Cita a ciegas

De Mario Diament. Dirección Carlos Ianni
Con Ernesto Claudio, Beatriz Dellacasa, Teresita Galimany, Víctor Hugo Vieyra, Ana Yovino

Sinopsis

Autor Mario Diament

Hombre Ernesto Claudio
Ciego Víctor Hugo Vieyra
Muchacha Ana Yovino
Psicóloga Beatriz Dellacasa
Mujer Teresita Galimany

Asistente Corina Fiorillo
Iluminación y musicalización Carlos Ianni
Vestuario Solange Krasinsky
Escenografía Guillermo de la Torre
Dirección Carlos Ianni

Música de Astor Piazzolla interpretada por el grupo La Camorra

Espectáculo sin intervalo
Duración: 120 minutos

El azar, el destino o la implacable lógica de las situaciones, convoca al banco de una plaza que ocupa un viejo escritor ciego, a cuatro seres cuyos caminos se confunden misteriosamente y que, inevitablemente, se afectan los unos a los otros. En este “aleph”, casi una construcción abstracta, sucede, sin embargo, una humanísima historia de desencuentros que, en su pathos, aspira a la desmesura pasional pero se estrella, irremediablemente, contra el desamor, la mediocridad y la sordidez de la crónica policial.
Mario Diament vuelve a acercarnos un texto de extraordinaria sugestión; abismal, sí, pero con escabrosidades que son las del alma, y cuyas fragmentaciones instalan un acaecer que siempre es tiempo presente, multiplicación, si se quiere, de presentes, que produce una acción (la historia) que en vez de cumplirse una única vez, sucede obstinada, componiendo y recomponiendo una búsqueda de relaciones y sentidos sin solución de continuidad, metáfora de una cadena (¿azarosa?) de sometimientos, culpas, complicidades y terribles fracasos.
De más está decir que Diament abunda, recurre, se obsesiona, y esto es consubstancial a su dramaturgia: los cinco personajes de Cita a ciegas se determinan con la misma fatalidad -o ausencia total de fatalidad- con la que los de Esquirlas (2002), confiaban al azar lúdico una decisión trascendente, y también, con esa cualidad proustiana -la de la entrañable protagonista de El libro de Ruth (2000)- de encontrar al ausente en el olvido y ser, necesariamente, un extraño misterioso para su prójimo: la otrocidad, el desarraigo, la ambigüedad de la traición, ¿quizás también, y aunque sea simbólicamente, la ceguera?
Alberto Wainer

Este espectáculos cuenta con el apoyo del Teatro Nacional Cervantes, donde fue estrenado en mayo de 2005.
Este espectáculo ha participado del Festival Internacional de Teatro de Montevideo César Campodónico.
Invitado al 2º Festival Internacional de las Artes de Mérida, México.

Notas y críticas

La geometría del azar

El teatro involucra mucho más que el hecho escénico. Una serie de referencias contextuales (de tipo social, histórico, político, etc.) del propio texto, de la composición misma de éste, de intencionalidad textual y de montaje hacia el público, de condiciones de momento y lugar donde se está representando y otras más entran en juego para lograr el efecto total de la obra montada.

Y esto se demuestra con una pieza como "Cita a ciegas" que ya desde su misma configuración formal como texto genera significaciones: una coherente serie de encuentros azarosos que no dejan ni un cabo suelto y donde el reconocimiento de cada personaje se da de manera convincente. Es una geometría creada por las coincidencias posibles.

En esta obra presentada bajo la dirección de Carlos Ianni el viernes 20 y sábado 21 en el Centro Cultural Olimpo se muestra a un escritor ciego -con todas las características de Jorge Luis Borges- en un parque de Buenos Aires (espacio abierto con altas posibilidades de encuentros imprevistos) que junto con el consultorio de una psicóloga (un espacio cerrado con menores posibilidades para lo imprevisto) será el lugar de encuentro de los personajes donde se irá construyendo el rompecabezas de las cinco soledades que directa o indirectamente entrarán en contacto entre sí.

El mundo borgiano de los mundos posibles, con las probabilidades de lo aleatorio que rige nuestras acciones, es llevado a un terreno más cotidiano, al de una serie de relaciones sentimentales que incluyen el amor y la frustración, fuertes dosis de ironía y pesimismo y un poco de esperanza. El matrimonio de un banquero (Ernesto Claudio) y una psicóloga (Beatriz Dellacasa), una madre (Teresita Galimany) con su hija (Ana Yovino) y el escritor invidente (Víctor Hugo Vieyra) forman hilos que se enlazan hasta formar un nudo que se resolverá con precisión a la vez que con el sinsentido de las rutinas frustrantes, alienadas, que desencadenan la violencia.

La obra, dividida en cinco cuadros, se sostiene a base de diálogos durante unas dos horas de duración. Esta extensión está justificada para nosotros, por las diferentes aristas del texto que va siguiendo sus varios hilos conductores. Y los riesgos que implica esta apuesta del montaje por el diálogo se solventan con las buenas actuaciones de los cinco integrantes del reparto.

