La cultura ya no solo está referida a las artes y su consumo, más bien se ha reconfigurado como un lugar desde el cual luchar por nuevos y mejores proyectos de vida colectivos, sin excluir los conflictos programáticos, teóricos y políticos. Aparecen nuevas dimensiones para una cultura democrática por espacios y tiempos de libertad y creatividad que responda a la deriva autoritaria que vivimos.
La creación contemporánea especialmente la de los mundos juveniles, étnicos y de género, la de aquellos espacios que desde las disidencias intentan hacerse visibles, nos dan cuenta de la erosión en el fondo de las estructuras sociales contemporáneas. Se les puede ver y escuchar en los movimientos estudiantiles y en la de los ciudadanos por una economía solidaria y puesta al servicio del desarrollo humano. Estos ruidos del tiempo mundial actual, no son solo los de la revolución de la economía, sino, como señala Patricio Rivas “ circularmente de un modelo de civilización que puede pervivir mucho tiempo más en un tipo de decadencia que golpee mucho a los que tienen poco y lentamente a los que tienen mucho”.
En este contexto instituciones como el Centro Latinoamericano de Investigación y Creación Teatral CELCIT, a sus cincuenta años de vida mantiene ese regreso de lo social, este retorno de comunidades en movimiento que encuentra en el mundo del trabajo, de la educación, de la cultura y de las formas de debatir al mundo desde las artes escénicas su lugar.
Fundado en Caracas en 1975 por Luis Molina López bajo la tutela de María Teresa del Castillo, su presidenta de honor , ha sido testigo privilegiado de su tiempo. En la sede del barrio San Bernardino se daban cita hombres y mujeres de teatro que generaron diálogos que permanecen en el tiempo. Siempre se ha sostenido que el teatro es un reflejo de su época, y, en estas circunstancias, los proyectos de realidad desarrollados en escena estarían reflejando lo que ocurre en el entorno, y las transformaciones profundas que viene experimentando la cultura y la civilización latinoamericanas, por extensión, el espacio cultural común iberoamericano.
En espacios de encuentro como el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, y el FIT de Cádiz el Celcit proponía reflexiones que involucraban el contexto escénico del continente y lo que denominábamos en la época “El nuevo teatro” que se posiciona en el ámbito latinoamericano, a partir de la década de los setenta, periodo en que se funda el Celcit, que tenía como divisa redefinir los términos de una realidad que se fundamentaba sólo en el poder referencial de la palabra, ampliando sus dimensiones significativas a otros códigos teatrales. Los modos tradicionales con que se representaba la realidad en el teatro dejaron de ser los predominantes, había que experimentar con nuevos lenguajes escénicos, lo que derivó en momentos referenciales en la historia del teatro universal, como la creación colectiva, o el teatro del oprimido, o la dimensión política que ubicó a Latinoamérica como foco de la innovación escénica.
Vienen a la memoria los nombres de referencia del pensamiento y la acción desde lo escénico como Carlos José Reyes, José Monleón, Elena Schaposnik, Orlando Rodriguez, Juan Carlos Gené, Juan Margallo, Fanny Mickey, Miguel Rubio, Santiago García, y tantos otros a quienes admiramos como referentes de una Latinoamérica que soñaba a través de las convocatorias de esos encuentros entrañables que propiciaba el Celcit.
Desde Argentina se ha cuidado con esmero la tarea de mantener la labor de una manera discreta, constante y amable, de hacer visible el teatro latinoamericano ante el mundo, un equipo al frente del cual siempre está Carlos Ianni, realiza múltiples esfuerzos que se reflejan en sus publicaciones ofrecidas generosamente a investigadores y teatristas de manera abierta y gratuita, con centenares de textos teatrales publicados y millones de descargas en la que debe ser una de las bibliotecas digitales especializada en teatro más importantes del mundo. Sus colecciones, dramática Latinoamericana, dramática Infantil y Juvenil; Teatro/CELCIT; y Teatro: Teoría y práctica son fuente de consulta para todo aquél que quiera conocer la escena del continente.
Si a esto agregamos sus documentales, y sus cursos digitales a los que se accede de manera fácil con especialista de alto nivel, tenemos una institución ejemplar que, a sus 50 años, vive el ejercicio de la renovación permanente acorde con esos cambios de paradigmas de nuestra escena.
Asumir la difícil realidad que se configura para la paz y la democracia, en el mundo y en nuestro continente en particular y entender que la cultura es un recurso a través de la cual podemos superar nuestros déficits de sentido y de existencia, son las perspectivas para una ciudadanía cultural en movimiento que desde el liderazgo de instituciones como el celcit se mantienen como “espacio esperanza”.
Director FIAV BOGOTÁ