Andrea Giase, Actriz, Licenciada y Profesora en Artes (U.B.A), presenta la segunda
temporada de su obra “La Interrupción”, donde conviven dos planos de narración: por un lado, una historia de amor inconcluso y por otro, el proceso creativo que conlleva una obra teatral.
La obra nos presenta a Lola, una directora de teatro, quien ensaya junto a dos actores su próxima obra. El proceso creativo y los acordes de un tango revelan marcas grabadas en su memoria sobre su historia de amor que no pudo olvidar. En los ensayos, Lola recuerda los acontecimientos que llevaron a la interrupción de ese amor sin poder evitar enredar la ficción con la realidad. La huella del pasado, aquello que quedó latente, “lo que no se dice” tejen una trama que enfrenta a Lola con los vestigios del amor.
En diálogo con su autora y directora Andrea Giase, ahondamos un poco más en estas relaciones tan esenciales entre arte, recuerdos, y amores.
Sobre cómo nació la idea germinal de la obra nos comenta, que surge después de haber estrenado una obra que escribió con un autor limeño estrenada en 2022, al ver ese estreno lo materializado no era lo que Andrea había imaginado. Junto a la supervisión de Mariano Saba, se generó esa nueva obra, casi como un material que nació como el desecho de otra, luego de un tiempo necesario. Desde lo espacial (la sala de ensayo) y otros personajes surgen como proceso de escritura, como una segunda obra a partir de una primera. Proceso que fue sorprendiendo a la misma autora como por ejemplo el título La Interrupción, surge del mismo ensayo.
Sobre la organización espacial, fue clave el trabajo con Graciela Shuster sobre artistas que trabajan con atriles. Cómo convierten materiales de las vivencias propias como materia prima de las obras. Los atriles ubicados como una media luna como un teatro griego que a su vez delimita el lugar de ensayo en sí mismo. Justamente, los bordes entre ficción y realidad en La Interrupción están desdibujados, esos atriles con dibujos (algunos más realistas y otros más abstractos), son las imágenes que la protagonista realiza de sus recuerdos, sin una identidad clara o definida para el espectador. Todo esto se complementa con un trabajo extraordinario del diseño de luz que realizó Héctor Calmet, que la ayudó a pensar en 3 espacios: el del ensayo, el de la ficción y la luz dirigida a la autora, por ejemplo, cuando ella reflexiona sobre las palabras que no pudo decir en la vida real. Otro recurso brillante, se dio con la colaboración de Ronnie Kesselman que generó el sonido de entrada a lo que no se dice, y que ayuda a delimitar otro espacio. Así es como entran en juego y dialogan los distintos niveles de representación y de voces que dialogan de forma coral, incluso con autores y obras de teatro que forman parte del patrimonio cultural. Las voces se construyeron desde distintos niveles de representación: el ensayo, el de Lola (la directora) y la ficción en donde se presenta una escena de García Lorca, el universo teatral clásico que convive con el ensayo. La voz de la directora también se transforma cuando está ensayando, o cuando recibe esas imágenes y memorias como interrupciones. Se trabajó mucho ese camino entre los actores cuando ensayan y los personajes que interpretan. La fluctuación entre la naturaleza del actor y el personaje que interpretan. Se plantea cómo muchas veces resulta más conmovedor, hablar desde los textos de los personajes que desde los propios textos de los actores/actrices. Este es un tema que inquieta e interesa particularmente a Andrea.
Sobre la temática del duelo y los amores no correspondidos, la autora las identifica como interrupciones en sí mismas. Que en el caso de la obra lleva a la directora a un lugar de mucha nostalgia y melancolía por aquello que ya no está y quedó suspendido. Todos estos recuerdos interrumpen el ensayo y el proceso creativo. También la historia de los actores que interrumpen su historia de amor por una tercera persona, que a su vez por una situación de contexto político expulsa a uno de ellos a París, que hace referencia a otro tipo de interrupción en su forma más dolorosa: la desaparición forzada.
Escribir, dirigir y actuar fue un proceso que se eligió en compañía para que no quede encerrado en una misma mirada. Mariano Saba la acompañó con la escritura. Desde el proceso de ensayo, se convocó a Graciela Shuster, para que lea el material para los momentos de dirección y actuación en simultáneo. Ella ayudó a pensar con el dispositivo, el dialogo con los atriles, con los espacios privados de introspección, los lazos con los materiales de la vida que se sanan en la obra. Otra colaboración importante fue la de Gina Pisidili, directora y coach. Toda esta red, contuvo a la actriz, directora y autora en sus 3 roles. Por último, el asistente de dirección fue fundamental para que, en los días de función, Andrea pueda dedicar su energía a la actuación.
Esta obra, que ya va por su segunda temporada en la ciudad de Buenos Aires, y está de gira por distintas provincias del país, resulta tan necesaria como conmovedora. Nos invita a reflexionar sobre el lugar del arte y los artistas, que nos recuerdan que somos humanos con historias que nos atraviesan ya sean por vivencias propias o por aquellas que nos cuentan otros.