Entiendo las objeciones de que la obra podría seguir un ritmo más rápido, con recortes de diálogos que la hubieran reducido a la mitad. Pero con eso hubiera perdido atmósfera emotiva y mucho de la esencia del texto, en cuanto a la ilación del mundo borgiano con un drama pasional, propuesta arriesgada en términos dramatúrgicos, de literaturidad y de escena. Y es aquí donde entran también en juego las diferencias de percepción entre artistas y público.

En el teatro hay poéticas y en "Cita a ciegas" se sigue un modelo más tradicional, no por ello menos válido, no por ello menos funcional respecto a la comunicación con el público. Se elogia esa plural posibilidad de tipos de puestas en escena que ofrece el teatro y se aplauden los riesgos que corre un director al realizar un montaje de este tipo, en una época como la actual donde las obras tienden a durar alrededor de una hora y donde el movimiento y el aparato escénico tienen que suplir determinadas carencias.

El teatro también es voz, también es un conjunto de ideas, lo que está en escena dice tanto como la manera en que se configura el texto dramatizado. Las diversas reacciones de los teatreros yucatecos ante esta obra abre la puerta para debatir sobre los gustos y expectativas del público y lo que piensan los creadores y ejecutantes en cuanto a su apreciación de las obras de arte en general.

En lo personal me interesa muchísimo conocer las distintas opiniones del público, sus reacciones y hallazgos. Por eso el teatro se hace ante un público y a menudo -para bien o para mal, no siempre- con patrocinio oficial. Y cuando uno ve un lleno total y reacciones favorablemente empáticas como en esta obra donde ni su autor, ni sus actores (a pesar de que las tres actrices han participado en otras obras presentadas aquí) ni su director son conocidos a nivel general por el público meridano, que llenó el teatro, podemos pensar que también hay otros caminos para el teatro que no son excluyentes entre sí. El teatro, como lo demuestra el montaje de "Cita a ciegas" de Carlos Ianni, es un hecho demasiado complejo: tan poliédrico y tan azaroso como la misma vida.

Jorge Cortés Ancona. Diario Por Esto (México). 23/01/2006


Porteños en su laberinto

Varias veces premiada en los Estados Unidos, donde se estrenó en 2004, la obra Cita a ciegas, del dramaturgo y periodista Mario Diament, cuenta una historia en la que los acontecimientos se articulan en coincidencias sorprendentes y donde lo aleatorio irrumpe con prepotencia en medio de lo previsible.

Un gerente de banco insatisfecho con su matrimonio (ajustada interpretación de Ernesto Claudio), una jovencita que se preserva relativizando el compromiso afectivo que la une a su amante (convincente, Ana Yovino), una mujer (Teresita Galimany) que confiesa a su psicóloga (Beatriz Dellacasa) cuánto detesta a su marido protagonizan historias que podrían haber sido paralelas pero que terminan relacionándose a partir de sus respectivos encuentros con un hombre ciego (buen trabajo de Víctor Hugo Vieyra) que como los demás no tiene nombre pero en quien todos reconocen a "el escritor".

La puesta de Ianni conduce la escritura de Diament hacia climas de reconocible aunque discreta porteñidad. La introducción musical, singularmente extensa, que precede al comienzo mismo de la acción, instala desde el vamos esta atmósfera que la obra sostiene sin subrayados a través de los temas de Piazzolla grabados por el grupo La Camorra.

Los personajes viven conflictos corrientes. La singularidad estriba en las conexiones que los vinculan y que describen un laberinto borgeano de encuentros y desencuentros. Pero la imitación de los tonos de voz, las inflexiones y hasta el fraseo entrecortado del escritor argentino enterrado en Ginebra con que la dirección marcó al personaje del ciego roza por momentos la obviedad diluyendo lo conjetural, signo borgeano por excelencia. Incluso el recurso de no poner nombre a los personajes para no llamar Borges a Borges pierde eficacia porque la abundancia de referencias elimina el valor poético del misterio y la perplejidad.

No obstante esta condición reiterativa del texto que la puesta enfatiza, la obra tiene una estructura impecable, donde las casualidades se articulan con sobria exactitud y lo azaroso de los comportamientos cotidianos diseña destinos inimaginables. El autor consigue desarrollar las situaciones valiéndose excluyentemente de la palabra, lo que resulta un auténtico desafío, asumido plenamente por el director Carlos Ianni. Prácticamente, todas las escenas se resuelven a través de la conversación ocasional de los personajes, sentados en los bancos de la plaza. El compromiso actoral está jugado con intensidad desde la dicción cuidada, desde la respiración o desde algún detalle de la postura corporal. Pero todos esos recursos están al servicio del lenguaje como soporte dramático de un razonamiento que naufraga una y otra vez en lo inexplicable. O que arriba a puertos inesperados donde siempre, paradojalmente, espera el hombre ciego, con su intuición o su sabiduría, para revelar la trama sencilla pero inimaginable de lo desconocido.

