Dramaturgia y dirección: Arístides Vargas. 20 de mayo al 9 de septiembre
Dramaturgia y dirección: Arístides Vargas. Una coproducción CELCIT - Malayerba
Dramaturgia y dirección: Arístides Vargas. Entrevistas e imágenes del espectáculo
Un entramado de escenas de la dramaturgia de Arístides Vargas. Textos tan diferentes como "La muchacha de los libros usados", "De cómo moría y resucitaba Lázaro el lazarillo", "La edad de la ciruela" y otros, encuentran cauces comunes en el juego planteado en el cruce de escrituras y temáticas, en una re-escritura que genera una nueva obra, fruto de los mundos del autor. Temas como la desolación generada por la pobreza, con pinceladas de comedia clásica; la poesía de la imagen, más cercana al mundo de la fotografía; situaciones singulares venidas del realismo mágico y el surrealismo, todo tratado con humor y lirismo, conforman "Jacinta en el umbral", donde los personajes siempre están a punto de irse como metáfora del fluir de la vida incesante, la vida que se escurre entre estos personajes que están en la frontera de la existencia ficcional.
Dramaturgia y dirección: Arístides Vargas
Con
Guido D'Albo
Teresita Galimany
Juan Lepore
Magalí Sánchez Alleno
Fotos: Soledad Ianni
Música: Osvaldo Aguilar
Vestuario: José Rosales
Iluminación: Gerson Guerra
Asistencia: Mariana Arrupe
Producción ejecutiva: Carlos Ianni
Dirección de actores: Charo Frances
Gracias: Taller de Teatro de la UNLP
Duración: 65 minutos
CELCIT en complicidad con el Grupo Malayerba (Ecuador), con el apoyo de Iberescena, Instituto Nacional del Teatro, Proteatro y Fondo Nacional de las Artes
CELCIT. Temporada 2016 - 2017
“El exilio comienza cuando comenzamos a matar las cosas que amamos…”
Esta obra parece un intento del autor de plasmar el dolor que emerge del exilio, experiencia siempre traumática y, que, en un difícil intento de elaboración, algunos logran mitigar el dolor del destierro a partir de elementos propios sensibles y creativos.
A través del juego, el olvido y el recuerdo, la memoria y la desmemoria, la amargura y el humor, Vargas expresa en esta obra el dolor que causa la violencia, la pérdida de la identidad y el desarraigo. “…El exilio comienza cuando comenzamos a matar las cosas que amamos, pero no lo hacemos con saña…lo hacemos con la misma suavidad con que esos recuerdos se hacen presencia y con la misma violencia que produce el “después”, el “no me acuerdo”, el “cómo se llamaba”, “como se decía”, como, como…” dicen.
Arístides Vargas, “el dramaturgo del exilio” nos ofrece en el CELCIT esta interesante pieza, que es en realidad un entramado de escenas de algunas de sus obras. “La muchacha de los libros usados”, “De como moría y resucitaba Lazaro el lazarillo”, “La edad de la ciruela” son algunas de estas, que generan un cruce de escrituras y temáticas en una suerte de re-escritura, articulándose así en una nueva obra con su propia coherencia interna.
A fines 1975, Arístides Vargas se exilia en el Ecuador. Este período ha marcado la vida del actor, dramaturgo y director de teatro, quien movilizado por el trauma de afrontar el exilio logró crear piezas que giran en torno a la memoria, el desarraigo y la pérdida de la identidad.
Vargas llegó a Ecuador en una época en la que, en los países latinoamericanos, abundaban emigrantes de distintas naciones del continente que atravesaban dictaduras militares. Allí conoció a la actriz Charo Francés, quien se convirtió en su esposa y compañera de oficio, y a otros artistas con quienes entre 1979 y 1980 formaron el grupo de teatro Malayerba, considerado como uno de los referentes internacionales más significativos del teatro latinoamericano. Jacinta en el umbral es una obra realizada por CELCIT en conjunto con el grupo Malayerba.
