Un busto al cuerpo

De Ernesto Caballero. Dirección Teresita Galimany
Con Patricia Maddoni, Norna Peña, Susana Varela
Escenografía Fernando Díaz

Sinopsis

Autor
Ernesto Caballero

Cristina 1: Susana Varela
Cristina 2: Norma Peña
Cristina 3: Patricia Maddonni

Edición banda de sonido
Tian Brass

Realización escenografía
Fernando Diaz - Alejandro Castro

Música
Liliana Felipe

Diseño de iluminación
Carlos Ianni

Escenografía
Fernando Díaz

Dirección
Teresita Galimany

 

Espectáculo sin intervalo
Duración: 75 minutos

Teatro CELCIT y Auditorio UPB. Temporada 2002

Tres mujeres, de tres generaciones distintas, que representan no sólo a la mujer de hoy, sino a todo un imaginario colectivo que habiendo perdido las referencias tradicionales en lo que a otro tipo de valores se refiere, se centra hoy en día, de manera agónica y obsesiva, en el cultivo de la propia imagen.

El cuerpo, inesperadamente, se ha convertido en problemático, aludiendo a una inquietud socialmente compartida: la posibilidad de cambiarlo.

Esta fantasía, que ha estado presente desde Pigmalión a Pinocho, parece que cada vez es menos un sueño, pues la tecnología y la ciencia médica hacen posible hoy en día el milagro de modelar nuestro aspecto a la carta. Pero este no es un sueño apacible sino una posibilidad que se muestra como algo conflictivo, perturbador, por mucho que tratemos de convencernos de que se trata de algo cotidiano que roza, incluso, la frivolidad. Así al menos lo vivirán nuestros personajes.

Ernesto Caballero

 

Caos, miseria, desocupación. Crisis, hambre, depresión. ¿A quién le importa una teta más o menos, un muslo bien torneado, un culito parado? ¿A nadie, a algunas? ¿A todos, a ninguno? ¿Preocupación vana, ajena a seres comprometidos, inteligentes, educados? ¿Ningún escozor frente a esas imagen perfecta que nos mira fijo, insistente, desde pantallas y publicidades? Acosadas y acosados por lo que nos sobra y lo que nos falta, lo que no nos dieron y lo que nos quitaron, ¿miramos hacia nuestro cuerpo buscando algo distinto?

Y si lo miramos, ¿cómo lo miramos?: ¿abiertamente, claramente, valientemente, secretamente, cobardemente, vengativamente, idealmente, orgullosamente, vergonzosamente, humildemente, catastróficamente, desdeñosamente, felizmente? Contestar allí, solitas(os) frente al espejo. Solitos(as), frente a la imagen del Otro(a). Porque en medio de la crisis, las listas de espera en hospitales para cirugías estéticas de todo tipo, crecen y siguen creciendo sin precedentes. Y en palabras de la obra:
"¿... una cara estirada, intervenida, es mejor que la expresión que han ido forjando los años?" o "(Cirugía...), ¿para qué, para quién? ¿Me importa realmente? Y si me importa, ¿a quién le importa que me importe que me importa?" ¿A nadie, a algunas? ¿A todos, a ninguno?

Teresita Galimany

Notas y críticas

Un cuerpo a la carta

¿Lifting o no lifting?: según la revista francesa Elle, en algún momento, rondando los 40, todas las mujeres se plantean este dilema presuntamente estético. En verdad, la inquietud se extendería más allá del alisado de la cara, porque el menú es hoy casi ilimitado y la presión mediática incesante: befaroplastia, mastopexia, dermolipectomía, botox, silicona, láser, colágeno... Todo sirve para obtener perfiles seriados en cualquier zona del cuerpo cortando, estirando, rellenando, succionando, emparchando, zurciendo. Según la publicación citada, la edad ideal para empezar a intervenirse son los 18 (lipos, prótesis mamarias), mientras que para retocarse los párpados se sugiere empezar a los 40; óvalo y cuello se merecen un tirón alrededor de los 42. En nuestro país, entretanto, siguen apareciendo regularmente notas en diarios, revistas y TV que dan cuenta detalladamente de las renovadas propuestas de la cirugía estética. Y un raudo zapping por los canales abiertos (y alguno de cable como Plus Satelital) es más que suficiente para comprobar cuántas conductoras, actrices, modelos, vedettes devenidas conductoras, etc., han pasado por el bisturí despersonalizador, por la inflación del colágeno o la silicona.