El indisimulable Borges que Vieyra compone con propiedad se involucra desde sus recuerdos con el presente de sus interlocutores, en otra vuelta de tuerca borgeana que el dramaturgo instrumenta con habilidad: en la memoria del escritor hubo un cruce fugaz con una mujer, en una escalera de París. Un encuentro que no tuvo continuidad. Pero el mismo encuentro, casi el mismo, vuleve a suceder en el presente. Con otros protagonistas. ¿O con los mismos? La repetición, la probable existencia de realidades paralelas, la bifurcación de los senderos y de los sentidos también encuentran materialización teatral en esta pieza que se propone como un tributo al autor de Ficciones.

Olga Cosentino. Clarín. 08/06/2005


Cinco vidas entrelazadas

En un banco de la plaza San Martín, un viejo escritor ciego -trasunto evidente de Borges- es reconocido por algunas personas que se acercan a saludarlo. La afabilidad del personaje invita a la confidencia: como en "La ronda" de Schnitzler, pero en clave mucho más enigmática, esas vidas, aparentemente dispersas, van entretejiéndose en una malla de encuentros y desencuentros, pasiones, obsesiones, rencores, remordimientos y presuntas casualidades, cuyo epicentro es el ciego y que arroja como resultado una muy bella obra de teatro. Y no es su mérito menor el rescate del valor de la palabra como vehículo expresivo: estos personajes hablan, y hablan mucho, y porque lo hacen va armándose en el escenario, invisible pero muy potente, una estructura dramática de intensidad y lirismo nada comunes en estos tiempos, cuando se privilegia la expresión corporal.

Con un lenguaje sobrio y preciso, Mario Diament (renombrado periodista que a partir de un debut notable, en los años setenta, con "Crónica de un secuestro", cultiva también con éxito la literatura teatral) desarrolla diestramente una trama siempre tensa y pródiga en sorpresas que mantienen en vilo al espectador.

Un hombre maduro, casado con una psicoanalista, se enamorará violentamente de una artista mucho más joven que él y, obsesionado, la perseguirá; en el pasado del viejo escritor hay una enigmática mujer con la que se cruzó en el subte de París, sin atreverse a abordarla. El azar, o un designio superior que se hurta a nuestra comprensión, entrelazará a esas vidas en otros recovecos del tiempo, verdadero protagonista de esta historia.

Ese misterio que es siempre el comienzo del amor da lugar aquí a reflexiones que, guiadas por la erudición y la imaginación del escritor ciego, proponen la inquietante posibilidad de la existencia simultánea de mundos paralelos donde las inevitables frustraciones de nuestras vidas sean reemplazadas por la felicidad.

Siempre habrá, dice este ficticio Borges, un instante de inflexión en el que se abren (los senderos que se bifurcan) perspectivas diversas. De nuestra elección depende el diseño existencial que nos toque. Pero el amor que, a veces por distracción, por timidez o por cálculo se quedó extraviado en el tiempo, volverá siempre a pedirnos cuentas...

Pese a la energía y hasta la eventual violencia desplegada por el espectáculo, Carlos Ianni -probado maestro en la evocación de atmósferas densas, concentradas- tiñe de discreta melancolía otoñal su excelente puesta y conduce al elenco, de infrecuente calidad homogénea, con mano firme, certera. En una mínima, sugestiva escenografía de Guillermo de la Torre, y con la bellísima música de Piazzolla como fondo adecuado, los cinco actores se lucen con interpretaciones impecables.

Ernesto Schoo. La Nación. 04/06/2005


Entre la casualidad y el destino

ENTREVISTA AL DRAMATURGO Y PERIODISTA MARIO DIAMENT

El autor argentino radicado en Miami está presentando en el Cervantes, con dirección de Carlos Ianni, Cita a ciegas, una pieza teatral que fue concebida con una “estructura borgeana”. Diament asegura que es su obra “más romántica”.

Mario Diament estrenó en 1971 su primera obra, Crónica de un secuestro, y al año siguiente comenzó a escribir en La Opinión. Desde entonces encontró el modo de desarrollar una carrera dramatúrgica en paralelo con su tarea periodística. Desde hace 10 años vive en Miami, donde enseña periodismo en la Universidad Internacional de La Florida. Vinculado al New Theatre, la compañía que suele estrenar sus textos (escritos en español y luego traducidos al inglés), el autor produce continuamente obras que, en muchas oportunidades, recalan en los sitios más diversos: en este momento tiene dos piezas en cartel en Rumania (El libro de Ruth y Tango perdido) en tanto que Crónica..., desde su estreno, nunca dejó de representarse por lo menos dos veces al año en alguna parte del mundo. “La hacen talleres de teatro, conjuntos filodramáticos, elencos profesionales... hasta la hizo un grupo de indígenas en la Puna de Atacama, también en la ex Yugoslavia”, se asombra Diament.