Las actuaciones de Guido D’ Albo, Teresita Galimany, Juan Lepore y Magali Sanchez Alleno logran dar cuerpo a estos entrecruces temáticos con fuerte solvencia interpretativa y dramática, bajo una excelente dirección de actores de Charo Frances, y dirección de reposicion de Carlos Ianni. La música de Osvaldo Aguilar y la iluminación de Gerson Guerra logran crear climas muy adecuados para acompañar momentos emotivos de esta excelente obra donde el exilio es el gran protagonista.
Muy recomendable!
Marcos Koremblit. deteatro.com.ar. 04/08/2017
La imaginación se alimenta de buenas historias, sobre todo de aquellas que nos contaron nuestros padres y nuestros abuelos. Y este parece ser el disparador de Jacinta en el umbral, de Arístides Vargas.
Como en Las mil y una noches, aquí la abuela –en la piel de Teresita Galimany– le cuenta historias a su nieta –en la piel de Magalí Sánchez Alleno–. En un entramado de relatos de la dramaturgia de Arístides Vargas, en escena confluyen fragmentos de «La muchacha de los libros usados», «De cómo moría y resucitaba Lázaro el lazarillo», «La edad de la ciruela» y se enlazan en una suerte de reescritura lúdica.
Emulando los juegos de la infancia, con pocos recursos, como el cambio de luces o la disposición de las mesas y las sillas, las dos actrices junto con Guido D´Albo y Juan Lepore crean el marco para cada narración y llevan a escena los relatos de esta abuela que parece contar ad infinitum estas historias que conforman una sola: Jacinta en el umbral.
Dos aspectos resaltan en esta puesta: primero, la estética oscilante entre lo simbólico y lo visible para el espectador, donde se crea una atmósfera surrealista propia de todo juego, pero impregnada de un realismo palpable en las miserias de los personajes –el abandono, el desamor, la pobreza o la frustración de no poder ser en plena libertad–; segundo, el leitmotif de la partida que se manifiesta en cada personaje, siempre a punto de «irse», una metáfora sobre el continuo fluir de la vida, que, como los granitos de arena en un reloj, están expectantes al cruce de un bulbo al otro, detenidos en el umbral, abiertos a la imaginación sobre lo que les depara el porvenir.
Nuria Gómez Belart. www.nuriagomezbelart.com. 09/07/2017
El prestigioso dramaturgo Arístides Vargas es referente de los jóvenes creativos argentinos que reinterpretan sus trabajos
Arístides Vargas hizo de la diversidad el pilar de su teatro que -como pasa con la mayoría de los artistas- tiene que ver con su vida. En 1975, con 20 años, tuvo que escapar de la Argentina perseguido por la Triple A, se instaló en Ecuador y fundó el grupo Malayerba, en el que reunió a actores de diferentes países y culturas. Desde allí, recorrió América latina con espectáculos en los que los personajes y el tiempo están indefinidos y siempre tienen una fuerte carga poética. Durante muchos años, Vargas no fue profeta en su tierra, pero las cosas cambiaron: cada vez es más convocado por instituciones argentinas y, fundamentalmente, por los jóvenes que toman sus textos para hablar de ellos mismos. Ahora, en el Celcit, se puede ver su creación más reciente Jacinta en el umbral, una pieza construida a partir de fragmentos de sus obras más famosas.
"Mi universo es circular. Las cosas se van repitiendo", dice Vargas sobre su propia obra y de esa manera puede explicar cómo fue la experiencia de hacer una reescritura de textos como La muchacha de los libros usados, De cómo moría y resucitaba Lázaro, el lazarillo y La edad de la ciruela, para crear un nuevo espectáculo, que tiene como punto en común personajes que siempre se están despidiendo. El exilio, el desamparo y la sensación de no pertenecer son ideas permanentes de sus obras, aunque él cuestiona la categoría de tema.
"Me dicen que escribo sobre el exilio. Está claro que es una impronta en mi teatro, pero no funciona como un tema, sino como un estado de exilio, algo que es una constante en la sociedad. No nos sentimos representados por nuestras naciones y, en ese sentido, somos expulsados simbólicamente de un tipo de territorio. Todos somos exiliados. No se necesita estar en París para ser exiliado. Emily Dickinson se exilió en su habitación, un día dijo de acá no salgo. Esa es una manera de exilio. No es una cuestión geográfica. Escribo de una forma donde la ausencia y lo que no está tiene importancia", reflexiona el autor, acostumbrado a una vida itinerante, siempre con la compañía de su esposa, la actriz española Charo Francés, quien a veces le reclama estar cansada de armar las valijas.