Hace un año, Rosa Montero, después de un viaje por Latinoamérica, regresó a España impresionada por el auge de este tipo de refacciones en “las clases medias y pudientes”. Para la escritora, “un auténtico frenesí mutilatorio, una fiebre por el bricolage corporal de hordas de mujeres y tropillas de hombres dispuestos a alterar la realidad y a fingir que son otros a un coste feroz en carne y sangre”. Montero señala que “nunca había visto a las argentinas, que siempre han sido guapas, tan morrudas y turgentes como ahora”.

Muy de vez en cuando, alguna película –como Brasil o La muerte le sienta bien–, algún telefilm se animan a cuestionar o satirizar esta dependencia de tantas mujeres que se arriesgan a sucesivas cirugías que terminan por convertirlas en falsificaciones seudorrejuvenecidas de sí mismas. Pero es raro que el teatro se ocupe de esta problemática generada y alimentada por lo que es ya toda una industria (clínicas, cirujanos, proveedores). Un busto al cuerpo (Celcit, Bolívar 825, sábados a las 21 y domingos a las 19, a $ 5) es una incisiva comedia que gira exclusivamente, exhaustivamente en torno al culto de la propia imagen, a través de tres personajes femeninos: Cristina 1, cuarentipico; Cristina 2, treintipico, y Cristina 3 (hija de 1), teenager.

La primera parece tener muy claro que no hay que ceder a las presiones y lamenta que la segunda se quiera “inflar las tetas” para trabajar en la TV. 2 le recuerda a 1 que ella usa un aresenal de cosméticos al tiempo que intenta mostrarle un catálogo de prótesis. “El cuerpo es un campo de batalla, combato del lado de los desposeídos: frente a la injusticia, estoy junto a otras mujeres, a las travestis...”, sostiene 2. En medio de alguno de los debates aparece Cristina 3, decidida a achicarse sus generosas lolas, confundiendo aún más a su madre. El delirio va in crescendo hasta que finalmente 2 se opera, pero se hace colocar una sola prótesis; “Es para demostrar que me da lo mismo cualquier medida”, se justifica desafiante la ahora despareja mujer cuando la adolescente la increpa: “Es un acto de terrorismo anatómico”.

Frente a la posibilidad perturbadora de cambiarlo, dice el autor, el cuerpo se ha vuelto problemático. La directora de Un busto..., Teresita Galimany, apunta en el programa: “Caos, miseria, desocupación. Crisis, hambre, depresión, ¿a quién le importa una teta más o menos, un muslo bien torneado, un culito parado? ¿A nadie?, ¿a algunos?, ¿a todos? En medio del desastre, las listas de espera en hospitales para cirugías estéticas de todo tipo siguen creciendo...”

Correctamente actuada por Susana Varela, Norma Peña y Patricia Maddonni (foto), el potencial humorístico de Un busto... habría quizás requerido un punto más de delirio, de desmadre cómico en sus intérpretes. Pero aun en el tono medio elegido, la pieza divierte de manera incitante, con ritmo sostenido.

Moira Soto. Página 12. 14/06/2002


Las tiranías de la moda

Metáfora sobre la histeria del cuidado físico

La pieza del autor y director español Ernesto Caballero tiene más de una posiblidad de lectura. Los personajes son tres: la madre, la hija y una amiga de la madre. El conflicto parte de la amiga, mujer de unos treinta años, linda y bien posicionada profesionalmente, que sufre la falta de pechos promimentes. La madre, que parece estar de vuelta de todo, aunque solo representa unos cuarenta años, pretende demostrar que la belleza y la madurez vienen con la aceptación de uno mismo. Por último la hija, una adolescente; que se atreve a unos "piercing" en sus genitales, lengua, orejas, etc., hace que se cierre el cículo femenino en que parece encerrada la sociedad de consumo. La necesidad de estar a la moda, según lo dictaminen los medios de comunicación y por supuesto la televisión, o ser un digno representante de esas imágenes despóticas que venden las revistas, son algunos de los temas con los que juega Caballero, un autor que parece un buen alumno de la dramaturgia surgida en la España de los últimos años.