Cita a ciegas se estrenó en Miami hace un año y medio, y ya recibió varios premios. Ninguno de sus cinco personajes tiene nombre pero el espectador supone de inmediato que el escritor ciego sentado en un banco de plaza apoyado en su bastón no es otro que Borges, aunque nadie lo nombre. Su presencia permite relacionar varias historias a partir del relato de los demás personajes, en todos los casos, acuciados por extrañas pulsiones: “Es mi obra más romántica –afirma Diament en una entrevista con Página/12–. Yo empecé a hacer teatro político porque en los ’70 la realidad no dejaba otra opción, y luego tuve una etapa pinteriana. Esta obra tiene que ver con otro costado mío muy importante, con la pasión y el amor”. Cita a ciegas puede verse en el Teatro Cervantes bajo la dirección de Carlos Ianni. El elenco está integrado por Víctor Hugo Vieyra, Ernesto Claudio, Ana Yovino, Beatriz Dellacas y Teresita Galimany.

–Cita... presenta un conjunto de relatos que se conectan entre sí. ¿Ya tenía un plan previo o fueron surgiendo durante la escritura?
–Escribo a partir de situaciones que me parecen interesantes. Y la obra termina siendo una exploración de este potencial. Desde el comienzo tengo solamente algunas ideas, nunca más que eso. En este caso quería que el personaje fuera ciego y escritor pero que no fuera Borges. Pero sí sabía que quería una estructura borgeana, que hubiera encuentros que podrían obedecer a la casualidad o al destino. Las historias se fueron desarrollando a partir de los diálogos, sin saber previamente adónde iban a llegar.

–¿Le divierte pensar más en la idea de casualidad que en la idea de destino?
–Me interesan ambas cosas, porque estos hechos podrían ocurrir en dimensiones diferentes. En muchos de sus cuentos Borges muestra, a partir de su agnosticismo, su fascinación por los mundos paralelos mucho antes de que la mecánica cuántica se difundiera tanto. Pensar en la existencia de otras dimensiones modifica nuestra noción de tiempo y espacio. Leo mucho sobre estas cuestiones por la necesidad de comprender el mundo en el que vivo. Estos planteos –si bien algunos los entiendo mejor que otros–, a veces, me hacen cuestionar la naturaleza de la existencia. Otras, afortunadamente, se convierten en obras de teatro. Porque la noción de vivir en un mundo que no se entiende es muy angustiante.

–En la obra Esquirlas una de las cuestiones que atormenta a los protagonistas (los tres han vivido la dictadura y se encuentran luego de años) es la culpa que sienten permanentemente. ¿En qué medida persiste en usted esa sensación?
–Es inevitable no tenerla –más allá de que yo sea hijo de madre judía– por pertenecer a una sociedad que pasó por el Proceso. No creo que importe lo que se hizo en ese momento porque lo que sucedió fue tan tremendo que siempre se tiene la impresión de que, en el fondo, pasó porque dejamos que sucediera. Nunca se hizo un examen de conciencia como país o como generación. La prensa nunca hizo su mea culpa, por ejemplo. Y en gran medida, la enfermedad de esta sociedad tiene que ver con esto.

–¿Le fue difícil dejar el país para radicarse en Miami?
–No, porque ya había vivido muchos años afuera: siete en Nueva York y otros siete en Israel, como corresponsal en Medio Oriente. A comienzos de los ’90, cuando llegué, viví la transición del Miami geriátrico a la ciudad de las supermodelos, el veloz rediseño de lo que ahora es la Riviera de los Estados Unidos. Fue un proyecto deliberado que comenzó con la revalorización de los edificios art déco y que más tarde trajo como consecuencia una mayor actividad artística, teatral, cinematográfica y literaria.

–¿Cómo se percibe el país desde allí?
–Depende del punto de vista. A través del cine se recibe la imagen de una Argentina nueva e interesante. Muchos de nuestros directores están llamando la atención. También hay una visión exitosa del país, como productor de vinos, por ejemplo. Ahora, en cuanto a la política, hay un desconcierto general porque, desde el punto de vista del gobierno norteamericano, no se sabe dónde ubicar el fenómeno Kirchner, si junto a la figura de Lula o a la de Chávez.

–¿Y usted qué piensa?
–Muchas de las decisiones políticas de Kirchner me causan una gran simpatía. Pero hay otras que no. Porque creo que tiene mucha tendencia al autoritarismo y a la intolerancia. Su relación con la prensa y su avance sobre los medios también me preocupan. Me parece que todavía está peleando su campaña política y que no se ha puesto a gobernar.

Cecilia Hopkins. Página 12. 28/05/2005


Espejos frente a la ceguera

ENTREVISTA CON MARIO DIAMENT Y CARLOS IANNI

El autor y el director de "Cita a ciegas" hablan de las resonancias borgeanas de la pieza que estrenan hoy en el Cervantes.

¿Qué habría ocurrido si, ante una encrucijada, se hubiera seguido un camino diferente al elegido? ¿Hay un destino o la vida es una sucesión azarosa de coincidencias? ¿Hasta dónde puede llevar la pasión? ¿Cuándo se agota? Estas eternas dudas existenciales son el núcleo de Cita a ciegas, obra de Mario Diament que se estrena esta noche, con dirección de Carlos Ianni, en el Teatro Cervantes.

