Viajar a través del poeta es intenso. Nos requiere íntegros como actores y como personas; al dejarnos atravesar por cada una de sus vibrantes palabras, intuimos que vamos en búsqueda de la verdad que se encuentra en nuestras almas.
Juan y Verónica mantienen siempre encendida en nosotros la antorcha que nos hacer abrir nuestros sentidos, nos da las claves, nos invita constantemente a la travesía y nos guía con sensibilidad y firmeza por este portentoso territorio poético.
Ahora tenemos recorrido un trayecto, que cada noche compartimos con el público. Hoy Shakespeare nos hace inevitable vivir en nuestros cuerpos el misterio del teatro: aunque partamos siempre del mismo punto, sabemos que la experiencia será siempre novedosa y nos llevará a una única certeza: el viaje continúa...
Los actores
Sin ánimos de vanguardia, Juan Carlos Gené y Verónica Oddó, junto a un grupo de siete estupendos actores, demuestran que Shakespeare es tan porteño como contemporáneo.
Todos los años, Juan Carlos Gené y Verónica Oddó coordinan un taller-montaje en el que investigan y actualizan, junto a sus alumnos, textos dramáticos no contemporáneos. En 1998, Ese antiguo espíritu de venganza (dirigido por Verónica Oddó) fue resultado de una indagación acerca de la tragedia en general y de los textos de Esquilo en particular. Casi el mismo grupo de actores que hoy interpretan Viajeros por Shakespeare. Romero, para la memoria, presentaban a los espectadores diferentes variaciones de un "estado trágico" contemporáneo con visos de ritual. Más de dos años después (el tiempo que le lleva al grupo su proceso de investigación), los actores del taller-montaje se plantean esta vez cómo visitar al gran escritor clásico reproducido y profanado hasta el cansancio. Y esta vez también el resultado fue revelador y profundamente emotivo.
El planteo de la puesta -cuenta el programa- fue que cada actor escogiera un fragmento de la obra shakespereana para trabajar. Más tarde, los coordinadores (Gené y Oddó) perfeccionaron las escenas y las "cosieron" entre sí, dándoles una dirección basada, aparentemente, en dos principios: el del sueño y el de la creación de diferentes climas. Lo extraordinario de esta puesta es que la actualización del texto de Shakespeare está puesta básicamente en las actuaciones, como si los directores se hubieran planteado dos preguntas: "¿cómo se dicen estos textos?" y "¿cómo es el cuerpo de esos personajes hoy?". Contrariamente a cualquier imagen que el espectador traiga de cómo debe actuar Hamlet ante la revelación de la espantosa muerte de su padre, o en una acalorada discusión con su pérfida madre, Mario Petrosini y Silvana Correa no encarnan la artificiosa cadencia que esos textos suelen tener en la mayoría de las puestas -el estilo Alcón, que tanto gusta a los argentinos-, sino que más bien explotan el vínculo contradictorio con una naturalidad humana y creíble.
El pequeño escenario del CELCIT se convierte en un espacio mágico y ritual en el que todo puede pasar: que Titania se enamore desesperadamente de un zapato viejo y desvencijado (en lugar de un burro), que Puck sea un muchachito aporteñado o que se desarrollen varios triángulos amorosos a la vez. En este caso, resultaría difícil destacar un trabajo actoral por encima de otro. Viajeros por Shakespeare tiene la rara virtud de congregar a siete artistas de excepción que se sacan chispas en el escenario. Sí se podría resaltar la particular forma en que Carlos Romagnoli concibe al poderoso Ricardo III, cuya simpleza y cotidianeidad ante el crimen resulta una pasmosa referencia a los socavados asesinos de hoy.
Con su mínima utilización de objetos, su iluminación ajustada a la consigna de crear climas y su ritmo envolvente, Viajeros por Shakespeare permite que algunos míticos textos del autor inglés vuelvan a respirar con nuevos aires. En especial, ese mágico momento en el que Hamlet, de rodillas como un chico con la cabeza apoyada en el regazo de la madre, apenas le susurra: "En estos tiempos de vivio y pecado, la virtud tiene que postrarse ante el vicio y pedirle perdón por hacer el bien".
"Viajeros por Shakespeare (Romero, para la memoria)", un taller-montaje, dirigido por Juan Carlos Gené y Verónica Oddó. Celcit, Bolívar 825, viernes a las 21, sábados a las 20.
*** Tan vasto y variado es el planeta Shakespeare -continente, o quizás océano, dicen en este bello espectáculo-, que su exploración resulta igualmente infinita. Desde el territorio de la fantasía poética hasta las cloacas más nauseabundas de la condición humana, no hay conducta, pasión, agravio, o anhelo del alma que el Bardo no haya contemplado y analizado, como si en él se resumieran, según Borges, todos los hombres que han sido, son y serán. La sabia mezcla de elementos trágicos y cómicos (hasta en las tinieblas de "Macbeth" estallan las humoradas del sereno del castillo) autoriza múltiples interpretaciones, versiones, o, como en este caso, la composición de una abigarrada colcha de retazos, cosida con un hilván tan fino que es casi imposible discernir la huella de la costura.