"Un busto al cuerpo" es una pieza ligera, pero no por eso menos profunda. Inquietante y hasta sutilmente siniestra, el autor parece no tener piedad con esa chica a la que eligió como "chivo expiatorio" de sus divagaciones sobre la moda. Porque la Cristina en la que se depositan los mayores conflictos, es una especie de "Barbie" a la que parece faltarle una buena dosis de cultura new age. Insegura, algo tímida y capaz de dejarse convertir en un monstruo, para acceder al trono de la belleza y las mejores proporciones anatómicas que ella desea tener, esta mujer es el reflejo de las mutaciones en que se ha convertido el lenguaje no solo hablado, también estético, social y político.

Con inteligencia y madurez, Teresita Galimany elaboró una puesta en escena sencilla y plena de sutiles hallazgos escénicos. Casi como un leve mecanismo de relojería y un acertado ritmo de comedia, "Un busto al cuerpo" contó además con tres excelentes intérpretes: Susana Varela, Norma Peña y Patricia Maddonni.

Juan Carlos Fontana. La Prensa. 14/06/2002


En torno al cuerpo femenino

"Un busto al cuerpo", de Ernesto Caballero. Intérpretes: Susana Varela, Norma Peña y Patricia Maddonni. Música: Liliana Felipe. Diseño de iluminación: Carlos Ianni. Escenografía: Fernando Díaz. Dirección: Teresita Galimany. En el Celcit.
Nuestra opinión: bueno

El español Ernesto Caballero (Madrid 1957), activo participante de la nueva generación de autores de su país, es, además de dramaturgo, director y docente. Su producción, aunque poco conocida en la Argentina, deja en claro un interés particular por revalorizar la palabra y ponerla en el centro de la escena junto a las más diversas temáticas de las que participa o preocupan a la sociedad contemporánea.

"Un busto al cuerpo" fue editada en 2001 y en ella Caballero describe los múltiples pensamientos que pueden acechar en una mujer interesada en modificar su cuerpo. Sin dejar de lado historias personales y cuanto esquema social le venga a la cabeza.

La primera mirada es la suya, la de un hombre, por eso es distanciada y entonces su texto traduce ironía, cierto humor negro, a veces, y hasta un patetismo muy elocuente. Pero como lo suyo busca ampliarse, también incorpora una serie de reflexiones interesantes. En escena tres personajes, de tres generaciones, todas llamadas Cristina, irán demostrando las mil y una posibilidades de entrar en ese juego que puede llevar a tener un mejor cuerpo. Asoman las duda, los miedos, las certezas, las convicciones ideológicas, metafísicas, religiosas. Y hasta se opera el cambio de los cuerpos.

Al cabo de algo más de una hora el espectador comparte con esas tres mujeres un mundo especial. Ríe con ellas, reflexiona y hasta reconoce con lujo de detalles el intrincado interior femenino. Ese que todo lo quiere o lo puede con tal de mantener belleza, juventud y, sin duda, mayor seguridad.

SITUACIONES POTENTES

Las diversas situaciones que va armando Caballero son muy potentes. Quizás el mismo hecho de ponerse como observador haga que por momentos el material resulte demasiado extenso y no progrese con un dramatismo más potente. El trabajo de la directora Teresita Galimany es sumamente efectivo. Con muy pocos objetos escenográficos va generando unos juegos cargados de expresividad en los que se reconoce un fuerte trabajo con las actrices. Sólo ellas podrán aportar la elocuencia que esta pieza requiere y allí están para sacarse de encima, tal vez, sus propios prejuicios e ir a fondo en cada una de las situaciones por las que deben atravesar.

Susana Varela (Cristina 1) recrea a una reconocida docente, separada y madre de una hija adolescente (Cristina 3). Su realidad no admite cambios e intenta por todos los medios hacer desistir a las demás de sus intenciones. Norma Peña (Cristina 2) es amiga de las anteriores. De profesión periodista, se debate entre el querer y no poder llegar a un quirófano. Por último, la joven, Patricia Maddonni, tiene la libertad y la impunidad de los de su generación y desde allí se lanza al juego.

Las tres actrices aparecen como las intérpretes ideales para esta propuesta aportando todos los matices que el autor reclama, y hasta a veces con más picardía y atrevimiento.

Carlos Pacheco. La Nación. 06/05/2002


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