Gran parte de la trama se desarrolla en torno a un banco de plaza, donde está sentado un escritor ciego. Ante él desfilan personajes que le confían lo más íntimo de sus vidas; vidas ligadas entre sí en un juego de espejos. "Quería trabajar con una figura parecida a la de Borges. Mi punto de partida fue imaginarlo en la Plaza San Martín, y que venía un hombre y le contaba una historia. Quise que la historia tuviera una estructura borgeana y, aun sin tener muy claro lo que eso significaba, terminó teniéndola", cuenta Diament, quien estudió filosofía y literatura, tiene una extensa trayectoria periodística —actualmente colabora con La Nación— y es autor de obras como Crónica de un secuestro, El libro de Ruth y Esquirlas. Está radicado en Miami desde hace doce años, donde ejerce la docencia y trabaja con el New Theatre de Florida. En ese escenario se estrenó la obra el año pasado, con enorme éxito de público y crítica.

Ianni —responsable de la filial argentina del CELCIT— fue elegido por el Cervantes para montarla en la Argentina. Aceptó, dice, impactado por el lenguaje, la construcción y la temática."Siempre pensé cómo aun las decisiones más intrascendentes van modelando nuestra vida, y cómo todo el tiempo estamos tomando decisiones, la mayoría de las veces en piloto automático, que van dándole rumbo a nuestra vida". No conocía a Diament, pero destaca que el autor fue —vía mail— "un colaborador insustituible" en la puesta. "Los ejes de la obra —opina— son dos: la postura filosófica de si la vida es puro azar o hay un destino prefijado, y las distintas formas que adopta la pasión humana y a qué nos conduce".

"Borges —indica Diament— trabajó mucho sobre el destino y la ilusión del tiempo y el espacio. Me asombró que, habiéndola formulado en los años 40, su noción de los mundos paralelos se convirtiese en una de las teorías preeminentes de la física actual, como la mecánica cuántica. Tampoco es casual que yo haya escrito esta obra ahora, a los 63 años: es cuando uno toma distancia suficiente para examinar su vida y cómo se ha hilvanado con otras. Y se pregunta qué habría sucedido si en determinado momento hubiera elegido algo diferente".

Gaspar Zimerman. Clarín. 27/05/2005


Un mundo cercano a Borges

La obra de Mario Diament se estrenará en el Teatro Cervantes.

El ensayo comenzó más tarde de lo previsto en la sala Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes. Sobre el escenario de pequeñas dimensiones una serie de personajes apasionados da vida a "Cita a ciegas", la última pieza de Mario Diament que, con dirección de Carlos Ianni, protagonizarán a partir del próximo domingo Víctor Hugo Vieyra, Ernesto Claudio, Teresita Galimany, Beatriz Dellacasa y Ana Yovino. La obra viene precedida de una fuerte repercusión en los Estados Unidos, donde se estrenó el año pasado.

"Cita a ciegas" se dio a conocer en el New Theatre de Coral Gables, Florida y obtuvo el premio Curtan Up de la liga de Teatros del Sur de Florida y fue nominada al premio Carbonell. Además fue seleccionada finalista para el premio ATCA de la Asociación de Críticos Teatrales de los Estados Unidos y elegida por los diarios Miami Herald y Sun Sentinel como uno de los espectáculos más relevantes de la temporada 2004. En el último tiempo y después de una larga ausencia en los escenarios porteños la producción de Mario Diament -que reside en los Estados Unidos- da señales de mucha vitalidad. Se han estrenado últimamente en Buenos Aires "Esquirlas" y "El libro de Ruth".

EMOCIÓN Y SENTIMIENTO. Enfundado en un sobrio traje oscuro y con bastón en la mano, Víctor Hugo Vieyra habla de este texto con profundo interés. Comenta que cuando lo leyó le pareció extraordinario y que lo emocionó profundamente, y agrega que esa misma emoción ha logrado sostenerse a lo largo de los ensayos. "La obra -explica- está inspirada en el mundo del escritor Jorge Luis Borges y se nutre todo el tiempo de él." Los temas, por supuesto, están ligados a la producción del autor: el tiempo, el espacio y sobre todo su profunda adhesión al "interminable laberinto de encuentros y desencuentros"

Vieyra acota que está viviendo una etapa como actor que le aporta mucha alegría. Siente que está disfrutando más sus trabajos y enumera algunas de las últimas producciones en las que ha participado, como "Morochos de New York", "La cicatriz ajena", "Bairoletto y Germinal", "Viaje a la penumbra", "Don Chicho". En cada uno de esos espectáculos se ha encontrado con personajes muy distintos y esto lo ha llevado a descubrirse más seguro en su actividad. "Hoy siento que estoy disfrutando mucho más mi trabajo. Antes no me lo permitía, tal vez por un exceso de responsabilidad. Estar arriba del escenario me producía una especie de contradicción: estaba allí, pero a la vez no podía disfrutarlo. En cambio, después de mis últimas experiencias, todo se ha modificado y creo que tiene que ver con la variedad de conductas que me ha tocado interpretar."