Radicado en Ecuador, Arístides Vargas es uno de los artistas más representados en América latina y genera una atracción peculiar en los colectivos de jóvenes artistas que representan sus obras. "Me parece maravilloso que los jóvenes me tomen como pretexto para hablar de sí mismos. En América latina la teatralidad se está constituyendo, no hay una tradición arraigada de dos mil años a la cual rendirle culto, como sucede en Europa. Hay teatralidades, no hay un solo teatro. No hay un solo director, hay muchas formas de hacerlo. Creo que eso es algo que me ata al mundo de los jóvenes, yo impulso mucho que hablen de sí mismos, porque hay algo de intransferible en lo que ellos sienten, que debe ser hablado por ellos y no por otros. El teatro es un acto personal", explica.
Construir una identidad a partir de las diferencias es una de las obsesiones del teatro de Vargas. El año pasado estrenó en el Cervantes La república análoga, una obra en la que reunió a actores desde la Patagonia hasta el Norte del país. "Las diferentes estéticas pueden crear una identidad. En Argentina hay muchas teatralidades. No es lo mismo el teatro de Buenos Aires que el de Jujuy, y no tendría por qué serlo, sería aburridísimo. El teatro es muy precario, no se lo puede reducir a una cuestión técnica, ni siquiera a una cuestión del lenguaje. Se sitúa más en la imposibilidad de hablar de ciertas cosas, en lo impredecible que sucede cuando alguien habla y eso se vuelve ingobernable. Hay que educarse en eso, porque hemos sido educados para estar seguros y no perder el control. Hay algo que se constituye en el accidente de hacerlo. En ese sentido, el teatro y la vida se parecen mucho", considera este artista que imagina que la catástrofe de alguien intentando buscar un camino podría ser en sí mismo un espectáculo teatral.
El trabajo de Vargas con el teatro comenzó en la década del 70 y cuenta que ya en esa época le anticipaban que el teatro iba a desaparecer. "Yo me voy a morir y el teatro no ha desaparecido", piensa y le otorga su poder en el carácter artesanal: "Es un arte poderoso, que se sostiene en la relación con los seres humanos, cuando desaparezca el ser humano, puede llegar a desaparecer el arte teatral. Sí pienso que hay muchas intenciones de destruirlo, de someterlo, de transformarlo hasta diluirlo. Es porque vivimos en una época infantil. En el sentido que los niños desarman un juguete y no lo vuelven a armar. Es una cosa extraordinaria de los niños, porque así aprenden el mecanismo. Pero al artista adulto hay que pedirle que lo desarme, pero que también tenga la capacidad de volver a armarlo. Tal vez sí el teatro se transforme en un arte elitista, en el buen sentido de la palabra. No se trata de una elite de dinero, sino que es una elite sensible, de gente que busca en el teatro una experiencia que no encuentra en ningún otro orden de la vida".
Mercedes Méndez. La Nación. 10/11/2016
con Leonor Courtoisie (Uruguay)
9 de octubre al 27 de noviembre
Jueves de 13 a 15
con Arístides Vargas (Ecuador)
31 de marzo al 28 de abril
Lunes y jueves de 17 a 19
con Josefina de Cara (Argentina)
8 de mayo al 26 de junio
Jueves de 9 a 10
con Carlos Ianni (Argentina)
8 de abril al 25 de noviembre
Martes de 10 a 13
con Laura Derpic (Bolivia)
15 de mayo al 3 de julio
Jueves de 15 a 17
con Alejandra Chamorro (Argentina)
8 de abril al 27 de mayo
Martes de 19 a 21
con Gustavo Schraier (Argentina)
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65 minutos de video tutorías
con Mariela Castro Balboa (Argentina)
8 de mayo al 26 de junio
Jueves de 17 a 19