Este trayecto parece fruto del azar, pero hay sin duda una muy profunda comprensión de los resortes dramáticos de cada obra, y una unidad de concepción que enlaza, con toda naturalidad, los furores de la altiva Catalina con la desgarradora canción de Ofelia, las maldiciones de Calibán con las travesuras de Puck. Semejante versatilidad exige actores entrenados, flexibles, entre volatineros y recitantes clásicos, capaces de expresar tanto las efusiones líricas como las querellas de los payasos.
Este es el mismo grupo que en la temporada anterior presentó una notable "Antígona". No sólo repiten ahora la hazaña, sino que se advierte la maduración de cualidades realmente excepcionales. Importa mencionarlos a todos, porque en el programa no figura la distribución de papeles. Son ellos: Silvana Correa, Laura D’Anna, Laura Ledesma, Marcela Palazzo, Pablo Núgoli, Mario Petrosini y Carlos Romagnoli.
Como ejemplo (y no es el único) de la destreza para transitar, a veces sin pausa, de una situación trágica a otra cómica, y viceversa, basta citar la transformación de la muy joven actriz que del diálogo entre la viuda del príncipe de Gales y su asesino, el futuro Ricardo III -una de las escenas capitales en la historia del teatro, y un modelo de retórica perversa-, pasa a cerrar el espectáculo con la traza, los andares y el modo de hablar de un malevo porteño de sainete. Claro que todo esto es movido por las manos maestras de Gené y Oddó; pero nada podrían hacer si no contaran con una excelente materia prima.
Recorrer el universo de William Shakespeare (aunque sea parcialmente) es una experiencia fascinante. En el peculiar recinto del Teatro CELCIT, de paredes de ladrillo al desnudo y sin escenario, un grupo de jóvenes actores se interna con fruición en el maravilloso camino abierto por el dramaturgo inglés. Claro que el elenco marcha de la mano de Juan Carlos Gené y Verónica Oddó, dos directores sensibles y talentosos que conocen al dedillo el mundo de los grandes creadores. Así, Viajeros por Shakespeare (subtitulado Romero para la memoria) lleva impreso el sello estético de ambos -además de una apasionada investigación de cada texto- como si fuera una marca en el orillo.
Gené y Oddó no buscaron que los distintos fragmentos estuvieran divididos de manera prolija, nítidamente diferenciados. Por el contrario, mezclaron con armonía las partes que confirman este espectáculo, ofreciendo una sólida unidad escénica, una narración fluida y variada, en la que escasamente se advierten los límites de una y otra pieza. La idea es transitar por personajes y escenas que revelen de un modo total el genio del autor, su inspiración, su capacidad narrativa, su hondura, sin que importen cuáles son los títulos que integran este viaje al fondo del alma de un escritor esencial. No obstante, no es una infidencia sino un aporte informativo puntualizar que a lo largo de la travesía surgen trozos de Sueño de una noche de verano, Hamlet, La Tempestad, Ricardo III, Mucho ruido y pocas nueces, perfectamente enlazados.
Al rigor y despojamiento de la puesta (no hay escenografía ni elementos de utilería) Gené y Oddó sumaron la audacia de musicalizar un par de tramos shakespereanos con Veraño porteño y Adiós Nonino -una bella obra maestra-, de Astor Piazzolla, un compositor que, no es ninguna novedad señalarlo, se adelantó a su época. La fusión de esos textos y esa música es un hallazgo de los directores del espectáculo que, por añadidura, desplegaron otra cuota de imaginación en el momento de la valija que aparentemente se mueve sola, pero en cuyo interior está la actriz Laura D'Anna. En verdad, la propuesta de la velija partió de ella, plasmada con hábil criterio por los dos puestistas. A la vez, el diálogo entre la viudad del príncipe de Gales y el futuro Ricardo III se alza como un pasaje de intensa atracción por contenido y estructura.
Esta caminata por los rostros y las historias de Shakespeare abarca, finalmente, todas las facetas posibles -drama, tragedia y comedia-, que el brillante autor supo cultivar como pocos. Un grupo de intérpretes de muy buen manejo corporal se encargó de transcribir con fervor las vivencia de criaturas inolvidables diseñadas por un autor impar.
con Cintia Miraglia
18 de mayo
19 h (hora Argentina)
con Teresita Galimany
5 de junio al 31 de julio
Miércoles de 19 a 21
con Arístides Vargas (Ecuador)
22 al 25 de abril de 2024
Lunes a jueves de 14 a 18
con María Svartzman
6 de mayo al 25 de noviembre
Lunes de 18:30 a 21