En este caso concreto, ese hombre que está en escena tiene semejanzas con Borges, pero no está en la intención recrearlo a él. "Compongo a un ciego desde mi sensibilidad y mi perspectiva", dice el intérprete.

"Cita a ciegas" está dividida en cinco cuadros y a través de ellos el espectador tomará contacto con una historia de amor muy singular, que se cuenta cruzada por distintos tiempos, espacios y personajes, pero que a la vez expresa una profunda pasión. Víctor Hugo Vieyra acota que se trata de un intrincado laberinto de encuentros y desencuentros. "Creo que esta es una historia donde el autor se mezcla con sus personajes voluntariamente. Se entrega plenamente a vivir sus fantasías. Es una pieza muy sensible, llena de sutilezas y con una marcada poesía en muchos momentos."

Carlos Pacheco. La Nación. 22/05/2005


La levedad del amor y el ser

Como si fueran obra de la casualidad, del azar o del destino Mario Diament -dramaturgo, periodista y escritor-, va hilvanando una serie de historias que giran alrededor de un personaje que no es otro que Jorge Luis Borges, sentado en la plaza San Martín.

Al personaje de Borges en la obra nunca se lo menciona por su nombre, sino por el de "el escritor", pero la postura corporal, la ceguera, o sus formas de actuar recuerdan a imágenes conocidas del autor de "El hombre de la esquina rosada", que se vieron a través de fotos o noticieros.
En ese entramado de situaciones que compone Diament con cierta eficacia y sorpresivos desenlaces para el espectador, sus personajes se relacionan de manera fortuita. Hasta que pareciera que todo encaja y todo es parte de un mismo universo, el de un escritor que nutre su imaginario de historias cotidianas, de afectos desencontrados y de amores desesperados.

EL OBJETO DESEADO
Matar el objeto deseado o ignorarlo es otro de los atractivos abordajes de estas historias unidas a través del común denominador de un grupo de personas que no se atrevieron a amar al otro, o no pudieron, o tal vez después de muchos años de matrimonio, como le sucede al personaje del banquero, se dan cuenta que eso que los unía a la persona con la compartieron su vida, en el presente, no tiene ninguna validez.

De la pieza que posee altibajos a lo largo de la trama, se rescatan escenas de cierto contenido metafísico y humorístico como la del banquero y el escritor. La jugada por el primero cuando decide separarse de su mujer y el diálogo final entre la madre de la joven escultora y el hombre de letras.

Es indudable que el personaje más atractivo de esta trama de desencuentros, es el del escritor, convertido en un oráculo o "escucha" de las previsibles desdichas humanas. En ese papel Víctor Hugo Vieyra concreta una interpretación creíble, emotiva y de un intenso impacto en el espectador.

El director Carlos Ianni vuelve a demostrar sus notables cualidades para enfocar un teatro intimista, en el que la palabra adquiere un valor de interesante comunicación con el público. Ernesto Claudio, Beatriz Dellacasa, Ana Yovino y Teresita Galimany aportan una meritoria sutileza y dramatismo a las escenas que les tocó interpretar.

Juan Carlos Fontana. La Prensa.


Cita a ciegas

Mario Diament

En el fútbol suele valorarse mucho la presencia de jugadores que, sin ser descollantes, resultan imprescindibles en el funcionamiento colectivo; no desatan la euforia de la tribuna o de los comentaristas pero aportan lo suyo con solvencia. Podría suponerse que en una imaginaria “selección nacional de dramaturgia”, Mario Diament figuraría en esa categoría de bajo perfil y alto rendimiento: desde Crónica de un secuestro (1971), las obras de este autor y periodista casi siempre ostentaron virtudes dignas de subrayar. Cita a ciegas confirma esa tendencia y revela una técnica más depurada, con personajes sólidamente construidos y una trama concéntrica que capta, con habilidad, el interés del espectador. Casi todo sucede en un banco de la plaza San Martín y a partir de los compases del magnífico “Oblivión”, de Astor Piazzolla, que abre el espectáculo, se pueden disfrutar cinco impecables interpretaciones (empezando por Víctor Hugo Vieyra, quien compone el mejor Jorge Luis Borges de los varios que se han visto en cine y televisión) y una puesta tan ascética como expresiva de Carlos Ianni. (Teatro Cervantes).

J. M.. Acción.


Borges, una hábil excusa

Puesta y actores equilibran "Cita a ciegas", de Mario Diament

Víctor Hugo Vieyra compone a un Borges irónico y bromista en la obra de Mario Diament que, sin nombrar al escritor, utiliza su figura como nexo de varias historias, no siempre con resultados creíbles.
«Cita a ciegas» de M. Diament. Dir.: C. Ianni. Int.: E. Claudio, V.H. Vieyra, A. Yovino, B. Dellacasay T. Galimany. Vest.: S. Krasinsky. Esc.: G. de la Torre. (Teatro Cervantes.)

La figura de Jorge Luis Borges funciona en «Cita a ciegas» como un nexo entre cuatro historias de vida afectadas por el egoísmo, la cobardía y la falta de amor.

Sentado en la Plaza San Martín, Borges (al que nadie llama por su nombre, quizás para evitar problemas legales) conversa informalmente con el vicepresidente de un banco (Ernesto Claudio). Alentado por la buena escucha del escritor, el hombre no duda en ponerlo al tanto de su crisis existencial, así como de la desbocada pasión que le despierta una joven escultora (Ana Yovino) que se cruzó en su camino de manera imprevista. Días más tarde -y también por obra del azar- la chica se topa con Borges en la misma plaza. Ella ha disfrutado de su narrativa, pero le reprocha que viva rodeado de libros sin tener registro del dolor que hay en el mundo. El escritor se entusiasma con el debate y hasta logra que la chica le cuente todos sus problemas, incluido el ridículo affaire que vive con el banquero.

Víctor Hugo Vieyra compone a un Borges irónico y cachador, muy similar a aquel que todo el mundo recuerda, haya leído o no sus libros. Tierno y amable en el trato, el escritor dialoga con sus interlocutores sobre el amor, el destino y la inexplicable lógica que subyace en todos nuestros actos.

En el tercer acto, la historia se desvía hacia otros dos personajes, también unidos por el azar. Se trata de una psicóloga (Beatriz Dellacasa), que resulta ser la esposa del banquero, y su nueva paciente (Teresita Galimany), nada menos que la madre de la escultora. El círculo de coincidencias se completa con una historia de amor a primera vista compartida por Borges y una de estas mujeres.

«Cita a ciegas» es una suma de encuentros intensos y emotivos, cuya humanidad no se discute. En cambio, la manera en que cada una de estas existencias se vincula con las demás resulta algo forzada y, en ocasiones, muy poco creíble. El escritor evocado por Mario Diament (autor de «El libro de Ruth») es un hacedor de ficciones, pero termina funcionando como una especie de oráculo, cuyas teorías y relatos van a ser vividos por los demás personajes. El objetivo de poner en acción algunos tópicos del universo borgiano enseguida queda de manifiesto. Sin embargo, cuando la intriga central de «Cita a ciegas» va virando hacia la crónica policial (en un estilo poco afin al escritor) ficción y realidad entran en conflicto. En pocas palabras, el Borges «real» termina opacando al personaje de fantasía.

En compensación, la pieza -que tuvo una buena repercusión en Estados Unidos donde ganó varios premios- tiene buenos diálogos y una figura «histórica» que destila ternura y simpatía.

El director Carlos Ianni, hábil frecuentador del teatro intimista, valorizó cada diálogo hasta en sus más mínimos detalles, brindándole un particular dinamismo a la obra, lo mismo que su aplicado elenco, en el que se destacan Vieyra y Yovino.

Patricia Espinosa. Ambito.


Misterios y laberintos

Cita a ciegas

Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado. La célebre dedicatoria a Leopoldo Lugones que abre El hacedor de Borges sirve para develar las secretas intenciones de Mario Diament en su obra Cita a ciegas. Porque aunque nunca se lo mencione, es Borges ese escritor ciego sentado en un banco de plaza y convertido en el centro de una telaraña compleja y angustiosa. Hasta él llegan personas que entrecruzan pasiones, abandonos, traiciones y esperanzas. El hombre, la muchacha, la psicóloga y la mujer confluyen en el ciego. Testigo y confesor sin desearlo, comprobará que después de todo no resulta tan disparatado que circunstancias humanas reales terminen edificando una vasta literatura. Estas personas, unidas por matrimonio, amor o interés confluyen en un mismo punto, pero no lo saben. Cada uno vive con intensidad su propia historia, se mueve en su pequeña baldosa. Pero todos son piezas de un ajedrez misterioso cuyo desarrollo y remate no nos es dado conocer. El autor exhibe su maestría para construír el juego y también propicia el disfrute de un texto de alta calidad literaria. Con astucia, no ensombrece el dolor ni frivoliza el humor, pero ambos elementos se unen para dar andamiaje al relato que ha sabido urdir. Nos apena la candidez del ejecutivo enamorado y nos asusta un poco el cinismo de la chica que se aprovecha de él, pero también nos reímos con la zozobra de la terapeuta y la frustación de la mujer que es su paciente. Cita a ciegas recupera los valores del teatro psicológico pero para mirarlo con ironía y piedad. Por eso el catalizador es un no vidente que hizo del oficio de escribir un arte inimitable. Lo único que lesiona un poco este trabajo de Diament es la duración, que debió ser menor y un pequeño crujido de construcción: cuando el escritor sale de escena el edificio tiende a tambalear.

Carlos Ianni dirigió este material con mano firme, muy cómodo en un género y estilo que tienen que ver con sus elecciones: La secreta obcenidad de cada día o Monogamia son muestras nítidas. Y las interpretaciones colaboran para el logro de buenos resultados. Víctor Hugo Vieyra asumió un desafío serio en el ciego, que compuso sin exagerar el efecto de ojos muertos y sin incurrir en una imitación de Borges. Ernesto Claudio trasmite todo lo vacilante de su personalidad ante el temible paso que dará y la siempre excelente Ana Yovino nos permite adelantarnos al abismo que lo espera. Beatriz Dellacasa tiene momentos notables en la psicóloga, con muchos matices de actuación que abren paso al sarcasmo, un fuerte de Diament también como periodista. Teresita Gallimany completa el elenco con trazos menos definidos. La escenografía de Guillermo de la Torre se reduce a unos ascéticos bancos que sirven para todo. Cita a ciegas es como un puzzle: nos obliga a seguir hasta el final. Y vale la pena. (Sala Orestes Caviglia del Cervantes).

Rómulo Berruti. mundoteatral.com.


Los senderos que se bifurcan

Carlos Ianni sobre un texto de Mario Diament

Un bancario, una psicóloga, una joven y una mujer. Y también un ciego solitario que espera lo que vendrá. La acción comienza en una plaza. Lo eventual está cruzado allí por tantos senderos como encuentros y desencuentros. El autor Mario Diament traza el círculo necesario para que esas criaturas cumplan con uno (pero no todos) de sus porvenires posibles. Para eso instala el "qué pasaría si...". Diament ejercita la teoría de la física cuántica sobre las paradojas del principio de indeterminación. El resultado, además de invitar a compartir la fábula que se teje, apuesta a los inmumerables "qué pasaría si". "Cita..." es un desafío de ideas que se activan. Un teatro de ideas que se aleja de la crónica de los amoríos que no fueron. Carlos Ianni toma la provocación y la activa desde su lectura. La plasma en términos de una puesta en escena lógica y comprensible, didáctica, ascética. De alguna manera asume los personajes como piezas de ajedrez. Ese juego que según Borges no debe ser nombrado para que el enigma resulte seductor pero incompleto. Al frente de un elenco sobrio destaca la aplicada composición de Víctor Hugo Vieyra. "Cita a ciegas" es la creación más ambiciosa de Diament. Y presupone un espectador dispuesto al riesgo de confrontar su contingencia con lo infinito.

Luis Mázas. Revista Veintitrés.


El azar todopoderoso

“Cita a ciegas” de Mario Diament – Con Ernesto Claudio, Victor Hugo Vieyra, Ana Yovino, Beatriz Dellacasa y Teresita Galimany – Dirección: Carlos Ianni – En el Teatro “El Galpón” en el marco del Festival Internacional de Teatro, setiembre 17 – Presentación de Argentina

Esta obra se desarrolla en cinco episodios, en tres de los cuales aparece el personaje del Escritor ciego y lúcido, cuyo nombre no se menciona pero cuyas semejanzas con Jorge Luis Borges son obvias. También es evidente que la obra tiene un cierto clima borgiano y que constituye un ingenioso homenaje al gran creador argentino.

Mario Diament, un destacado periodista y escritor judeo-argentino centra esta obra, como lo hizo tantas veces el propio Borges, en el poder invencible del azar en la definición de los destinos humanos. Aquí se entrecruzan varias vidas y las casualidades son abrumadoras. Hay un bancario que rompe su rutina y se detiene en un parque lo que señala el comienzo de una dramática caída en el vacío; una joven artista, audaz, provocadora y rebelde, busca orientar su vida y fracasa trágicamente; una mujer madura profundamente insatisfecha incapaz de reconciliarse consigo misma trata de salir de la jaula en la que ella misma se encierra; una sicóloga muy eficiente con los demás no logra arreglar su propia vida. Todos están ligados entre sí pero no lo saben. Las pistas acerca de sus relaciones aparecen sugestiva y gradualmente en esta historia inteligentemente hilvanada, pautada por un diálogo sugestivo y lleno de sutilezas.

“Cita a ciegas” trata de lo imprevisible en la existencia humana, de oportunidades perdidas, de trágicos desencuentros, de amores que pueden vencer al tiempo y a la rutina, de distintas formas de fuga de la realidad y del poderoso instinto de autodestrucción. Como la obra de Borges, la pieza de Diament es siempre un juego inteligente, con desenlaces tan lógicos como inesperados.

Si la pieza es un delicado trabajo de orfebrería teatral, también lo es la actuación. La labor de los dos hombres: Ernesto Claudio como el banquero que se rebela contra su vida rutinaria y Victor Hugo Vieyra como Borges, es brillante en su detallismo, sus contrastes de conducta, su credibilidad sicológica. Igualmente convincente es del desempeño de las tres mujeres: Ana Yovino, Beatriz Dellacasa y Teresita Galimany, mientras el ritmo de la acción escénica sagazmente pautado por el director Carlos Ianni, hace que la extensa pieza de dos horas de duración nunca resulte tediosa. En suma, un espectáculo sumamente disfrutable.

Egon Friedler. Semanario Hebreo (Uruguay).


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